CIUDAD DEL VATICANO (http://press.vatican.va - 6 de mayo de 2017).- Esta mañana, a las 11:15 horas, en la Sala Clemtina del Palacio Apostólico, el Papa FRANCISCO ha recibido en Audiencia al Cuerpo de la Guardia
Suiza Pontificia, con motivo del juramento de los nuevos reclutas a
quienes acompañaban sus familiares.
Discurso que el Pontífice ha dirigido a los presentes en la Audiencia:
¡Señor Comandante,
Reverendo Capellán,
Queridos Guardias,
queridos familiares y amigos de la Guardia Suiza Pontificia!
Tengo el placer de encontraros con motivo de esta jornada celebrativa
y deseo extender un cordial saludo en especial a los nuevos reclutas,
que han elegido dedicar unos años de su juventud al servicio del
Sucesor de Pedro. La presencia de vuestros padres, familiares y amigos,
venidos a Roma para participar en estos días de fiesta, manifiesta tanto
el afecto de los católicos suizos por la Santa Sede, como la educación
cristiana y el buen ejemplo con que los padres han transmitido a sus
hijos la fe, el valor de la pertenencia a la comunidad cristiana y el
significado del servicio eclesial.
Como todos los años, recordáis el doloroso y al mismo tiempo famoso
"Saco de Roma", en que los Guardias Suizos destacaron en una defensa
valiente e indomable del Papa, hasta el sacrificio de la vida. Hoy no
estáis llamados a esta ofrenda heroica de la vida física, sino a otro
sacrificio no menos arduo: servir la potencia de la fe. Es una barrera
efectiva para resistir a las diversas fuerzas y potencias de esta
tierra y en especial a aquel que es "el príncipe de este mundo", el
"padre de la mentira" que "anda como un león buscando a quien devorar",
según las palabras del apóstol Pedro (1 Pedro 5.8). Estáis llamados a
ser fuertes y valientes, sostenidos por la fe en Cristo y su palabra de
salvación. Vuestra presencia en la Iglesia, vuestro servicio importante
en el Vaticano es una oportunidad para crecer como valientes "soldados
de Cristo". Los peregrinos y turistas que tienen la oportunidad de
conoceros se sienten edificados cuando descubren en vosotros, junto
con la característica buena educación, la precisión y la seriedad
profesional, también el generoso testimonio cristiano y la santidad de
vida. Que esta sea vuestra primera preocupación.
Me gustaría invitaros a vivir el tiempo que transcurriréis en la
"Ciudad Eterna" con fraternidad sincera, sosteniéndoos mutuamente para
llevar una vida cristiana ejemplar, que esté motivada y apoyada por
vuestra fe. Estoy seguro de que el empuje más fuerte para venir a Roma
a cumplir este servicio os lo haya dado precisamente vuestra fe. La
misión singular que se os confía en favor de la Santa Sede y de la
Iglesia tiene su origen en el bautismo, que os habilita a dar
testimonio de la fe en Cristo, muerto y resucitado, allí donde la
Providencia os manda a vivir.
Queridos Guardias, sentíos parte activa del gran pueblo de Dios,
discípulos-misioneros comprometidos a dar testimonio del Evangelio en el
entorno en el que obráis y en los lugares de tiempo libre. Y esto pasa a
través de pequeños gestos cotidianos, a veces repetitivos, pero a los
que es importante dar un significado siempre nuevo. Así, se forma un
estilo de comportamiento que, dentro del Cuerpo, está hecho de armonía
mutua y comunión respetuosa con vuestros superiores, y fuera se expresa
en la acogida, en la amabilidad, en la paciencia.
También os deseo que esta temporada de vuestra vida os sirva para
daros cuenta de las muchas posibilidades de crecimiento espiritual y
cultural que Roma ofrece. San Filippo Neri, cuya memoria litúrgica
celebraremos a finales de este mes, acompañaba a sus muchachos a
descubrir las huellas de las antiguas comunidades cristianas, tras los
pasos de los santos. Es algo muy interesante: recorrer Roma tras las
huellas de los tantos santos y santas que han vivido en esta ciudad. Y
así será aún más inolvidable y rico de frutos vuestro período romano.
Aprovecho la oportunidad para reiterar a todo el Cuerpo de la Guardia
Suiza mi agradecimiento por la diligencia y la solicitud con que
desempeña su valiosa actividad al servicio del Papa y del Estado de la
Ciudad del Vaticano. Os pido que recéis por mí y, mientras invoco sobre
vosotros la protección de la Santísima Virgen y de vuestros patrones
San Martín, San Sebastián y San Nicolás di Flüe – de cuyo nacimiento
celebramos este año el sexto centenario - os imparto de todo corazón la
bendición apostólica.