Crema, ITALIA (Agencia Fides, 21/10/2019) – “Con el testimonio de su vida ofrecida
generosamente por amor a Cristo, el beato Alfredo habla hoy a esta
diócesis de Crema y la estimula en su testimonio del Evangelio de la
caridad; habla a los misioneros que, impulsados por el mandato de
Cristo, “id y anunciad a todas las gentes”, han salido por las calles
del mundo para anunciar la Buena Nueva de la salvación a todos los
hombres, especialmente a los más necesitados. Él habla a toda la
Iglesia, recordando que morir por la fe es un regalo otorgado solo a
algunos, pero vivir la fe es un llamamiento directo a todos. Tal y como
anuncia el tema de la Jornada Misionera Mundial: Bautizados y enviados.
Son las palabras del cardenal Angelo Becciu, Prefecto de la Congregación
para las Causas de los Santos, en la beatificación del misionero del
PIME, el padre Alfredo Cremonesi (1902-1953), en la Catedral de Crema el
sábado por la tarde, 19 de octubre.
El cardenal recordó en su homilía que la liturgia de beatificación tuvo
lugar “en la víspera de la Jornada Misionera Mundial y en la misma fecha
en que el padre Cremonesi celebró su primera misa en la tierra de
Crema”. “Toda persona bautizada también debe sentirse impulsada por su
propia vocación a la santidad. En esto, el beato Cremonesi es un modelo a
seguir por la ejemplaridad de una donación ilimitada a la llamada de
Dios”.
El padre Alfredo era un hombre de profunda fe, de intensa oración, de
marcada caridad hacia los pobres, los jóvenes, los jóvenes y los
campesinos. “Fue precisamente su caridad lo que le llevó a ofrecer su
vida por defender a su pueblo. El beato Alfredo Cremonesi es una bella
figura de la vida sacerdotal y religiosa, un misionero que ha consumado
su existencia con el don de su propia vida. Totalmente dedicado a Dios y
a la misión de evangelización, estaba completamente separado de sí
mismo: donó su existencia a su pueblo, cuya pobreza había querido
compartir, renunciando a cualquier privilegio. Su santidad puede
resumirse en tres elementos fundamentales: fe, caridad y pobreza”.
El cardenal Becciu recordó entonces el contexto histórico-político de
Myanmar en el que se encuentra el martirio del padre Alfredo: “Con el
estallido de la guerra civil tras la guerra de independencia (1948), la
Iglesia comenzó a ser perseguida, con una explosión de violencia y
abierta hostilidad hacia la fe católica y los misioneros”. Sin embargo,
subrayó, “el sacrificio del beato Alfredo no fue en vano. Es como el
grano de trigo de la parábola del Evangelio que debe perecer para dar
fruto”, y continuó: “la beatificación del padre Cremonesi es un estímulo
para que la Iglesia en Myanmar continúe con el compromiso de favorecer
la superación de las heridas espirituales y morales, llevando la
medicina curativa de la misericordia de Dios entre las personas que
sufrieron a causa de los conflictos y la represión, y que están luchando
por el camino de la libertad, la justicia y la paz”.
Finalmente, el Prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos
señaló que el Beato Alfredo Cremonesi “nos recuerda a todos que el
futuro de nuestras comunidades y naciones no será para quienes propagan
el odio y la violencia, sino para quienes siembran fraternidad,
aceptación y compartir”. El cardenal concluyó la homilía confiando a la
intercesión del nuevo beato otro misionero el destino de su paisano, el
padre Pier Luigi Macalli, secuestrado hace más de un año: “beato Alfredo
Cremonesi, ruega por nosotros, pero sobre todo reza para que otro
sacerdote de esta tierra, misionero en África, el padre Macalli, pronto
recupere la libertad”.