Pemba, MOZAMBIQUE (Agencia Fides 12/02/2021) - “La provincia de Cabo Delgado sufre desde hace
tres años y cuatro meses una guerra terrorista que ha provocado la huida
de más de 600 mil personas y la muerte de más de dos mil. La ciudad de
Pemba, su capital, ha acogido a más de 150 mil refugiados desde el
inicio del conflicto y cada una de las demás ciudades de la zona sur o
centro, se encuentran en situaciones similares, es decir, con miles de
refugiados cuya situación se agrava fuertemente por los ciclones que han
devastados esas zonas en los últimos meses”. Así lo manifiesta a la
Agencia Fides monseñor Luiz Fernando Lisboa, actualmente obispo de Pemba
que se prepara para dejar la provincia, ya que acaba de ser nombrado
por el papa Francisco como arzobispo (con título ad personam) en la
diócesis de Cachoeiro de Itapemirim, en Brasil.
La provincia de Cabo Delgado es escenario de violentos enfrentamientos
desde 2017: el obispo observa el grave momento por el que atraviesan
algunas zonas de Mozambique y que pone a prueba el camino del
renacimiento de todo el país desencadenado por el fin del sangriento
conflicto en 1992.
“El hacinamiento y la enorme concentración de personas en algunas zonas
-explica a Fides- han favorecido el mayor movimiento de miles de
personas hacia las tres provincias de Nampula, Niasa y Zambezia,
ampliando la zona crítica. Mientras tanto, los ataques continúan, aunque
en menor medida, y estamos luchando por ver el fin del conflicto”.
El obispo prosigue: “El año pasado, además de los atentados,
lamentablemente también tuvimos que hacer frente a dos ciclones en
Mozambique, uno de ellos, Idal, azotó el centro del país mientras que el
otro, Kenneth, precisamente golpeó la provincia de Cabo Delgado. Ambos
dejaron un rastro de destrucción y pérdida de vidas. Al final del año
pasado y a principios de este, la región central del país fue azotada
por dos nuevos ciclones. La región de Cabo Delgado se encuentra en medio
de la temporada de lluvias y la situación sin duda agravará las
condiciones de muchos que viven en tiendas de campaña o en asentamientos
u otros alojamientos improvisados. Toda la provincia de Cabo Delgado es
zona de guerra y allí viven cerca de 2 millones 340 mil personas, y los
que no son desplazados se ven afectados por la grave situación al igual
que los que sí lo son”.
Todos los intentos de llevar el conflicto a un plano de negociación
chocan con la imposibilidad de encontrar interlocutores entre los
terroristas y representantes oficiales de sus instancias: “No hay nadie
con quien negociar - observa el obispo - porque los terroristas no
tienen rostro, no han expresado un nombre que los represente. El
Presidente de la República ha brindado protección a los jóvenes que
decidan dejar los grupos armados, pero hasta el momento no ha habido
respuesta al llamamiento. La esperanza que tenemos es que con la ayuda
de la Unión Europea, la Unión Africana, la Comunidad de Desarrollo del
África Meridional (SADC - Southern African Development Community),
podamos salir de esta situación”.
La Iglesia, vista como un organismo de mediación y un de apoyo a las
poblaciones afectadas por conflictos o desastres, juega un papel
protagonista en este complicado momento.
“Actualmente - concluye el obispo - no es posible iniciar ninguna
mediación porque no sabríamos con quién negociar. La Iglesia ha estado y
estará siempre a plena disposición del diálogo y se ofrece
permanentemente como mediadora de confianza. Hemos cumplido con nuestro
deber de hablar, de denunciar la guerra desde sus inicios, posición que
no agradó a mucha gente, incluidos los representantes del gobierno.
El Iglesia ha activado la distribución de ayuda humanitaria a través de
Caritas. Además, recientemente también ha creado un grupo de unas 70
personas que brindarán servicio de apoyo psicosocial a las personas,
permitiéndoles contar su historia, sus traumas, sus tragedias y poder,
con su ayuda, levantar la cabeza y empezar de nuevo”.