martes, 18 de diciembre de 2012

BENEDICTO XVI: Ángelus (Dic. 9 y 8) y Carta (Dic. 6);


ÁNGELUS DEL PAPA BENEDICTO XVI

Plaza de San Pedro
II Domingo de Adviento
9 de Diciembre de 2012

Queridos hermanos y hermanas:

En el tiempo de Adviento la liturgia pone de relieve, de modo particular, dos figuras que preparan la venida del Mesías: la Virgen María y Juan Bautista. Hoy san Lucas nos presenta a este último, y lo hace con características distintas de los otros evangelistas. «Los cuatro Evangelios sitúan la figura de Juan el Bautista al comienzo de la actividad de Jesús, presentándolo como su precursor. San Lucas ha trasladado hacia atrás la conexión entre ambas figuras y sus respectivas misiones... Ya en la concepción y el nacimiento, Jesús y Juan son puestos en relación entre sí» (La infancia de Jesús, 21). Este planteamiento ayuda a comprender que Juan, en cuanto hijo de Zacarías e Isabel, ambos de familias sacerdotales, no sólo es el último de los profetas, sino que representa también el sacerdocio entero de la Antigua Alianza y por ello prepara a los hombres al culto espiritual de la Nueva Alianza, inaugurado por Jesús (cf. ibid. 25-26). Lucas además deshace toda lectura mítica que a menudo se hace de los Evangelios y coloca históricamente la vida del Bautista, escribiendo: «En el año decimoquinto el imperio del emperador Tiberio, siendo Poncio Pilato gobernador... bajo el sumo sacerdocio de Anás y Caifás» (Lc 3, 1-2). Dentro de este marco histórico se coloca el auténtico gran acontecimiento, el nacimiento de Cristo, que los contemporáneos ni siquiera notarán. ¡Para Dios los grandes de la historia hacen de marco a los pequeños!
Juan Bautista se define como la «voz que grita en el desierto: preparad el camino al Señor, allanad sus senderos» (Lc 3, 4). La voz proclama la palabra, pero en este caso la Palabra de Dios precede, en cuanto es ella misma la que desciende sobre Juan, hijo de Zacarías, en el desierto (cf.Lc 3, 2). Por lo tanto él tiene un gran papel, pero siempre en función de Cristo. Comenta san Agustín: «Juan es la voz. Del Señor en cambio se dice: “En el principio existía el Verbo” (Jn 1, 1). Juan es la voz que pasa, Cristo es el Verbo eterno que era en el principio. Si a la voz le quitas la palabra, ¿qué queda? Un vago sonido. La voz sin palabra golpea el oído, pero no edifica el corazón» (Discurso 293, 3: pl 38, 1328). Es nuestra tarea escuchar hoy esa voz para conceder espacio y acogida en el corazón a Jesús, Palabra que nos salva. En este tiempo de Adviento preparémonos para ver, con los ojos de la fe, en la humilde Gruta de Belén, la salvación de Dios (cf. Lc 3, 6). En la sociedad de consumo, donde existe la tentación de buscar la alegría en las cosas, el Bautista nos enseña a vivir de manera esencial, a fin de que la Navidad se viva no sólo como una fiesta exterior, sino como la fiesta del Hijo de Dios, que ha venido a traer a los hombres la paz, la vida y la alegría verdadera.
A la materna intercesión de María, Virgen de Adviento, confiamos nuestro camino al encuentro del Señor que viene, para estar preparados a acoger, en el corazón y en toda la vida, al Emanuel, Dios-con-nosotros.

Después del Ángelus

(En francés)

El Adviento nos invita a salir al encuentro del Señor, por tanto, a ponernos en camino. Esta realidad es muy familiar a las personas obligadas a dejar su propia región por diversos motivos, entre estos, las guerras y la pobreza. Los emigrantes conocen la precariedad y encuentran a menudo poca comprensión. ¡Que puedan ser acogidos y tener una existencia digna! En este tiempo de preparación para la Navidad, ¡que una solidaridad fraterna y alegre salga al encuentro de sus necesidades y sostenga sus esperanzas! No olvidemos que cada cristiano está en camino hacia su verdadera patria: el cielo. ¡Cristo es el camino! Que la Virgen María, quien conoció los viajes y el exilio, nos acompañe en nuestro camino.

(En español)

Saludo cordialmente a los fieles de lengua española presentes en esta oración mariana. La liturgia de la Palabra de este domingo nos muestra cómo san Juan Bautista exhorta al pueblo a la conversión, esperando de los hombres de su tiempo una respuesta concreta de fe. Que la Santísima Virgen, que supo dar su “sí” incondicional al Señor, nos ayude a ratificar cada día nuestras promesas bautismales, para que, por los frutos de las buenas obras, seamos testigos ante el mundo de la gracia de Dios que actúa en nosotros. Feliz domingo.

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SOLEMNIDAD DE LA INMACULADA CONCEPCIÓN
DE LA VIRGEN MARÍA

ÁNGELUS DEL PAPA BENEDICTO XVI

Plaza de San Pedro
Sábado 8 de Diciembre de 2012


Queridos hermanos y hermanas:

Os deseo a todos feliz fiesta de María Inmaculada. En este Año de la fe desearía subrayar que María es la Inmaculada por un don gratuito de la gracia de Dios, que encontró en Ella perfecta disponibilidad y colaboración. En este sentido es «bienaventurada» porque «ha creído» (Lc 1, 45), porque tuvo una fe firme en Dios. María representa el «resto de Israel», esa raíz santa que los profetas anunciaron. En ella encuentran acogida las promesas de la antigua Alianza. En María la Palabra de Dios encuentra escucha, recepción, respuesta; halla aquel «sí» que le permite hacerse carne y venir a habitar entre nosotros. En María la humanidad, la historia, se abren realmente a Dios, acogen su gracia, están dispuestas a hacer su voluntad. María es expresión genuina de la Gracia. Ella representa el nuevo Israel, que las Escrituras del Antiguo Testamento describen con el símbolo de la esposa. Y san Pablo retoma este lenguaje en la Carta a los Efesios donde habla del matrimonio y dice que «Cristo amó a su Iglesia: Él se entregó a sí mismo por ella, para consagrarla, purificándola con el baño del agua y la palabra, y para presentarse a Él mismo la Iglesia toda gloriosa, sin mancha ni arruga ni nada semejante, sino santa e inmaculada» (5, 25-27). Los Padres de la Iglesia desarrollaron esta imagen y así la doctrina de la Inmaculada nació primero en referencia a la Iglesia virgen-madre, y sucesivamente a María. Así escribe poéticamente Efrén el Sirio: «Igual que los cuerpos mismos pecaron y mueren, y la tierra, su madre, está maldita (cf. Gn3, 17-19), así, a causa de este cuerpo que es la Iglesia incorruptible, su tierra está bendita desde el inicio. Esta tierra es el cuerpo de María, templo en el cual se ha puesto una semilla» (Diatessaron4, 15: SC 121, 102).
La luz que promana de la figura de María nos ayuda también a comprender el verdadero sentido del pecado original. En María está plenamente viva y operante esa relación con Dios que el pecado rompe. En Ella no existe oposición alguna entre Dios y su ser: existe plena comunión, pleno acuerdo. Existe un «sí» recíproco, de Dios a ella y de ella a Dios. María está libre del pecado porque es toda de Dios, totalmente expropiada para Él. Está llena de su Gracia, de su Amor.
En conclusión, la doctrina de la Inmaculada Concepción de María expresa la certeza de fe de que las promesas de Dios se han cumplido: su alianza no fracasa, sino que ha producido una raíz santa, de la que ha brotado el Fruto bendito de todo el universo, Jesús, el Salvador. La Inmaculada demuestra que la Gracia es capaz de suscitar una respuesta; que la fidelidad de Dios sabe generar una fe verdadera y buena.
Queridos amigos: esta tarde, como es costumbre, me acercaré a la Plaza de España al homenaje a María Inmaculada. Sigamos el ejemplo de la Madre de Dios, para que también en nosotros la gracia del Señor encuentre respuesta en una fe genuina y fecunda.

Después del Ángelus

Queridos hermanos y hermanas:

Deseo ante todo asegurar mi cercanía a las poblaciones de Filipinas golpeadas en días pasados por un violento huracán. Rezo por las víctimas, por sus familias y por los numerosos desplazados. Que la fe y la caridad fraterna sean la fuerza para afrontar esta difícil prueba.

(En español)


Saludo con afecto a los peregrinos de lengua española que participan en esta oración mariana. Celebramos hoy la Solemnidad de la Virgen Inmaculada, preservada de toda mancha de pecado original. Es una fiesta en la que reconocemos que María Santísima, la toda hermosa, ha sido desde el primer momento de su existencia envuelta por el amor del Padre, colmada por la gracia del Hijo y cubierta con la sombra del Espíritu Santo. Encomiendo a Ella, al tenerla como ejemplo de gracia y modelo de santidad, los anhelos y buenos deseos que infunde en nosotros este tiempo de Adviento. Muchas gracias.

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CARTA DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI
A S.E. SPYRIDON, METROPOLITA DE HELIÓPOLIS,
CON MOTIVO DE LA MUERTE DEL PATRIARCA IGNACIO IV HAZIM

Eminencia:

Acabo de saber, con tristeza, que el Señor ha llamado consigo a Su Beatitud Ignacio IV Hazim, Patriarca greco-ortodoxo de Antioquía y de todo Oriente. Le expreso a usted, al Santo Sínodo y a todos los miembros de la Iglesia mis más sinceras condolencias y aseguro mi unión en la oración con cuantos lloran a su padre y pastor.
Durante su larga vida al servicio del Evangelio, el desaparecido Patriarca ofreció un testimonio luminoso de fe y de caridad, obrando con dedicación para la elevación espiritual de la grey que se le había encomendado y por la gran causa de la reconciliación y de la paz entre los hombres.
Doy gracias al Señor por la contribución positiva y eficaz que el Patriarca Ignacio dio al proceso de reacercamiento entre nuestras dos Iglesias. ¡Que su recuerdo nos invite también a proseguir el camino del diálogo y de la búsqueda de la plena comunión en Cristo!
Os confirmo mi oración por los fieles de vuestra Iglesia que se encuentran sufriendo y por la paz en la región, y, ratificando toda mi participación, le ruego que acepte, eminencia, la expresión de mis sinceros saludos en Cristo.

Vaticano, 6 de Diciembre de 2012
BENEDICTO XVI



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