Duque de Caxias, BRASIL (Agencia Fides, 02/02/2016) – “Hace unos días que he vuelto de vivir
la experiencia de la ‘misión jóvenes’ en Rondonia, Brasil. Es una
iniciativa promovida por la pastoral juvenil de la diócesis de Niteroy
(Río de Janeiro, cerca de Duque de Caxias) con la colaboración de los
sacerdotes misioneros de esta diócesis que trabajan en la zona misionera
cerca de Porto Velho”. Así lo explica a la Agencia Fides don Benedetto
Zampieri, misionero italiano fidei donum en Brasil, que actualmente está
junto a otros fidei donum de la diócesis de Padova, en la diócesis de
Duque de Caxias, y que se prepara para trabajar en la diócesis de
Roraima a partir de junio.
“Han sido tres semanas intensas, en una zona totalmente aislada, ricas
de encuentros y de provocaciones, para conocer la realidad de las
pequeñas comunidades rurales de la región amazónica” continua el
sacerdote. “Por la mañana, con mi mochila llegaba a una comunidad donde
ya estaban trabajando grupos de 4 o 5 jóvenes misioneros desde hacia
unos días, luego nos dirigíamos a otra para poder encontrarnos con todos
los núcleos de base. Participaba con ellos en la oración de la mañana y
en la visita a las familias. Por la tarde celebraba la eucaristía y me
quedaba para el grupo bíblico o el rosario. Cada noche dormía alojado en
una familia diferente. La vida de las comunidades rurales, formadas por
unas 10 o 20 familias, es particular. Son núcleos formados por familias
de pequeños agricultores provenientes de todo Brasil en busca de
tierras cultivables para su propia subsistencia. Los primeros habitantes
llegaron hace unos 15 o 20 años, cuando todo era jungl
a, en
los confines con la zona indígena. Luego gracias al trabajo,
consiguieron construir el sendero para llegar al centro del pueblo.
Cultivan arroz, judías, café, cacao, bananos, castañas, coco y otras
frutas tropicales y crían ganado bovino (8 cabezas cada uno) para la
producción de leche o de carne”.
Don Benedetto continúa describiendo la realidad en la que trabaja así:
“Entre una comunidad y otra, entre una casa y otra, hay distancias
enormes. Las comunidades católicas son una minoría, muchas personas se
unen a las comunidades evangélicas, porque llegaron a esta zona antes.
Sin embargo la gente está dispuesta a caminar a pie incluso 10
kilómetros, haga el tiempo que haga, con tal de ir a misa esa vez al mes
en la que el sacerdote consigue llegar.
Los problemas más relevantes
están vinculados al alcohol y a la violencia doméstica que produce; al
fenómeno de los adolescentes que ya a los 15 años de edad dejan a sus
familias para moverse más cerca del centro” concluye el misionero.