''Hay
muchas formas en que se manifiesta esta actitud de indiferencia
-explicó- y también son diversas las causas que contribuyen a
alimentarla, pero esencialmente se remontan a un humanismo
desequilibrado, en que el hombre ha tomado el lugar de Dios y, por lo
tanto, se ha convertido, a su vez, en víctima de diversas formas de
idolatría. Incluso la crisis ecológica seria que estamos viviendo se
remonta a este desequilibrio antropológico. La indiferencia hacia Dios,
hacia el prójimo y hacia el ambiente están vinculadas entre sí y se
alimentan recíprocamente. Por lo tanto se pueden combatir solamente con
una respuesta que las enfrente juntas, es decir con un nuevo humanismo
que recoloque al ser humano en su justa relación con el Creador, con los
demás y con la creación. Se trata, de construir una cultura de la
solidaridad y la compartición en ámbito social, cultural y
educativo...Todo ello es necesario para vencer la indiferencia y
construir la paz''.
Después
el Pontífice se refirió al año que está por terminar, marcado por
desgracia por una multiplicación de conflictos violentos, tanto bélicos
como terroristas. ''Una situación -observó- que está causando cada vez
más en las conciencias maduras una reacción no violenta, sino espiritual
y moral. Es la que queremos y debemos alimentar con los medios a
nuestra disposición y de acuerdo con nuestras responsabilidades. La
Iglesia Católica, de acuerdo con su misión, con el Jubileo de la
Misericordia, se propone difundir en todo el mundo el espíritu de perdón
y reconciliación, llamando a los fieles y a los hombres y mujeres de
buena voluntad a abrirse al don de la gracia de Dios y a practicar lo
que en nuestra tradición son las "obras espirituales y corporales de
misericordia". Los Estados están llamados también a hacer gestos
concretos, actos de valentía para con las personas más frágiles de su
sociedad, como los encarcelados, los emigrantes, los desempleados y los
enfermos. Deseo, además, en este Año jubilar, formular un llamamiento
urgente a los responsables de los Estados para hacer gestos concretos en
favor de nuestros hermanos y hermanas que sufren por la falta de
trabajo, tierra y techo. En ámbito internacional espero vivamente que
toda Nación se comprometa a renovar sus relaciones con otros pueblos
para que se llegue a la fraternidad también dentro de la familia de las
naciones''.
El
Papa concluyó su discurso enviando a través de los nuevos
representantes diplomáticos no residentes un saludo fraternal a los
pastores y fieles de las comunidades católicas presentes en sus países,
animándoles a contribuir siempre con lealtad al bien común de la
sociedad. ''Y lo podrán hacer más y mejor -subrayó- cuánto más se
reconozca efectivamente su plena libertad religiosa. La Santa Sede, por
su parte, se honra de instaurar con cada uno de ustedes y de los países
que representan un diálogo abierto y respetuoso y una colaboración
constructiva''.