El Cardenal Turkson comenzó explicando que en una época en que la actitud
general de indiferencia está generalizada el Papa trata a fondo el
problema de esta "globalización de la indiferencia", que partiendo de la
indiferencia a Dios se extiende a los seres humanos y a la creación. El
ser humano se siente autosuficiente y piensa que no debe nada a nadie,
excepto a sí mismo y se atribuye solamente derechos y no deberes.
''Después
de demostrar que la paz se ve amenazada por la indiferencia a todos los
niveles -señaló el purpurado- el Mensaje ofrece una reflexión bíblica y
teológica, que nos permite comprender la necesidad de superar la
indiferencia para abrirnos a la compasión, la misericordia y al
compromiso, y por tanto a la solidaridad''. Esta última se define como
una virtud moral y una actitud que aquellos que tienen responsabilidades
de tipo educativo o de formación, como las familias, los profesores,
los trabajadores de la cultura y los medios de comunicación social,
están llamados a cultivar''.
El
documento reafirma la confianza en la capacidad de ser humano para
vencer el mal con el bien e indica las múltiples formas de solidaridad
presentes en la sociedad en favor de las víctimas de los conflictos
armados, de los pobres y los migrantes y concluye con un llamamiento del
Santo Padre para que cada uno, en el espíritu del Jubileo de la
Misericordia, adopte un compromiso concreto para ayudar a mejorar la
realidad en la que vive, de su familia, del barrio o del entorno de
trabajo. Por eso, no es la indiferencia el centro del mensaje sino la
esperanza en la capacidad del ser humano de no ceder a la resignación y a
la indiferencia y, en este sentido, el Papa cita algunos
acontecimientos claves de 2015, como la COP 21 sobre el clima, la Cumbre
de Addis Abeba para recaudar fondos para el desarrollo sostenible del
mundo, la adopción de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, y el
50 aniversario de la publicación de Nostra Aetate y la Gaudium et Spes,
dos documentos del Concilio Vaticano II que abrieron la puerta del
diálogo con las religiones no cristianas y con toda la familia humana.
La
Subsecretaria Flaminia Giovanelli puso en evidencia la continuidad del
magisterio del Papa FRANCISCO con el de sus predecesores Benedicto XVI y
Juan Pablo II, resaltando que el primero había individuado en la
cuestión antropológica la cuestión social actual, señalando el problema
del nihilismo, mientras el vínculo con san Juan Pablo II era
particularmente visible en la indicación del camino de la misericordia
para contrastar la indiferencia.
Por
su parte Vittorio V. Alberti subrayó que si la paz exige una victoria y
una conquista es porque hay un contraste. ''La indiferencia -dijo-
afecta a la esfera pública (política y cultura) y Francisco escribe
solamente una vez una palabra que es capital en este contraste:
corrupción. La llama cáncer social. Cuando era cardenal la había llamado
''cansancio de la trascendencia''...resignación, curvarse sobre sí
mismo....Esa es la corrupción. Son tantas las palabras claves del
Mensaje: capacidad de la persona, apatía, desapego y cierre, compromiso
concreto para contribuir a mejorar la realidad. Pero ¿mejorar en nombre
de qué?''.
''Si
no creo que haya un futuro- continuó- no creo que las cosas tengan
sentido. Y si no creo ¿dónde puedo encontrar la confianza y la fuerza
para el compromiso, para contrastar la corrupción venciendo la
indiferencia?...Pero ¿ésto es hoy una culpa?. Lo es y no lo es. Y éste
es, quizás, el territorio más dramático del mensaje: la indiferencia que
hay que tratar con misericordia. Si veo Palmira destruida o la
corrupción que se difunde me siento aplastado porque no creo que todos
juntos podamos cambiar este estado de cosas. Ahí está el nihilismo''.
''La
misericordia no es solamente un hecho moral, sino mental e intelectual:
es libertad de pensamiento y Francisco nos está dando las claves
profundas para combatir la indiferencia. Está dando la base cultural
para combatir la corrupción encuadrándola en el marco más amplio de la
crisis del tiempo actual que es una crisis cultural. La falta de sentido
es el sufrimiento más grande porque obligándonos a un presente perenne
corrompe el pasado, el futuro y el presente mismo, agotando la
trascendencia, debilitando el ir más allá, hacia un sueño o un ideal.
Francisco nos dice que hace falta una respuesta cultural, una filosofía
de la historia en nombre de la cual combatir la corrupción'', concluyó.
El Arzobispo de Monreale en el texto enviado recuerda que es determinante
para la credibilidad de la Iglesia que testimonie en primera persona la
misericordia con las personas más frágiles de la sociedad entre las que
el Papa cita a los presos y escribe:
''Espero que en la Iglesia y en la
sociedad civil se tenga en cuenta el artículo de la Constitución
Italiana que afirma que las penas no pueden consistir en tratamientos
contrarios al sentido de humanidad y deben tender a la reeducación del
condenado. La pena dentro de la prisión tiene sentido si, mientras
reafirma las exigencias de la justicia y desalienta el crimen, sirve
para la renovación de la persona, ofreciendo a quien se ha equivocado
una posibilidad para reflexionar y cambiar de vida, para reinsertarse
plenamente en la sociedad. La comunidad cristiana está llamada a educar,
ayudar, rehabilitar, a hacer sentirse a cada persona digna de ser amada
y promovida en la vida social''.
A
su vez don Luigi Ciotti escribe que ''la paz en la perspectiva de
FRANCISCO es lo contrario del quietismo, del quedarse tranquilo. La
verdadera paz comienza con un despertar espiritual que tiene inmediatas
repercusiones prácticas y exige encarnarse en acciones que llaman en
causa sea nuestro ser personas que nuestro ser ciudadanos...Habitar las
''periferias'' es el primer paso para la construcción de la paz, la base
de una civilización más humana y de una sociedad de la cercanía, donde
las personas no sean instrumento del provecho, y el bienestar de unos
pocos no signifique la pobreza, la desesperación y la muerte de tantos
otros''.