“La petición de enterrar a los muertos puede parecer extraña –observó– y, sin embargo en algunas zonas del mundo que viven bajo el flagelo de la guerra, bajo bombardeos que día y noche siembran miedo y víctimas inocentes, esta obra es tristemente actual. La Biblia cuenta con un hermoso ejemplo, el del anciano Tobit, que, a riesgo de su propia vida, enterraba a los muertos a pesar de la prohibición del rey. También hoy en día hay personas que arriesgan sus vidas para enterrar a los pobres víctimas de la guerra. Por lo tanto, esta obra de misericordia corporal no está lejos de nuestra existencia diaria. Y nos hace pensar acerca de lo sucedido en el Viernes Santo cuando… José de Arimatea… un miembro del Sanedrín, convertido en discípulo de Cristo… ofreció para él su sepulcro nuevo, excavado en la roca y fue personalmente ante Pilato para pedirle el cuerpo de Jesús: una verdadera obra de misericordia hecha con gran valor. Para los cristianos, la sepultura es un acto de piedad, pero también un acto de gran fe. Depositamos en la tumba el cuerpo de nuestros seres queridos, con la esperanza de su resurrección. Es un rito que sigue siendo muy fuerte y sentido en nuestro pueblo, y encuentra resonancia especial en este mes de noviembre, dedicado en particular, al recuerdo y la oración por los difuntos”.
“Rezar por los muertos es, ante todo, un signo de gratitud por el testimonio que nos han dejado y por el bien que han hecho –afirmó el Papa ante los fieles presentes en el Aula Pablo VI– Se trata de una acción de gracias al Señor por habernóslos dado y por su amor y su amistad. La Iglesia reza por los muertos de una manera especial durante la Santa Misa… Un recuerdo sencillo, eficaz, cargado de significado, porque confía nuestros seres queridos a la misericordia de Dios. Rezamos con esperanza cristiana para que estén con Él en el paraíso, a la espera de encontrarnos juntos en ese misterio de amor que no entendemos, pero que sabemos que es verdad porque es una promesa que Jesús hizo”.
Pero el recuerdo de los difuntos no debe hacernos olvidar que hay que rezar también por los vivos, que enfrentan junto con nosotros todos los días las pruebas de la vida. “La necesidad de esta oración resulta más evidente si la contemplamos a la luz de la profesión de fe que dice: "Creo en la comunión de los santos. Es el misterio que expresa la belleza de la misericordia que Jesús nos ha revelado. –explicó el Pontífice– Indica que todos estamos inmersos en la vida de Dios y vivimos en su amor. Todo el mundo, vivos y muertos… Somos todos de la misma familia, unidos. Y por eso rezamos los unos por los otros”.
“¡Cuántas maneras diferentes hay de rezar por nuestro prójimo!” –exclamó– Todas son válidas y Dios las acepta si brotan del corazón “ Y mencionó Francisco a las madres y los padres que bendicen a sus hijos por la mañana y por la noche, a los que rezan por los enfermos y van a visitarlos, o la intercesión silenciosa, a veces con lágrimas en tantas situaciones difíciles por las que rezar... En este contexto el Papa habló de un empresario que había ido ayer a la misa en Santa Marta y que se ve obligado a cerrar su fábrica pero no quiero hacerlo. El empresario lloraba porque no quería dejar en la calle a más de 50 familias, aunque pudiera declarar la quiebra de la compañía e irse a casa. “Ese es un buen cristiano –dijo FRANCISCO– que vino a misa para rezar para que el Señor le ayudase a encontrar una salida, no solo para él sino para esas 50 familias. Ese es un hombre que sabe cómo orar con el corazón y con las obras, sabe cómo rezar por los demás”.
También habló el Papa de otra oración, la de acción de gracias, por las buenas noticias que llegan de algún amigo, de algún familiar. "Gracias, Señor, por esto tan bello”. Eso también es rezar por los demás –dijo– Dar gracias a Dios cuando las cosas van bien. A veces, como dice San Pablo, "no sabemos cómo pedir para orar como conviene: más el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos inefables"… Abramos, pues nuestro corazón… Rezar y dejar que el Espíritu Santo rece en nosotros. Esto es hermoso en la vida: Reza dando gracias a Dios, alabándolo, pidiendo algo, llorando cuando hay algún problema, como ha hecho ese hombre. Pero con el corazón siempre abierto al Espíritu para que rece en nosotros, con nosotros y por nosotros”.
“La catequesis, como dije al principio, termina aquí – se despidió el Santo Padre –. Hemos recorrido las catorce obras de misericordia, pero la misericordia continua, y hay que ejercerla en estas catorce formas”.