CIUDAD DEL VATICANO (http://press.vatican.va - 22 de septiembre de 2018).-Homilía pronunciada por el Prefecto de la Congregación para las Causas
de los Santos, el Cardenal Giovanni Angelo Becciu, esta mañana en
Nisiporeşti (Rumania), durante la misa de beatificación de Verónica
Antal, mártir fiel laica de la Orden Franciscana Seglar:
Homilía
"¿Quién nos separará del amor de Cristo?"
Queridos hermanos y hermanas:
Esta pregunta, que escuchamos en la segunda lectura, la dirigió San
Pablo a los cristianos de la ciudad de Roma, en tiempos del emperador
Nerón. El apóstol enumera las causas que amenazaban a los que profesaban
la fe en Jesucristo en ese ambiente pagano y hostil al Evangelio: "La
tribulación, la angustia, la persecución, el hambre, la desnudez, el
peligro, la espada" (Ibíd.) Incluso si todo esto nos amenaza y pone
nuestras vidas en peligro, San Pablo nos asegura: "en todo esto somos
más que vencedores gracias a aquel que nos amó" (v.37). Y agrega: "ni la
muerte ni la vida... ni ninguna criatura puede separarnos del amor de
Dios, que es en Cristo Jesús, Señor nuestro" (v. 39).
Estas palabras se remontan a la época en que los discípulos de Cristo
eran sometidos a duras pruebas y persecuciones. Hoy, al releer las
mismas palabras aquí en Nisieporeşti, durante el rito de beatificación
de Verónica Antal, nos damos cuenta de que existen similitudes con los
acontecimientos relacionados con la nueva beata. Ella, frente a la
amenaza de la muerte, tuvo que hacerse la misma pregunta: "¿Quién me
separará del amor de Cristo? ¿Quizás la muerte? ". Con tantos hombres y
mujeres en todos los tiempos y en todos los continentes que han ofrecido
al divino Esposo el supremo testimonio, Verónica pudo decir: "En todas
estas cosas somos más que vencedores gracias a aquel que nos amó." Tenía
ante sí un ejemplo de joven virtuosa, que la había fascinado durante
mucho tiempo: la italiana Santa María Goretti, ícono de la virtud de la
pureza que resiste a la brutal violencia de los sentidos.
Hoy, es una joven hija de Rumania la que se muestra como modelo en el
testimonio heroico del Evangelio. Ella consagró su vida a Jesús y le
fue fiel hasta el martirio, que tuvo lugar en un contexto trágico de
gran sufrimiento y persecución para los cristianos de esta tierra. En
aquel tiempo triste, ortodoxos, católicos y protestantes eran
encarcelados no solo porque se oponían al régimen, sino también porque
estaban dispuestos a dar testimonio de su fe en Jesús, un aspecto que a
los ojos de los perseguidores se presentaba como la "culpa" más grande
que castigar. La vida de la comunidad católica era especialmente puesta a
prueba por la doctrina comunista: todos los obispos de la Iglesia
greco-católica de Rumanía, y los de la Iglesia Católica de rito latino
fueron perseguidos y encarcelados; y con ellos muchos sacerdotes,
religiosos y religiosas. La educación marxista-leninista fue dañina para
toda la sociedad rumana, ya que excluía a Dios y los valores cristianos
del horizonte de la vida de las personas, en un intento por destruir
las almas.
A pesar de la violencia, la persecución y la detención en este país,
los obispos, los sacerdotes, las personas consagradas y muchos fieles
laicos demostraron un gran valor en el don de sí mismos, un indomable
apego a Cristo y a su Iglesia, y conservaron intacta su fe Al proclamar
beata a la joven Verónica Antal, pensamos con ánimo agradecido y orante,
también a su sacrificio, que queda esculpido con los colores de la
sangre en la historia del siglo XX. La propia Verónica oraba mucho,
especialmente por los obispos y sacerdotes que llenaban las cárceles del
régimen ateo. Y lo hacía desde la celda contigua a la casa de su padre,
donde se había retirado, conformándose cada vez más plenamente a su
esposo divino. A pesar de que no podía vivir en un verdadero convento de
monjas consagradas, ya que el régimen comunista había suprimido todas
las formas de vida religiosa de la Iglesia Católica en Rumania, su vida
fue la de una persona totalmente dedicada a Dios. A los 17 años, también
hizo el voto de castidad en secreto y empezó a vivir una vida de
meditación y dedicación a los enfermos y ancianos, adhiriéndose también
a la Orden Franciscana Seglar y a la Militia de la Inmaculada.
Su ayuda caritativa a los necesitados se caracterizaba por una
profunda humildad y un compromiso generoso, buscando solamente construir
el reino de Dios en medio de sus hermanos, sin hacer ninguna distinción
entre los fieles pertenecientes a la Iglesia Católica o a la Ortodoxa.
Dio así un ferviente testimonio de fraternidad y diálogo sincero,
siempre necesario para que la reconciliación y la colaboración
prevalezcan sobre las divisiones y los desacuerdos. Y precisamente en
ese período de sufrimiento, los cristianos, divididos en el curso de la
historia, se descubrieron más cerca o se solidarizaron. Su sacrificio
ofrece un mensaje muy claro también para nosotros: encontrar la
solidaridad y la comunión recíproca, incrementando ese ecumenismo del martirio,
que el Santo Padre Francisco recuerda sin cesar. Un campo de
colaboración particularmente importante hoy entre ortodoxos y católicos
se refiere a la defensa de las raíces cristianas de Europa y los valores
cristianos y el testimonio común en cuestiones como la familia, la
bioética, los derechos humanos, la honestidad en la vida pública, la
ecología. El compromiso unitario en estos temas dará una contribución
importante al crecimiento moral y civil de la sociedad.
La beatificación de esta joven de veinte años es una ocasión
providencial para confirmar la misión de la comunidad católica en este
país. Es tarea de todos preservar y transmitir el patrimonio de la fe y
el apego a los valores humanos y espirituales con valor y renovado
entusiasmo misionero. Se trata de beber de la fuente del amor de Dios y
de la frescura original del Evangelio, con el fin de identificar nuevos
caminos, nuevos enfoques pastorales y métodos creativos que se adhieran a
las circunstancias actuales. En la realidad social y cultural de hoy,
tenemos ante nosotros el ejemplo de la beata Verónica, que, debido a la
escasez de sacerdotes - muchos de ellos encarcelados por el régimen - se
dedicó a la educación religiosa de los niños y jóvenes, enseñándoles el
catecismo y loa verdaderos valores cristianos, invitándolos a
abrazarlos y cultivarlos para convertirse en buenos cristianos y leales
ciudadanos de su patria.
Ayer como hoy, los discípulos de Cristo tienen dificultades para
anunciar y vivir con coherencia el Evangelio: la fidelidad a Cristo a
veces lleva a ser ridiculizados o incomprendidos. No solo, sino que
están llamados a enfrentarse con valor sereno a ciertas corrientes
culturales que pretenden imponer un pensamiento único y eliminar los
valores cristianos de la convivencia humana.
Vosotros, queridos creyentes de Rumania, frente a la adversidad y los
obstáculos para vivir la fe, confiaos a la intercesión de la nueva
beata y repetid con ella las palabras de San Pablo "Nada puede
separarnos del amor de Dios en Cristo Jesús, nuestro Señor "(ver Rom.
8:39). El verdadero amor que viene de Dios, el amor que ella vivió, es
necesario en este mundo en el que muchos hombres y mujeres conocen la
angustia, la miseria, el hambre y, en demasiadas regiones del mundo, la
persecución, el rechazo, la violencia, guerra. Que la beata Verónica,
ayude a sus compatriotas a ser protagonistas de la bondad y la paz, de
la solidaridad y la acogida, especialmente hacia las personas más
frágiles y desfavorecidas.
En este país, como en muchos otros, el régimen comunista pretendió
borrar a Dios, destruyó iglesias, formó las generaciones más jóvenes al
ateísmo, pero no pudo borrar la fe del corazón de muchas familias. Me
dirijo especialmente a los jóvenes: hoy hay otras tipologías de
opresores que intentan seduciros y nublar vuestra experiencia cristiana.
El mensaje que os deja, sobre todo a vosotros, la joven Verónica es un
mensaje de luz y esperanza: el ser humano tiene algo que lo empuja a
arriesgar su vida con valentía en nombre de la dignidad humana, la
libertad y la fe religiosa. Es capaz de resistir cualquier ataque de
odio y violencia, sin renunciar a la verdad y el amor.
Dios le dé a Rumanía el mismo coraje que tuvo Verónica Antal, para
caminar por los senderos del bien y el amor. Ella no ha renegó del
Señor, ella que para defender la virtud de la castidad no dudó en
sacrificar su vida, nos haga cada vez más conscientes de que somos
salvados por Cristo, por lo tanto nada podrá "separarnos del amor de
Dios en Cristo Jesús ". La beata Verónica, sin temer a los que matan el
cuerpo pero no tienen poder de matar el alma, es recibida por Jesús, su
esposo, que le dice: "Me has reconocido ante los hombres, yo también te
reconoceré delante del Padre mío que está en los cielos "(ver Mt 10,
32).
¡Joven hermana nuestra, consigue para nosotros del Señor la gracia
de estar unidos para siempre en Él y entre nosotros en alegría y amor
evangélico!
Repitamos juntos: ¡Beata Verónica, ruega por nosotros!