Bangkok, TAILANDIA (Agencia Fides, 30/03/2021) – “Para Tailandia es imposible controlar, más
allá de sus fronteras territoriales, el origen de los narcóticos y los
cárteles que lideran el tráfico y que hacen todo lo posible para
introducir la droga en el país. Las comunidades de los pueblos ven cómo
se extiende el consumo y el comercio de drogas y cada vez más jóvenes
tailandeses son víctimas del sufrimiento de la adicción. Se trata de
varios tipos de drogas: anfetaminas, alcohol, heroína, inhalantes,
metanfetamina, opio, marihuana, cocaína y mezclas de diferentes
ingredientes”. El hermano Anurak Nidhibhadrabhorn, de la congregación de
los Hermanos de San Gabriel, habla con la Agencia Fides de un problema
que afecta a muchas personas en todo el sudeste asiático y que en
Tailandia es, como en otros lugares, una grave cuestión social, a la que
la Iglesia también intenta poner remedio.
La Fundación de los Hermanos de San Gabriel y la Communal Life of Love
and Unity of the Mountain People (Vida Comunitaria de Amor y Unidad de
los Pueblos de la Montaña - CLUMP) han creado la “Casa de la Compasión”,
una institución privada sin ánimo de lucro cuyo objetivo es rehabilitar
a hombres de entre 14 y 55 años en la provincia tailandesa de Chiang
Mai mediante un tratamiento contra la droga.
Las modalidades de tratamiento hacen uso de comunidades terapéuticas,
atención sanitaria holística y humanizada en un programa de
rehabilitación que dura de 4 a 18 meses. Después de este periodo, tras
pasar las evaluaciones sobre los efectos del programa, los adictos
entran en un nuevo periodo de seguimiento de un año mediante un
procedimiento de comunidad terapéutica. El programa toca las esferas de
la espiritualidad, la psicología y la atención física y social a través
de prácticas de formación orientadas a la reinserción social. En su
último informe, la casa de la Compasión puede presumir de una tasa media
de recuperación superior al 85%, con una mejora significativa en los
últimos 4 años en comparación con los 5 anteriores
A la pregunta sobre cómo surgió la iniciativa y cómo se estructuró el camino de la Casa de la Compasión el Hermano Anurak, responde: “A pesar de sus esfuerzos diarios, las personas con adicciones necesitan servicios y cuidados adicionales para encontrarse a sí mismas como personas. Necesitan – añade -, una especie de plataforma compasiva para revivir sus vidas. En un momento dado, mi inspiración personal en la rehabilitación de drogodependientes se encontró providencialmente con un equipo de profesionales solidarios: estaban tan frustrados y hartos de los diversos vetos de la burocracia en un centro gubernamental de tratamiento de la drogodependencia que se dirigieron a mí para encontrar una forma alternativa de atender a los drogodependientes. Consultando con el padre John Murry, mi padre espiritual, nació la Casa de la Compasión o Compassion House”.
El Hermano Anurak sabe que el camino es cuesta arriba: “Plenamente
conscientes de nuestras limitaciones, los asistentes se dieron cuenta de
las dificultades que entrañaba la creación y el funcionamiento de un
Centro; pero desde entonces, el equipo ha gestionado la operación con
profesionalidad y yo me he encargado también de la parte administrativa.
Como la mayoría de nuestros pacientes carecen de medios económicos y
los casos de tratamiento son cada vez más complejos, compartimos una
postura común: hacer lo mejor posible, buscar donantes y dejar el resto
al Señor. Ahora sentimos la necesidad de ampliar nuestros servicios a
las mujeres drogadictas - concluye Anurak -, cuya demanda de
rehabilitación va en aumento. Confiamos en nuestras modalidades de
tratamiento para comenzar, por tanto, nuestra segunda década de
actividad con la Casa de la Compasión II será para pacientes de sexo
femenino”.