Rumbek, SUDÁN DEL SUR (Agencia Fides 25/03/2021) – “He trabajado como vicario general en la
diócesis de Malakal y estaba - y estoy - muy satisfecho de mi vocación y
de mi vida como misionero. Creo que el Papa me eligió porque se
necesitaba una presencia joven y enérgica que siguiera los pasos de
Cesare Mazzolari (el anterior obispo de Rumbek, fallecido en 2011. Desde
entonces la sede estaba vacante, ed.). Era un obispo querido por el
pueblo y los fieles de la diócesis pedían alguien en continuidad,
orientado a la pastoral. Cesare era comboniano como yo y espero seguir
ese camino, con una respuesta humana y humanitaria”. Con estas palabras
se presenta a la Agencia Fides Christian Carlassare, nuevo obispo
titular de la diócesis de Rumbek, el obispo italiano más joven al
servicio de la Iglesia, desde hace 16 años en Sudán del Sur. Se marcha
de Malakal, en el Estado del Alto Nilo, para sumergirse en una nueva
realidad, en el Estado de los Lagos. De este modo, su historia de pasión
por Sudán del Sur, continúa y se profundiza, siguiendo las huellas de
una presencia de cercanía de la Iglesia católica al país más joven del
mundo (creado en 2011).
“Creo que es necesario dar un paso adelante en la formación catequética,
en la evangelización. Mi predecesor había creado el primer centro de
catequesis, pero era un período muy difícil, antes de la independencia.
Ha llegado el momento de relanzar la labor pastoral y la evangelización
directa. En Rumbek viven un millón ochocientas mil personas, hay 200.000
católicos bautizados y 800.000 protestantes. La Iglesia católica, en
cualquier caso, es vista por todos los fieles, incluidos los de otras
religiones, con gran respeto, ya sea por la tradición de cercanía al
pueblo en el ámbito social y sanitario -así como la promoción de la paz-
como por cuanto manifiesta el Papa Francisco su constante interés por
el país. Para nosotros será fundamental poner a Cristo en el centro y
fomentar la experiencia de Cristo. Se puede tener mucha gente en la
iglesia pero percibir una experiencia limitada de la presencia de
Jesús”.
El hecho de que Monseñor Carlassare sea un obispo jóven está en
consonancia con las necesidades de unos fieles muy jóvenes y de una
población que en más de un 50% tiene menos de 18 años. Las nuevas
generaciones se acercan a la fe cristiana con mayor intensidad.
“Los cristianos representan el 60% de la población, luego hay un 8% de
musulmanes y el resto son animistas, o sea, creyentes de religiones
nilóticas. Lo que me propongo hacer en los primeros días de mi nueva
misión es establecer estructuras diocesanas que promuevan la pastoral
para poner a disposición del país una Iglesia cada vez más colaboradora,
capaz de aprovechar lo que cada uno puede ofrecer. Y luego centrarnos
en la formación de los catequistas y de los que participan en la
liturgia. La Iglesia debe fundarse en la contribución de los laicos,
sobre todo dado el escaso número de ministros ordenados, podemos
centrarnos en las pequeñas comunidades cristianas formadas por laicos,
que les cuesta crecer, aunque no por incapacidad, sino por la
persistencia de los conflictos”.
La guerra sigue siendo el principal problema de Sudán del Sur. A pesar
del “acuerdo de paz de 2018 y del intento de gobierno de unidad nacional
inaugurado en noviembre de 2019 (que se mantienen pero siguen siendo
extremadamente frágiles), el conflicto que ensangrienta el país desde
2013, dos años después de la proclamación de la independencia, sigue
vivo. Los más de 400.000 muertos y los millones de desplazados internos y
externos marcan heridas que aún sangran y explican la dificultad
existente para alcanzar un nuevo inicio en el que la reconciliación
nacional domine la escena.
“Toda la población se define 'traumatizada' y se puede ver a diario: hay
mucho miedo, es muy difícil imaginar un programa a largo plazo. En este
sentido, la Iglesia juega un papel fundamental y, aunque es evidente
que aún estamos lejos de un estado de paz definitivo, vemos los últimos
acontecimientos con esperanza. Desde el famoso beso del Papa en Roma a
los pies de los líderes políticos convocados para la Pascua, hace
exactamente dos años, muchas cosas han cambiado y no cabe duda de que
los líderes de las facciones en el fondo han sentido la responsabilidad
de superar las divisiones. Vemos que hay un compromiso en el ámbito
político. Pero persisten muchos problemas: si a nivel nacional todo el
mundo habla de paz, a nivel local las pequeñas comunidades siguen muy
heridas por 8 años de conflicto. En el Alto Nilo, por ejemplo, existe el
gran problema de la tierra que desencadena enfrentamientos tribales por
las fronteras, pero es impensable, como piden algunos, dividir el
territorio tribu por tribu. La Iglesia va más allá de las tribus y está
presente entre todos los grupos, pero desgraciadamente las elecciones
están dictadas por la economía y no por los valores. La explotación del
petróleo es uno de los elementos más catastróficos”.
Además del conocido gesto del Papa, que no pierde ocasión de hablar e invocar la reconciliación para Sudán del Sur, la Iglesia promueve una acción capilar para promover la paz: “Hay oficinas de Justicia y Paz en las diócesis que se reúnen con las comunidades locales y tratan de resolver las divisiones con un enfoque evangélico. Los operadores también recogen información sobre lo que ocurre, las injusticias que se perpetúan y, además de intentar curarlas, las denuncian al gobierno en forma de reflexiones e informes. Para nosotros es fundamental incluir a personas con formación cristiana dentro de las realidades que se ocupan de la administración de justicia. Además, existe un fuerte compromiso a nivel nacional gracias al Consejo Ecuménico de Iglesias, que también es muy activo en los procesos de curación del trauma. Hay muchos ejemplos concretos de cómo la Iglesia actúa sobre el terreno para promover la paz. Existe la iniciativa de paz de Malakal, organizada por grupos eclesiales para fomentar el diálogo entre las etnias scilluk y denka. Algunos proyectos han tenido un éxito increíble al reunir a personas que nunca se habían conocido. El obispo emérito Paride Taban ha promovido la “Aldea de la Paz de Kuron”, una aldea en la que personas de diferentes tribus viven y trabajan juntas pacíficamente. También existen todas aquellas situaciones en las que las escuelas dirigidas por religiosos acogen a jóvenes de todo el país, donde hay una convivencia armoniosa, más allá de las diferentes afiliaciones tribales”.
Comienza la nueva aventura de un joven obispo en un pueblo joven, con
una importante misión, empezando por ganarse la confianza de su nuevo
pueblo: “Me han sorprendido los numerosos mensajes de agradecimiento de
tanta gente, especialmente de los jóvenes. Primero me pondré a la
escucha de los agentes de pastoral, a los sacerdotes diocesanos, a los
catequistas y luego tendré que sumergirme para identificarme con este
pueblo”, concluye.