Ankililoaka, MADAGASCAR (Agencia Fides, 29/03/2021) - En Ankililoaka, en el suroeste de
Madagascar, la misión salesiana es un importante punto de referencia
para la población local, que es muy pobre. Actualmente, 4 hermanos se
dedican a ofrecerles hospitalidad, asistencia médica, educación, pero
sobre todo ayuda y esperanza. Uno de ellos, el p. Giovanni Corselli,
misionero en el país desde hace casi 40 años, cuenta a la Agencia Fides
cómo cambió su vida cuando en septiembre de 2019 llegó al distrito
misionero de Ankililoaka, precisamente donde había comenzado la obra
salesiana con el actual obispo de Moramanga, Mons. Rosario Vella, allá
por septiembre de 1981.
“Después de estar siempre en Brousse, en los pueblos, en el campo -
escribe don Corselli - a los 76 años los superiores me nombraron
director aquí en Ankililoaka. Para nosotros es importante estar cerca de
la gente, siempre. En nuestra comunidad nos esforzamos por llevar a
cabo una labor de evangelización y promoción humana, tratando de educar a
los jóvenes y a la población para que trabajen juntos, se ayuden
mutuamente, estimulándolos a la reflexión y a la búsqueda de su
autonomía. El principal problema, por no decir el único, -continúa el
misionero- es el del agua que, desgraciadamente, en los últimos años
hemos visto disminuir notablemente. Las lluvias han disminuido mucho y
para una población agrícola que lo espera todo de las lluvias se hace
problemático llegar a fin de mes. Este año no ha llovido casi nada y la
gente ha cosechado poco. En su estructura social, la población conserva
muchas de las características de la vida en los pueblos. La mayoría de
la
gente ha mantenido las tradiciones de sus antepasados y los cultos
ancestrales con tabúes, creencias tradicionales y la presencia de brujos
que guían la vida de la gente. A esto se suma la pandemia de
Coronavirus que sigue haciendo estragos y que ha incrementado las
restricciones que para la gente que vive a duras penas se hacen
insoportables”.
“Evidentemente - explica el don Giovanni -, en este contexto, lo último
en lo que piensan los padres es en la escolarización de sus hijos, de
hecho ni siquiera piensan en ello, ya que su atención se centra en las
cosas más esenciales. A pesar de la presencia y el uso de los medios
sociales, la población no está muy abierta al mundo exterior. Esto crea
muchas dificultades para la educación y la evangelización: nuestros
principales objetivos. Por eso intentamos que los niños estudien, educar
a sus padres e, indirectamente, dirigirlos a actividades rentables de
diversa índole para que sean autónomos. En Ankililoaka tenemos 14
escuelas primarias en los pueblos con una población escolar de 2.599
alumnos y una gran escuela media y secundaria con unos 750 alumnos.
Además, las Hermanas Trinitarias de Valenza, que colaboran con nosotros,
dirigen un dispensario y una escuela primaria y de párvulos con unos
700 alumnos”.
“Dondequiera que he trabajado - concluye el misionero -, tanto en
Tulear, en el ámbito de las actividades parroquiales y la animación de
los barrios, la escuela profesional, la promoción de la mujer, la
escuela elemental de recuperación, como en Benaneviky, un distrito
misionero de primera evangelización, muy extenso y con grandes
dificultades de conexión, las escuelas elementales en los pueblos,
construcción de pozos, he podido comprobar que somos un punto de
referencia para la gente y que hay que ayudarla, animarla, sostenerla
para que poco a poco llegue a un grado de autonomía suficiente, aunque
el Estado no haga nada por el momento y la gente no confíe en las
estructuras estatales. No nos desanimamos y nos encomendamos al Señor y a
la Virgen María Auxiliadora y aunque los avances sean muy lentos y
muchas veces parezca que vamos hacia atrás, seguimos luchando y animando
a la población”.