CIUDAD DEL VATICANO,
11 septiembre 2014 (VIS).- El cardenal Leonardo Sandri, Prefecto de
la Congregación para las Iglesias Orientales, intervino el pasado
martes 9 de septiembre, en el Consejo Permanente de la Conferencia
Episcopal de Estados Unidos en Washington D.C. El prelado declaró
que después de sus viajes a Siria en enero de 2011 e Iraq en
diciembre de 2012 nunca se hubiera imaginado encontrar la situación
actual. ''Todavía en el siglo XXI, -dijo- como si la historia no nos
hubiera enseñado nada, somos testigos de barbaries y atrocidades que
se ceban sobre todo en los más débiles: los ancianos, las mujeres y
los niños. Entre mis preocupaciones por los miles de refugiados...
tengo siempre presente a los obispos y sacerdotes que siguen en manos
de los secuestradores en Siria, y no puedo olvidar a todos los
periodistas que han sido brutalmente asesinados''.
El Cardenal Sandri
reconoció que a pesar de que el Espíritu Santo siga haciendo la
Iglesia fértil en todas partes del mundo, las Iglesias que dieron
lugar en gran parte a la difusión del Evangelio en la era
apostólica, ahora se tambalean e incluso ven amenazada su propia
existencia. Asimismo mencionó las dificultades de la Iglesia de
Jerusalén, señaló el convencimiento de que una paz duradera en
Tierra Santa contribuiría de manera significativa a la estabilidad
de todo el Medio Oriente y destacó el drama que vive la Iglesia de
Antioquía. ''Si se ataca la base de estas iglesias -dijo-, madres
históricas de la misión evangelizadora, nosotros, como sus hijos,
no podemos permanecer en silencio''. ''Dios escogió esa parte del
mundo como la cuna de un plan universal de salvación en el amor... en
aquellas tierras los cristianos, durante casi dos mil años, han
mantenido viva la llama del primer Pentecostés''.
El prelado aludió a
las palabras que el Papa FRANCISCO dirigió a la Congregación para
las Iglesias Orientales: ''Todo católico tiene una deuda de gratitud
con las Iglesias que viven en esa región. A partir de estas Iglesias
-añadió- podemos aprender, entre otras cosas, el esfuerzo del
ejercicio diario del espíritu del ecumenismo y del diálogo
interreligioso. El contexto geográfico, histórico y cultural en el
que han vivido durante siglos los ha convertido de hecho en
interlocutores naturales de numerosas otras confesiones cristianas y
con otras religiones''.
En su discurso el
purpurado dio las gracias a la Conferencia de Obispos Católicos de
América por su constante y generosa atención, y sobre todo por los
esfuerzos para sensibilizar sobre ese tema a las autoridades
politicas. También agradeció el servicio del Cnewa (Catholic Near
East Welfare Association), la labor de la Misión Pontificia para
Palestina, el trabajo de la Ayuda a la Iglesia Necesitada y del
Catholic Relief Services, y elogió la gran hospitalidad que Estados
Unidos ha dado a lo largo de las décadas a todas las Iglesias
orientales en la diáspora.
Antes de finalizar,
recordó la situación en Iraq, ''tema de extrema urgencia'', y
añadió que en el diálogo se necesitan tanto la claridad como el
respeto fraternal. ''Tenemos la responsabilidad de educar a nuestros
fieles para que no cedan a una visión del conflicto entre
civilizaciones o religiones. Hay que recordar que hemos tardado
siglos de católica reflexión teológica y bíblica hasta llegar a
la actual capacidad para interpretar nuestros textos sagrados sin
miedo excesivo de violar el 'depositum fidei'''.
Al concluir, animó
a los presentes a seguir con atención las intervenciones de la Santa
Sede en las diversas organizaciones internacionales y a apoyar el
papel de las Naciones Unidas para evitar que se repitan la violencia
y la injusticia actuales.