miércoles, 16 de agosto de 2017

Ángelus del Papa FRANCISCO en la Solemnidad de la Asunción de la Virgen María

CIUDAD DEL VATICANO (http://catolicidad.blogspot.mx - 16 de agosto de 2017).- A las 12:00 horas de ayer,  Solemnidad de la Asunción de la Bienaventurada Virgen María, el Papa FRANCISCO desde la ventana de su estudio en el Palacio Apostólico Vaticano ha rezado el Ángelus con los fieles y peregrinos reunidos en la Plaza de San Pedro.

Estas son las palabras del Santo Padre:


SOLEMNIDAD DE LA ASUNCIÓN DE LA BIENAVENTURADA VIRGEN MARÍA

PAPA FRANCISCO

ÁNGELUS 

Plaza de San Pedro
Martes 15 de agosto de 2017


Antes del Ángelus


Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Hoy, Solemnidad de la Asunción de la Bienaventurada Virgen María, el Evangelio nos presenta a la joven de Nazaret que, recibiendo el anuncio del Ángel, parte rápidamente para estar cercana a Elizabeth, en los últimos meses de su prodigiosa gravidez. Llegando a ella, María captura de su boca las palabras que son la entrada para formar la plegaria del “Ave Maria”: «Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre» (Lc 1,42). En efecto, el don más grande que Maria lleva a Elizabeth – y al mundo entero – es Jesús, que ya vive en ella; y vive no solo por la fe y por la espera, como en tantas mujeres del Antiguo Testamento: de la Virgen Jesús ha tomado la carne humana, para su misión de salvación.


En la casa de Elizabeth y de su marido Zacarías, donde primero reinaba la tristeza por la falta de hijos, ahora tienen la alegría de la espera de un niño: un niño que se convertirá en el gran Juan Bautista, precursor del Mesías. Y cuando llega María, la alegría se desborda y rompe los corazones, porque la presencia invisibile pero real de Jesús llena todo de sentido: la vida, la familia, la salvación del pueblo… ¡Todo! Esta alegría plena se expresa con la voz de María en la estupenda oración que el Evangelio de Lucas nos ha trasmitido y que, desde la primera palabra en latín, se llama Magnificat. Es un canto de alabanza a Dios que obra cosas grandes atraves de personas humildes, como es María misma, como es su esposo José, y como también el lugar en el cual viven, Nazaret. Las grandes cosas que Dios ha hecho con las personas humildes, las grandes cosas que el Señor hace en el mundo con los humildes, porque la humildad es como un vacío que deja espacio para Dios. La humildad y potencia, porque es humilde: no porque es fuerte. Es esta la gradeza del humilde y de la humildad. Deseo preguntarles – y también a mí – pero no se responde en voz alta: cada uno responda en el corazón: “¡Como va mi humildad?”.

El Magnificat canta al Dios misericordioso y fiel, que logra su diseño de salvación con los pequeños y los pobres, con aquellos que han tenido fe en Él, que se confían a su Palabra, como María. Aquí la exclamación de Elizabeth: «Bienaventurada la que ha creído» (Lc 1,45). En aquella casa, la llegada de Jesús atraves de María ha creado no sólo un clima de alegría y de comunión fraterna, sino también un clima de fe que lleva a la esperanza, a la plegaria, a la alabanza.


Todo esto desearíamos que ocurriese hoy en nuestras casas. Celebrando a María Santísima Asunta en el Cielo, deseamos que Ella, una vez más, traiga a nosotros, a nuestras familias, a nuestra comunidad, aquel don inmenso, aquella gracia única que debemos pedir siempre antes y sobre todas las otras gracias que más importa en el corazón: ¡la gracia que es Jesucristo!

LLevando a Jesús, la Virgen nos trae una nueva alegría, plena de significado; nos trae una nueva capacidad de atraversar con fe los momentos más dolorosos y difíciles; nos trae la capacidad de misericordia, para perdonarnos, comprendernos, sostenernos los unos a los otros. 


María es modelo de virtud y de fe. Al contemplarla hoy asunta en el Cielo, el cumplimiento final de su itinerario terreno, le agradecemos porque siempre nos precede en el peregrinaje de la vida y de la fe – es la primera discípula. Y le pedimos que nos custodie y nos sostenga; que podamos tener una fe fuerte, gloriosa y misericordiosa; que nos ayude a ser santos, para encontrarnos con Ella, un día, en el Paraíso.


Después del Ángelus


Queridos hermanos y hermanas,

a Maria Reina de la paz, que contemplamos hoy en la gloria del Paraíso, quisiera encomendarle, una vez más las angustias y los dolores de las poblaciones que en tantas partes del mundo, sufren a cauda de calamidades naturales, de tensiones sociales o conflictos. ¡Que nuestra Madre celeste obtenga para todos consolación y un futuro de serenidad y de concordia!


¡Saludo a todos, romanos y peregrinos provenientes de diversos países! En particular, saludo a los jóvenes de Mira (Venecia) a la Asociación Don Bosco de Noci. Saludo a todos… veo banderas españolas y polacas… ¡Buena fiesta!

Les agradezco por haber venido; les deseo una feliz fiesta de la Virgen de la Asunción y, por favor, no se olviden de rezar por mí. ¡Buen almuerzo y adiós!


(Traducción del original italiano: http://catolicidad.blogspot.mx)