lunes, 14 de agosto de 2017

Las palabras del Papa FRANCISCO en la oración del Ángelus

CIUDAD DEL VATICANO (http://catolicidad.blogspot.mx - 13 de agosto de 2017).-  A las 12.00 horas de ayer domingo, el Papa FRANCISCO desde el balcón de su estudio en el Palacio Apostólico Vaticano, rezó el Ángelus con los fieles y peregrinos reunidos en la Plaza de San Pedro.


Este es el texto íntegro del rezo mariano:


PAPA FRANCISCO

ÁNGELUS

Plaza de San Pedro
Domingo 13 de agosto de2017



Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!


Hoy, la página del Evangelio (Mt 14,22-33) describe el episodio de Jesús que, después de haber orado toda la noche en la orilla del lago de Galilea, se dirige hacia la barca de sus discípulos, caminando sobre las aguas. La barca se encontraba en medio del lago, bloqueada por un fuerte viento contrario. Cuando ven venir a Jesús caminando sobre las aguas, los discípulos lo confunden con un fantasma y se aterrorizan. Pero Él los tranquiliza: «¡Ánimo, soy yo, no tengan miedo!» (v. 27). Pedro, con su típico ímpetu, le dice: «Señor, si eres tú, mándame ir hacia tí sobre el agua»; y Jesús lo llama «Ven» (vv. 28-29). Pedro, desciende de la barca y comienza a caminar sobre el agua hacia Jesús; pero a causa del viento se agita y comienza a hundirse. Entonces grita: «Señor, sálvame». Y Jesús le tiende la mano y lo sostiene (vv. 30-31).


Esta narración del Evangelio contiene un rico simbolismo y nos hace reflexionar sobre nuestra fe, sea como individuos, sea como comunidad eclesial, también la fe de todos los que estamos aquí, hoy, en la Plaza. La comunidad, esta comunidad eclesial, ¿tiene fe? ¿Cómo es la fe de cada uno de nosotros y la fe de nuestra comunidad? La barca es la vida de cada uno de nosotros pero es también la vida de la Iglesia; el viento contrario representa las dificultades y las pruebas. La invocación de Pedro: «Señor, mándame ir hacia tí» y su grito: «Señor, sálvame» se asemejan tanto a nuestro deseo de sentir la cercanía del Señor, pero también el miedo y la angustia que acompañan los momentos más duros de nuestra vida y de nuestras comunidades, marcadas por fragilidades internas y por dificultades externas.


A Pedro, en ese momento, no le bastó la palabra segura de Jesús, que era como la cuerda extendida a la cual sujetarse para afrontar las aguas hostiles y turbulentas. Es lo que puede sucedernos también a nosotros. Cuando no nos sujetamos a la palabra del Señor, para tener más seguridad se consultan horóscopos y cartomancianos, se comienza ir la fe al fondo. Como diríamos la fe no es tan fuerte.
El Evangelio de hoy nos recuerda que la fe en el Señor y en su palabra no nos abre un camino donde todo es fácil y tranquilo; no nos sustrae a las tempestades de la vida. La fe nos da la seguridad de una Presencia la presencia de Jesús que nos impulsa a superar las tormentas existenciales, la certeza de una mano que nos aferra para ayudarnos a afrontar las dificultades, indicándonos el camino incluso cuando esta oscuro. La fe, finalmente, no es una escapatoria a los problemas de la vida, sino nos sostiene en el camino y le da un sentido.

 
Este episodio es una imagen estupenda de la realidad de la Iglesia de todos los tiempos: una barca que, a lo largo de la travesía, debe afrontar también vientos contrarios y tempestades, que amenazan con hundirla. Lo que la salva no es el coraje y las cualidades de sus hombres: la garantía contra el naufragio es la fe en Cristo y en su palabra. Esta es la garantía: la fe en Jesús y en su palabra. Sobre esta barca estamos seguros, no obstante nuestras miserias y debilidades, sobre todo cuando nos ponemos de rodillas y adoramos al Señor, como los discípulos que, al final, «se postraron frente a Él, diciendo: “Verdaderamente, tú eres el Hijo de Dios”» (v. 33). Qué bello es decir a Jesús esta palabra: “¡Verdaderamente, tú eres el Hijo de Dios!”. Digámoslo todos juntos: “¡Verdaderamente, tú eres el Hijo de Dios!”.


La Virgen María nos ayude a perdurar firmes en la fe para resistir a las tormentas de la vida, a quedarnos en la barca de la Iglesia rechazando la tentación de subirse en los botes fascinantes pero inseguros de las ideologías, de las modas y de los eslogan.


Después del Ángelus


Queridos hermanos y hermanas,


saludo con afecto a todos vosotros, romanos y peregrinos presentes: familias, parroquias, asociaciones y fieles.


Hoy tengo la alegría de saludar a algunos grupos de jóvenes: los scouts de Treviso y Vicenza, los participantes al Congreso Nacional de la Juventud Franciscana. Saludo también a las Hermanas de María Santísima de los Dolores de Nápoles y al grupo de peregrinos que han recorrido a pie la Via Francigena de Siena a Roma.


A todos deseo un buen domingo y un buen almuerzo. Por favor, no se olviden de rezar por mí. ¡Adiós!


(Traducción del original italiano: http://catolicidad.blogspot.mx)



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