Sigue el discurso pronunciado por el Santo Padre durante la Audiencia:
DISCURSO DEL SANTO PADRE FRANCISCO
A LOS PARTICIPANTES EN LA III CONFERENCIA DE DERECHO INTERNACIONAL HUMANITARIO
A LOS PARTICIPANTES EN LA III CONFERENCIA DE DERECHO INTERNACIONAL HUMANITARIO
Sala Clementina
Sábado 28 de octubre de 2017
Sábado 28 de octubre de 2017
Queridos hermanos y hermanas:
Me complace daros la bienvenida y agradezco a los honorables ministros
del Gobierno italiano las palabras con las que han presentado este
encuentro. Saludo cordialmente a las autoridades presentes y a todos los
participantes en la 3ª Conferencia sobre derecho internacional
humanitario, que tiene como tema "La protección de la población civil en
los conflictos - El papel de las organizaciones humanitarias y de la
sociedad civil”.
Este tema es particularmente significativo en ocasión del 40 aniversario
de la adopción de los dos Protocolos adicionales a los Convenios de
Ginebra relativos a la protección de las víctimas de los conflictos
armados. Convencida del carácter esencialmente negativo de la guerra y
de que la aspiración más digna del ser humano es la abolición de la
misma, la Santa Sede ha ratificado estos acuerdos con el fin de fomentar
una "humanización de los efectos del conflicto armado"[1].
La Santa Sede no ha dejado de apreciar, en particular, las
disposiciones relativas a la protección de la población civil y de los
bienes indispensables para su supervivencia, al respeto del personal
sanitario y religioso, y a la protección del patrimonio cultural y
religioso, así como del ambiente natural, nuestra casa común. La Santa
Sede, sin embargo, consciente de las omisiones y vacilaciones que
caracterizaron especialmente el segundo Protocolo adicional, es decir,
el relativo a la protección de las víctimas de los conflictos armados
no internacionales, sigue considerando estas herramientas como una
puerta abierta a un mayor desarrollo del derecho internacional
humanitario, [2]
que sepan cómo tomar adecuadamente en cuenta las características de
los conflictos armados contemporáneos y el sufrimiento físico, moral y
espiritual que los acompañan.
De hecho, a pesar del loable intento para reducir, a través de la
codificación del derecho humanitario, las consecuencias negativas de las
hostilidades en la población civil, demasiado a menudo llegan desde
diferentes escenarios de guerra, testimonios de crímenes atroces, de
verdaderos y propios ultrajes a la persona y a su dignidad, cometidos
en menosprecio de toda consideración elemental de la humanidad. Las
imágenes de personas sin vida, de los cuerpos mutilados o decapitados
de nuestros hermanos y hermanas torturados, crucificados, quemados
vivos, insultados incluso en sus despojos, interpelan la conciencia de
la humanidad. Por otra parte, no cesan las noticias de antiguas
ciudades, con sus tesoros culturales milenarios, reducidas a escombros,
de hospitales y escuelas convertidos en objeto de ataques deliberados y
destruidos, privando así enteras generaciones de su derecho a la vida, a
la salud y a la educación. ¡Cuántas iglesias y otros lugares de culto
son objeto de ataques calculados, a menudo precisamente durante las
celebraciones litúrgicas, con muchas bajas entre los fieles y los
ministros reunidos en oración, en violación del derecho fundamental a
la libertad de religión! A veces, por desgracia, la difusión de estas
noticias puede dar lugar a una saturación que adormece y, en cierta
medida, relativiza la gravedad de los problemas, por lo que es más
difícil sentir compasión y abrir la propia conciencia a la
solidaridad.
[3] Para que esto ocurra, es necesario, en cambio, la conversión del
corazón, la apertura a Dios y al prójimo, que empuja a las personas a
superar la indiferencia y vivir la solidaridad, como una virtud moral y
una actitud social, de la que puede surgir un compromiso a favor de
la humanidad que sufre. [4]
Al mismo tiempo, sin embargo, es alentador ver las muchas muestras de
solidaridad y caridad, que no faltan en tiempos de guerra. Hay muchas
personas, muchos grupos caritativos y organizaciones no
gubernamentales, en la Iglesia y fuera de ella, cuyos miembros se
enfrentan a dificultades y peligros para curar a los heridos y los
enfermos, enterrar a los muertos,[5]
para dar de comer a los hambrientos y de beber a los sediento, para
visitar a los prisioneros. Realmente la ayuda a las víctimas del
conflicto combina varias obras de misericordia, por las que seremos
juzgados al final de la vida. Ojalá las organizaciones humanitarias
actúen siempre en conformidad con los principios fundamentales de
humanidad, imparcialidad, neutralidad e independencia. Espero, por
tanto, que estos principios, que forman el núcleo del derecho
internacional humanitario, encuentren cabida en las conciencias de los combatientes y de los trabajadores humanitarios para que se traduzcan en la práctica.[6]
Allí , pues, donde el derecho humanitario sabe de vacilaciones y
omisiones, sepa la conciencia individual reconocer el deber moral de
respetar y proteger la dignidad de la persona humana en todas las
circunstancias, especialmente en situaciones en las que es más
fuertemente amenazada. Para que sea posible, quisiera recordar la importancia de la oración
y la de garantizar, junto a la educación técnica y jurídica, el
acompañamiento espiritual de los combatientes y trabajadores
humanitarios.
Queridos hermanos y hermanas, a todos aquellos - y entre ellos se
encuentran muchos de vosotros - que han puesto en peligro sus vidas
para salvar otra o para aliviar el sufrimiento de las personas afectadas
por el conflicto armado, están dirigidas las palabras de Jesús en el
Evangelio de Mateo: "Todo lo que le hiciste a uno de estos mis hermanos
más pequeños, a mí lo hicisteis " (Mt 25: 40). Os encomiendo a la
intercesión de la Santísima Virgen María, Reina de la Paz, y mientras os
pido por favor que recéis por mí, os imparto de todo corazón la
bendición apostólicas a vosotros y a vuestras familias.
¡Gracias!
[1] Déclaration du Saint-Siège formulée lors de la ratification du « Protocole additionnel aux Conventions de Genève du 12 août 1949 relatif à la protection des victimes des conflits armés non internationaux », 8 juin 1977.
[2] Cfr ibid.
[3] Cfr Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz 2016, “Vence la indiferencia y conquista la paz”, 3
[4] Cfr ibid., 6.
[5]Cfr Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz 2016, “Vence la indiferencia y conquista la paz”, 3
[6] Cfr Déclaration
du Saint-Siège formulée lors de la ratification du « Protocole
additionnel aux Conventions de Genève du 12 août 1949 relatif à la
protection des victimes des conflits armés non internationaux », 8 juin 1977.
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