miércoles, 6 de enero de 2016

FRANCISCO: Homilía y Ángelus en la Solemnidad de la Epifanía del Señor

Imagen: yucatan.com.mx

CIUDAD DEL VATICANO ( - Enero 6 de 2016).  A las 10:00 horas de hoy, Solemnidad de la Epifanía del Señor, el Santo Padre FRANCISCO ha presidido la celebración Eucarística en la Basílica Vaticana.

Este es el texto de la Homilía Papal pronunciada después de la proclamación del Santo Evangelio y el anuncio del día de la Pascua, que este año se celebra el 27 de marzo:

Las palabras que el profeta Isaías dirige a la ciudad santa de Jerusalén nos invitan a levantarnos, a salir; a salir de nuestras clausuras, a salir de nosotros mismos, y a reconocer el esplendor de la luz que ilumina nuestras vidas: «¡Levántate y resplandece, porque llega tu luz; la gloria del Señor amanece sobre ti!» (60,1). «Tu luz» es la gloria del Señor. La Iglesia no puede pretender brillar con luz propia, no puede. San Ambrosio nos lo recuerda con una hermosa expresión, aplicando a la Iglesia la imagen de la luna: «La Iglesia es verdaderamente como la luna: […] no brilla con luz propia, sino con la luz de Cristo. Recibe su esplendor del Sol de justicia, para poder decir luego: “Vivo, pero no soy yo el que vive, es Cristo quien vive en mí”» (Hexameron, IV, 8, 32). Cristo es la luz verdadera que brilla; y, en la medida en que la Iglesia está unida a él, en la medida en que se deja iluminar por él, ilumina también la vida de las personas y de los pueblos. Por eso, los santos Padres veían a la Iglesia como el «mysterium lunae».

Necesitamos de esta luz que viene de lo alto para responder con coherencia a la vocación que hemos recibido. Anunciar el Evangelio de Cristo no es una opción más entre otras posibles, ni tampoco una profesión. Para la Iglesia, ser misionera no significa hacer proselitismo; para la Iglesia, ser misionera equivale a manifestar su propia naturaleza: dejarse iluminar por Dios y reflejar su luz. Este es su servicio. No hay otro camino. La misión es su vocación: hacer resplandecer la luz de Cristo es su servicio. Muchas personas esperan de nosotros este compromiso misionero, porque necesitan a Cristo, necesitan conocer el rostro del Padre.

Los Magos, que aparecen en el Evangelio de Mateo, son una prueba viva de que las semillas de verdad están presentes en todas partes, porque son un don del Creador que llama a todos para que lo reconozcan como Padre bueno y fiel. Los Magos representan a los hombres de cualquier parte del mundo que son acogidos en la casa de Dios. Delante de Jesús ya no hay distinción de raza, lengua y cultura: en ese Niño, toda la humanidad encuentra su unidad. Y la Iglesia tiene la tarea de que se reconozca y venga a la luz con más claridad el deseo de Dios que anida en cada uno. Este es el servicio de la Iglesia, con la luz que ella refleja: hacer emerger el deseo de Dios que cada uno lleva en si. Como los Magos, también hoy muchas personas viven con el «corazón inquieto», haciéndose preguntas que no encuentran respuestas seguras, es la inquietud del Espíritu Santo que se mueve en los corazones. También ellos están en busca de la estrella que muestre el camino hacia Belén.

¡Cuántas estrellas hay en el cielo! Y, sin embargo, los Magos han seguido una distinta, nueva, mucho más brillante para ellos. Durante mucho tiempo, habían escrutado el gran libro del cielo buscando una respuesta a sus preguntas – tenían el corazón inquieto – y, al final, la luz apareció. Aquella estrella los cambió. Les hizo olvidar los intereses cotidianos, y se pusieron de prisa en camino. Prestaron atención a la voz que dentro de ellos los empujaba a seguir aquella luz – y la voz del Espíritu Santo, que obra en todas las personas –; y ella los guió hasta que en una pobre casa de Belén encontraron al Rey de los Judíos.

Todo esto encierra una enseñanza para nosotros. Hoy será bueno que nos repitamos la pregunta de los Magos: «¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido? Porque hemos visto salir su estrella y venimos a adorarlo» (Mt 2,2). Nos sentimos urgidos, sobre todo en un momento como el actual, a escrutar los signos que Dios nos ofrece, sabiendo que debemos esforzarnos para descifrarlos y comprender así su voluntad. Estamos llamados a ir a Belén para encontrar al Niño y a su Madre. Sigamos la luz que Dios nos da – pequeñita…; el himno del breviario poéticamente nos dice que los Magos «lumen requirunt lumine»: aquella pequeña luz –,. la luz que proviene del rostro de Cristo, lleno de misericordia y fidelidad. Y, una vez que estemos ante él, adorémoslo con todo el corazón, y ofrezcámosle nuestros dones: nuestra libertad, nuestra inteligencia, nuestro amor. La verdadera sabiduría se esconde en el rostro de este Niño. Y es aquí, en la sencillez de Belén, donde encuentra su síntesis la vida de la Iglesia. Aquí está la fuente de esa luz que atrae a sí a todas las personas en el mundo y guía a los pueblos por el camino de la paz.

(Fuente:  

Imagen: L'Osservatore Romano / www.revistaecclesia.com

Concluida la Santa Misa, a las 12:00 horas el Papa FRANCISCO desde la ventana de su estudio en el Palacio Apostólico Vaticano rezó el Ángelus con los fieles y peregrinos reunidos en la Plaza de San Pedro.

Este es el texto íntegro del Ángelus:

Queridos hermanos y hermanas ¡buenos días!

En el Evangelio de hoy, el relato de los Magos, venidos de oriente a Belén para adorar al Mesías, confiere a la fiesta de la Epifanía un alcance de universalidad. Y este es el alcance de la Iglesia, la cual desea que todos los pueblos de la tierra puedan encontrar a Jesús, y tener la experiencia de su amor misericordioso. Y este el deseo de la Iglesia: de encontrar la misericordia de Jesús, su amor.

El Cristo apenas nació, no sabe todavía hablar, y todas las gentes – representadas por los Magos – podemos ya encontrarlo, reconocerlo, adorarlo. Dicen los Magos: «Habíamos visto brillar su estrella y hemos venido a adorarlo» (Mt 2,2). Herodes ha escuchado esto apenas que los Magos llegaron a Jerusalén. Estos Magos eran hombres prestigiosos, de regiones lejanas y culturas diversas, y se habían encaminado hacia la tierra de Israel para adorar al rey que había nacido. La Iglesia desde siempre ha visto en ellos la imagen de la entera humanidad, y con la celebración de hoy, de la fiesta de la Epifanía vuele casi a acercar respetuosamente a cada hombre y a cada mujer de este mundo al NIño que ha nacido para la salvación de todos.

En la noche de Navidad Jesús se ha manifestado a los pastores, hombres humildes y despreciados - algunos dicen que bandidos -; fueron ellos los primeros en llevar un poco de calor en aquella fría gruta de Belén. Ahora junto a ellos los Magos de tierra lejanas, también son atraídos misteriosamente por aquel Niño. Los pastores y los Magos son muy diversos entre ellos; pero una cosa los une: el cielo. Los pastores de Belén fueron rápido a ver a Jesús no porque fueran particularmente buenos, sino porque velaban de noche y, alzando los ojos al cielo, vieron un signo, escucharon su mensaje y lo siguieron. Como también los Magos: escrutando los cielos, vieron una nueva estrella, la interpretaron como un signo y se pusieron en camino, desde lejos. Los Pastores y los Magos nos enseñar que para encontrar a Jesús es necesario saber alzar la mirada al cielo, no estar replegados sobre sí mismos, sobre el propio egoísmo, sino tener el corazón y la mente abiertas al horizonte de Dios, que siempre nos sorprende, saber acoger sus mensajes, y responder con prontitud y generosidad.

Los Magos, dice el Evangelio, «al ver la estrella, se llenaron de una alegría grandísima» (Mt 2,10). También para nosotros es una gran consolación al ver la estrella, o sea en el sentirnos guiados y no abandonados a nuestro destino. Y la estrella es el Evangelio, la Palabra del Señor, como dice el salmo: «Lámpara para mis pasos es tu palabra, luz sobre mi camino» (119,105). Esta luz nos guía hacia Cristo. ¡Sin la escucha del Evangelio, no es posible encontrarlo! Los Magos, en efecto, siguiendo la estrella llegaron finalmente al lugar donde se encontraba Jesús. Y allí «vieron al Niño con María su madre, se prostraron y lo adoraron» (Mt 2,11). La experiencia de los Magos nos exhorta a no conformarnos con la mediocridad, a no “vivir el día”, sino a buscar el sentido de las cosas, a escrutar con pasión el gran misterio de la vida. Y no enseña a no escandalizarnos de la pequeñez y de la pobreza, sino a reconocer la majestad en la humanidad, y saber arrodillarnos frente a ella.

La Virgen María, que acogió a los Magos en Belén, nos ayude a alzar la mirada sobre nosotros mismos, a dejarnos guiar de la estrella del Evangelio para encontrar a Jesús, y a saber inferiorizarnos para adorarlo. Así podremos portar a los oros un rayo de su luz, y compartir con ellos la alegría del camino.

Después del Ángelus

Queridos hermanos y hermanas,

Hoy expresamos nuestra cercanía espiritual a los hermanos y hermanas del Oriente cristiano, católicos y ortodoxos, muchos de los cuales celebran mañana el Nacimiento del Señor. A ellos llegue nuestro deseo de paz y de bien. ¡También un aplauso como saludo!

Recordemos también que la Epifanía es la Jornada Mundial de la Infancia Misionera. Es la fiesta de los niños que, con sus oraciones y sus sacrificios, ayudan a sus coetáneos más necesitados haciéndose misioneros y testigos de fraternidad y de solidaridad. 

Dirijo mi cordial saludo a todos vosotros, peregrinos, familias, grupos parroquiales y asociaciones, provenientes de Italia y de diversos Países. En particular saludo a los fieles de Acerra, Modena y Terlizzi; a la Escuela de arte sacra de Florencia; a los jóvenes del Campo internacional del Club Leones.

Un saludo especial a cuantos dan vida a la procesión histórico-folclórica, dedicado este año al territorio de Valle dell’Amaseno. Deseo recordar también a la procesión de los Magos que se lleva a cabo en numerosas ciudades de Polonia con una gran participación de familias y asociaciones; como también el pesebre viviente realizado en Campidoglio por la UNITALSI y por los Frailes Menores involucrando a las personas con discapacidad.

A todos deseo una buena fiesta. Por favor, no se olviden de rezar por mí. ¡Buen almuerzo y Adiós!

(Traducción del original italiano: )