Este es el texto íntegro del Ángelus dominical:
PAPA FRANCISCO
ÁNGELUS
Plaza de San Pedro
Domingo, 17 de julio de 2016
Domingo, 17 de julio de 2016
Queridos hermanos y hermanas ¡buenos días!
En el Evangelio de hoy el evangelista Lucas narra de Jesús que, mientras estaba en camino hacia Jerusalén, entra en una villa y es recibido en casa de dos hermanas: Marta y Maria (cfr Lc 10,38-42). Ambas ofrecen acogida al Señor, pero lo hacen en modos diferentes. Maria se sienta a los pies de Jesús y escucha su palabra (cfr v. 39),en tanto Marta está ocupada preparando cosas; y en un cierto punto dice a Jesús: «¿Señor, no te importa que mi hermana me deje sola sirviendo? Dile que me ayude» (v. 40). Y Jesús le responde: «Marta, Marta, tu te inquietas y agitas por muchas cosas, pero una sola cosa es necesaria. Maria ha elegido la parte mejor, que no le será arrebatada» (vv. 41-42).
En sus quehaceres y ocupaciones, Marta puede olvidarse - y este es el problema - la cosa más importante, es decir la presencia del huésped, que era Jesús en este caso. Se olvida la presencia del huésped. Y el huésped no es simplemente servido, alimentado, cuidado de cada manera. Es necesario sobre todo que sea escuchado. Recuerden bien esta palabra: ¡escuchar! Porque el huésped es acogido como persona, con su historia, su corazón rico de sentimientos y de pensamientos, para que se pueda sentir verdaderamente en familia. Pero si tú acoges a un huésped en tu casa y continúas haciendo las cosas, lo haces sentarse allí, callado él y callado tú, es como si fuera de piedra: el huésped de piedra. ¡No! El huésped es escuchado. Cierto, la respuesta que Jesús da a Marta – cuando le dice que una sola cosa es necesaria – encuentra su pleno significado en referencia a la escucha de la palabra de Jesús mismo, aquella palabra que ilumina y sostiene todo lo que somos y que hacemos. Si nosotros vamos a rezar – por ejemplo – frente al Crucifijo y hablamos, hablamos, hablamos y después nos vamos: ¡no escuchamos a Jesús! No dejamos hablar a Él a nuestro corazón. Escuchar: esta es la palabra-clave. ¡No olvidemos! No debemos olvidar que en la casa de Marta y María, Jesús antes de ser Señor y Maestro, es peregrino y huésped. Por lo que, su respuesta tiene este primer y más inmediato significado: “Marta, Marta, ¿por qué te afanas tanto por el huésped hasta olvidarte de su presencia? - ¡El huésped de piedra! - Para acogerlo no son necesarias muchas cosas; más bien, es necesaria una cosa sola: escucharlo - sí la palabra: escucharlo - demostrarle una actitud fraterna, de modo que se sienta en familia, y no en un alojamiento provisional”.
Así entendida, la hospitalidad, que es una de las obras de misericordia, aparece verdaderamente como una virtud humana y cristiana, una virtud que en el mundo de hoy corre el riesgo de ser descuidada. De hecho, se multiplican las casas de descanso y los hospicios, pero no siempre en estos ambientes se practica una real hospitalidad. Se da vida a varias instituciones que proveen muchas formas de enfermedad, de soledad, de marginación, pero disminuye la probabilidad para quien es extranjero, marginado, excluido de encontrar alguno dispuesto a escucharlo: porque es extranjero, prófugo, migrante ¡escuchar aquella dolorosa historia! Incluso en la propia casa, entre los propios familiares, puede suceder que se encuentren más fácilmente servicios y curas de varios géneros que escucha y acogida. Hoy estamos totalmente presos, con frenesí, por tantos problemas - algunos de los cuales no importantes - que carecemos de la capacidad de escucha. Estamos ocupados continuamente y así no tenemos tiempo para escuchar. Yo quisiera preguntarles a vosotros, hacerles una pregunta, cada uno responda en su propro corazón: ¿tú, marido, tienes tiempo para escuchar a tu mujer? ¿Y tú, mujer, tienes tiempo para escuchar a tu marido? ¿Vosotros padres, tienen tiempo, tiempo para “perder”, para escuchar a vuestros hijos? ¿o a vuestros abuelos, los ancianos? – “Pero los abuelos dicen siempre las mismas cosas, son aburridos…” – ¡Pero necesitan ser escuchados! Escuchar. Les pido aprender a escucharlos y dedicarles más tiempo. En la capacidad de escucha está la raíz de la paz.
La Virgen María, Madre de la escucha y del servicio premuroso, nos enseñe a ser acogedores y hospitalarios hacia nuestros hermanos y nuestras hermanas.
Después del Ángelus:
Queridos hermanos y hermanas,
En nuestros corazones está vivo el dolor por la tragedia que, la noche del pasado jueves ocurrió, en Niza, ha truncado tantas vidas inocentes, incluso tantos niños. Estoy cercano a cada familia y a la entera nación francesa de luto. Dios, Padre bueno, acoja a todas las víctimas en su paz, sostenga a los heridos y conforte a los familiares; Él aleje todo proyecto de terror y de muerte, para que ningún hombre ose más derramar la sangre del hermano. Un abrazo paterno y fraterno a todos los habitantes de Niza y a toda la nación francesa. Y ahora, todos juntos, recemos pensando en esta tragedia, en las víctimas, en los familiares. Recemos primero en silencio…
Ave María…
Saludo con afecto a todos vosotros, fieles de Roma y de varios Países. En particular, de Irlanda, saludo a los peregrinos de las diócesis de Armagh y Derry, y a los candidatos al Diaconado Permanente de la diócesis de Elphin, con sus esposas.
Saludo al Rector y a los estudiantes del segundo año del Pontificio Seminario Teológico Calabrés “San Pío X”; a los jóvenes de Spinadesco (diócesis de Cremona); a los jóvenes de la Comunidad pastoral de los Santos Apóstoles de Milán; a los monaguillos de Postioma y Porcellengo (diócesis de Treviso). Y también veo ahí, los buenos hermanos chinos: ¡un gran saludo a vosotros, chinos!
A todos les deseo un buen domingo. Por favor, no se olviden de rezar por mí. Buen almuerzo y adiós.
(Traducción del original italiano: http://catolicidad.blogspot.mx)
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