Cracovia, POLONIA, julio 28 de 2016 (VIS).- Desde el arzobispado de Cracovia, el Papa Francisco saludó ayer noche
en directo a los jóvenes italianos que participan en la JMJ reunidos en
el santuario San Juan Pablo II y respondió a tres preguntas que le
formularon, la primera sobre cómo superar el miedo, después sobre la
dificultad del perdón y la última acerca de qué pueden hacer los jóvenes
para vivir y difundir la paz en el mundo.
La primera era la de una joven que recordaba a uno de los
maquinistas fallecidos en el choque de trenes ocurrido a mediados de
julio en el sur de Italia en que perdieron la vida decenas de personas.
Ella tomaba el tren casi todos los días y ahora tenía miedo de volver a
su rutina diaria
“Lo que te ha ocurrido es una herida –dijo el Papa- algunos, en el
accidente, sufrieron heridas en su cuerpo, y tú has sido herida en tu
ánimo, en tu corazón, y esa herida se llama miedo. Y cuando tú sientes
esto, sientes la herida de un shock. Tú has sufrido un shock, un trauma
que no te deja estar bien, que te hace daño. Pero este trauma te da
también la oportunidad de superarte a ti misma, de ir más allá. Y como
sucede siempre en la vida, cuando nosotros resultamos heridos, quedan
las marcas o las cicatrices. La vida está llena de cicatrices, la vida
está llena de cicatrices, llena. Y con esto, siempre vendrá el recuerdo
de Luciano, de aquel otro, del otro… que ya no están porque faltan desde
el accidente. Y tú, cada día que tomes el tren, sentirás las huellas
–digamos así- de esa herida, de aquella cicatriz, de lo que te hace
sufrir. Y tú eres joven, pero la vida está llena de estas cosas… Y la
sabiduría, aprender a ser un hombre sabio, una mujer sabia, es
precisamente esto: salir adelante con las cosas bellas y con las cosas
feas de la vida. Hay cosas que no tienen salida, y hay cosas que son
preciosas. Pero también sucede lo contrario: ¿cuántos jóvenes como
vosotros no son capaces de sacar adelante su propia vida con la alegría
de las cosas bellas, y prefieren dejarse llevar, caer bajo el dominio de
la droga, o dejarse vencer por la vida? Al final, la partida es así: o
tú vences o te vence, la vida ¡Vence tú la vida, es mejor! Y esto hazlo
con valentía, también con dolor. Y cuando haya alegría, hazlo con
alegría, porque la alegría te saca adelante y te salva de una enfermedad
horrible: la de convertirte en neurótica. ¡Por favor, no, esto no”.
A continuación otra joven habló del acoso escolar al que la habían
sometido sus compañeros de clase porque no era italiana. Un acoso que
desembocó en un intento de suicidio, después del cual entendió que no
había nada malo en ella sino en los otros, y ahora, recuperada, se
preguntaba cómo podía perdonar a las personas que le habían tratado así a
pesar de que no quería odiar a nadie.
“Tú hablas de un problema muy común entre los niños y entre los que
no son niños: la crueldad –respondió FRANCISCO- Pero mira que también
los niños son crueles, a veces, y tienen esa capacidad de herirte donde
más daño te pueden hacer: de herirte en el corazón, de herirte en la
dignidad, de herirte también en la nacionalidad, como es tu caso, ¿no?
No entendías bien el italiano y te gastaban bromas con el idioma, con
las palabras… La crueldad es un comportamiento humano que está en la
base de todas las guerras, de todas. La crueldad que no deja crecer al
otro, la crueldad que asesina al otro, la crueldad que asesina también
el buen nombre de otra persona. Cuando una persona habla mal de otra,
esto es cruel: es cruel porque destruye la fama de la persona. Pero,
sabes, a mí me gusta decir una cosa cuando hablo de esta crueldad de la
lengua: la maledicencia es un tipo terrorismo; es el terrorismo de la
maledicencia. La crueldad de la lengua, o esa que tú has sentido, es
como lanzar una bomba que te destruye a ti o destruye a otros, y el que
la lanza no se destruye. Esto es terrorismo, y es algo que debemos
vencer. ¿Cómo se vence esto? Tú has elegido el camino adecuado: el
silencio, la paciencia, y has terminado con esa palabra tan bonita: el
perdón. Pero perdonar no es fácil, porque uno puede decir: “Sí, yo
perdono pero no olvido”. Y siempre llevarás contigo esta crueldad, este
terrorismo de las palabras feas, de las palabras que hieren y que
intentan echarte de la comunidad. Hay una palabra en italiano que yo no
conocía, y cuando vine por primera vez a Italia, la aprendí:
“extracomunitari”, que se dice de las personas de otros países que
vienen a vivir con nosotros. Pero esta crueldad es lo que hace que tú,
que eres de otro país, te conviertas en un “extra-comunitario”: te
echan de la comunidad, no te acogen. Es algo contra lo que debemos
luchar tanto. ¡Tú has sido valiente! Has sido muy valiente en esto. Pero
hace falta luchar contra el terrorismo de la lengua, contra este
terrorismo de la maledicencia, de los insultos, de expulsar a la gente
con insultos o diciéndoles cosas que les hacen daño en el corazón. ¿Se
puede perdonar totalmente? Es una gracia que debemos pedir al Señor.
Nosotros, por nosotros mismos, no podemos: hacemos el esfuerzo, tú lo
has hecho; pero es una gracia que te da el Señor, el perdón, perdonar al
enemigo, perdonar al que te ha herido, al que te ha hecho daño. Cuando
Jesús en el Evangelio nos dice: “Al que te golpee en una mejilla,
preséntale también la otra”, quiere decir esto: dejar en las manos del
Señor esta sabiduría del perdón, que es una gracia. Pero a nosotros nos
toca poner todo de nuestra parte para perdonar. Gracias por tu
testimonio. Y hay también otro comportamiento que combate este
terrorismo de la lengua, las maledicencias, los insultos y demás: es el
comportamiento de la mansedumbre. Estar callado, tratar bien a los
demás, no responder con otra cosa mala. Como Jesús: Jesús era manso de
corazón. La mansedumbre. Y nosotros vivimos en un mundo donde a un
insulto se responde con otro, es lo habitual. Nos insultamos el uno al
otro, y nos falta la mansedumbre. Pedir la gracia de la mansedumbre, la
mansedumbre del corazón. Y esa es también la gracia que abre el camino
al perdón. Te agradezco tu testimonio”.
Por último habló un chico que viajando hacia Cracovia se vio obligado
a volver a casa a causa del atentado en Munich, pero tuvo la suerte de
poder reemprender el viaje y quería saber ahora, después de todo lo que
había vivido, que podían hacer los jóvenes para difundir la paz en un
mundo lleno de odio.
“Has dicho dos palabras claves para entender todo: paz y odio
–dijo el Papa- La paz construye puentes, el odio es el constructor de
los muros. En la vida tienes que elegir: o construyes puentes o
construyes muros. Los muros dividen y el odio crece: cuando hay
división, el odio crece. Los puentes unen, y cuando hay puentes el odio
se va porque puedo escuchar al otro, hablar con el otro. Me gusta
pensar y decir que tenemos en nuestras manos, en la posibilidad de
cada día, la capacidad de hacer un puente humano. Cuando das la mano a
un amigo, a una persona, haces un puente humano. Haces un puente. En
cambio, cuando golpeas a otro, cuando insultas a otro, construyes un
muro. El odio crece siempre con los muros. A veces, pasa que quieres
hacer un puente y te quedas con la mano tendida porque de la otra parte
no la agarran: son las humillaciones que tenemos que sufrir en la vida
por hacer algo bueno. Pero siempre hay que construir puentes. Y tu has
llegado aquí: te pararon y te mandaron a casa. Después apostaste por el
puente y por volver de nuevo: esta es la actitud que hay que tener
siempre. ¿Hay una dificultad que me impide algo? Regreso y voy hacia
adelante, volver atrás y seguir adelante. Esto es lo que tenemos que
hacer para construir puentes. No dejarse caer al suelo, no ir por la
vida así: : "Bueno, no puedo ...". No, siempre hay que buscar la
manera de hacer puentes. Vosotros que estáis allí: ¡Haced puentes con
las manos, todos vosotros! Agarraos de la mano…Así. Quiero ver tantos
puentes humanos ... Así, así: Levantad las manos muy altas. Así es.
Este es el programa de vida: hacer puentes, puentes humanos. Gracias”.