“¿Qué debemos hacer con estas personas?”, preguntó el Santo Padre, sin pasar por alto que también nosotros podemos resultar molestos para los demás, y explicó a continuación el porqué entre las obras de misericordia estaba la de sufrir con paciencia los defectos del prójimo.
“En la Biblia –dijo– vemos que el mismo Dios debe servirse de la misericordia para soportar las quejas de su pueblo. Por ejemplo, en el libro de Éxodo el pueblo resulta realmente insoportable: primero llora porque es esclavo en Egipto, y Dios lo libra; a continuación, en el desierto, se queja de que no hay comida y Dios envía codornices y maná , pero a pesar de ello las quejas no cesan. Moisés actuaba como mediador entre Dios y el pueblo y, a veces, quizás haya sido molesto para el Señor. Pero Dios tuvo paciencia y enseñó así a Moisés y al pueblo esta dimensión esencial de la fe”.
“Aquí surge una pregunta espontánea –añadió– ¿Hacemos alguna vez un examen de conciencia para ver si también nosotros resultamos molestos para los demás? Porque es fácil señalar con el dedo los defectos y los fallos, pero hay que aprender a ponerse en el lugar del otro. Miremos sobre todo a Jesús ¡cuánta paciencia tuvo que tener en los tres años de su vida pública! , como en el episodio de la madre de Santiago y Juan que le detuvo mientras caminaba con sus discípulos para pedirle que sus hijos se sentaran uno a su derecha y otro a su izquierda en el Reino de los Cielos…. Jesús aprovechó hasta una situación como esa para dar una enseñanza fundamental: el suyo no era un reino de poder ni de gloria como los terrenales, sino de servicio y entrega a los demás. Jesús enseña a apuntar siempre a lo esencial y a mirar más lejos para asumir con responsabilidad la misión propia”.
La situación narrada en el evangelio de Mateo se relaciona con otras dos obras de misericordia espirituales: “Corregir al que se equivoca” y “Enseñar al que no sabe”. “Pensemos en el gran esfuerzo que supone ayudar a las personas a crecer en la fe y la vida –indicó FRANCISCO– Pienso, por ejemplo, en los catequistas - entre los cuales hay tantas madres y tantas religiosas – que dan su tiempo para enseñar a los niños los fundamentos de la fe. ¡Cuánto esfuerzo, especialmente cuando los niños prefieren jugar en lugar de escuchar el catecismo!
“Acompañar en la búsqueda de lo esencial es hermoso e importante, porque nos hace compartir la alegría de saborear el sentido de la vida. A menudo nos encontramos con personas que no van más allá de las cosas superficiales, efímeras y triviales; a veces porque no han conocido a alguien que les empuje a buscar otra cosa, a apreciar los verdaderos tesoros. Enseñar a mirar a lo esencial es una ayuda decisiva, sobre todo en una época como la nuestra que parece haber perdido el rumbo y persigue objetivos de cortos vuelos. Enseñar a descubrir lo que el Señor quiere de nosotros y cómo podemos responderle significa poner en el camino para crecer en la vocación propia, el camino de la verdadera alegría”.
Asi, las palabras de Jesús a la madre de Santiago y Juan, y luego a todo el grupo de discípulos, “indican el camino para evitar la envidia, la ambición, y la adulación, tentaciones que siempre están al acecho entre nosotros, los cristianos . La exigencia de aconsejar, amonestar y enseñar no debe hacernos sentir superiores a los demás –advirtió el Papa– Al contrario, nos obliga a volver a nosotros mismos para ver si somos coherentes con lo que pedimos a los demás. No olvidemos las palabras de Jesús: "¿Por qué ves la paja en el ojo de tu hermano y no la viga en el tuyo?”. El Espíritu Santo –concluyó– nos ayude a ser pacientes a la hora de soportar y humildes y sencillos a la hora de aconsejar”.
El próximo domingo, 20 de noviembre, se celebra el Día Mundial de los derechos de la infancia y, con ese motivo, el Pontífice hizo al final de la catequesis de la Audiencia General un llamamiento “a la conciencia de todos, instituciones y familias, para que los niños sean siempre protegidos y se defienda su bienestar, para que no caigan jamás en formas de esclavitud, de reclutamiento en grupos armados y de malos tratos”.
“Espero –dijo FRANCISCO– que la Comunidad internacional vele por su vida garantizando a cada niño y a cada niña el derecho a la escuela y a la educación para que su crecimiento sea sereno y para que miren con confianza al futuro”.
La Audiencia General concluyó con el canto del Pater Noster y la Bendición Apostólica impartida por el Santo Padre.