Hassaké, SIRIA (Agencia Fides, 28/03/2018) - “No es cierto que la guerra haya terminado en
Siria. Seguimos subiendo nuestro Gólgota. Y por séptimo año consecutivo,
nos acercamos a la Pascua sin sentir la alegría de la Resurrección del
Señor”. Así describe el arzobispo Jacques Behnan Hindo, al frente de la
archieparchia siro-católica de Hassaké-Nisibi, los sentimientos con los
que están viviendo los cristianos de la región de Jazira, en el noreste
de Siria, los días de la Semana Santa. “El riesgo”, confiesa el
Arzobispo Hindo a la Agencia Fides, es que aquí en el futuro se podría
llegar a un enfrentamiento directo entre el ejército sirio y las fuerzas
militares de los EE. UU., que han establecido 10 bases logísticas en
Jazira, justificando su entrada en el territorio sirio con la necesidad
de apoyar a las milicias kurdas contra los yihadistas del llamado Estado
Islámico (Daesh). La reciente evolución de las relaciones de poder en
las regiones del noreste de Siria, con la conquista de la ciudad de
Afrin, sustraída a las fuerzas kurdas por las milicias rebeldes apoyadas
por el ejército turco, es el resultado de un error de evaluación de los
grupos kurdos sirios, que tenían como objetivo encontrar apoyo
internacional para sus proyectos de independencia. “Los curdos”, dice el
arzobispo Hindo, “se fiaban de los estadounidenses, demostrando que no
han aprendido de las lecciones de la historia. Ahora, bajo la apariencia
de ayudar a los kurdos, los EE.UU. controlan gran parte de la
Mesopotamia siria. Y ya en otras situaciones similares, los
destinatarios del apoyo de los EE.UU. han sido abandonados. Solo hay que
pensar en Vietnam, Afganistán o el Kurdistán iraquí”.
Los refugiados kurdos del área de Afrin están comenzando a llegar
también a la región de Jazira. Y el arzobispo sirio-católico de
Hassaké-Nisibi comenta la posibilidad de que este fenómeno pueda cambiar
el perfil demográfico de la región en el futuro, haciendo irreversible
el éxodo de las poblaciones cristianas, que durante los años de la
guerra se vieron expulsados de sus hogares y de sus propios pueblos:
“Ahora”, dice el Arzobispo Hindo, “algunas familias de refugiados curdos
se han establecido en las aldeas del valle de Khabur, donde un tiempo
vivían los cristianos sirios, asirios y caldeos, y que han permanecido
abandonados en los últimos años. Esto solo podría ser el comienzo de un
proceso que podría llevar con el tiempo a borrar para siempre la
posibilidad de ver a los cristianos regresar a ese valle, que para esas
comunidades representaba el lugar de sus raíces históricas”.
En febrero de 2015, los pueblos habitados por cristianos del valle del
río Khabour, fueron conquistados por las milicias yihadistas de Daesh.
Los habitantes huyeron, al menos unas 250 personas habían sido tomadas
como rehenes y deportadas por los yihadistas, para ser liberados
progresivamente en grupos, tras el pago de dinero en rescate. En febrero de 2016, milicias
curdas de las Unidades de Protección Popular (brazo armado de la Unión
Democrática Kurda – PYD-, el partido kurdo que es la rama siria del PKK)
habían establecido tres campos de entrenamiento en tres pueblos del
valle de Khabur, que desde entonces han quedado casi completamente
abandonados.