CIUDAD DEL VATICANO (http://press.vatican.va - 24 de marzo de 2018).- Documento de la Reunión pre-sinodal para la preparación de la XV Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos (Roma, 19-24 marzo 2018)
SÍNODO DE LOS OBISPOS,XV ASAMBLEA GENERAL ORDINARIA «LOS JÓVENES, LA FE Y EL DISCERNIMIENTO VOCACIONAL»
REUNIÓN PRE-SINODAL, ROMA, 19-24 DE MARZO 2018
DOCUMENTO
INTRODUCCIÓN
El joven de hoy se encuentra con una gran cantidad de desafíos y
oportunidades internas y externas, muchas son específicas de su
ambiente, mientras otras son compartidas en todo el mundo. A la luz de
esto, es necesario que la Iglesia reflexione sobre su concepción de los
jóvenes y el modo de interactuar con ellos, para ser una guía que sea
efectiva, relevante y dadora de vida.
Este documento es una síntesis donde expresamos algunos de nuestros
pensamientos y experiencias. Es importante destacar que estas son las
reflexiones de jóvenes del siglo XXI, de religiones y ambientes
culturales diversos. Con esto en mente, la Iglesia debería ver estas
reflexiones, no como un análisis empírico de un tiempo pasado, sino como
una expresión de dónde estamos ahora, hacia dónde vamos, y como un
indicador de lo que ella tiene que hacer para avanzar.
Para iniciar, es importante clarificar los parámetros de este
documento. No se trata de componer un tratado teológico, ni de
establecer una nueva enseñanza de la Iglesia. Más bien, es una reflexión
sobre realidades específicas, personalidades, creencias, y experiencias
de jóvenes de todo el mundo. Este documento está destinado a los Padres
Sinodales, como una orientación que les ayude a comprender mejor a los
jóvenes: una hoja de ruta para el Sínodo de los Obispos sobre “Jóvenes,
Fe y Discernimiento vocacional” de octubre de 2018. Es importante que
estas experiencias sean vistas y entendidas de acuerdo a los distintos
contextos en que los jóvenes se encuentran.
Estas reflexiones surgen de la reunión de más de 300 jóvenes
representantes de todo el mundo, convocados en Roma del 19-25 de marzo
de 2018, en la Reunión Pre-Sinodal de Jóvenes.
Este documento es un resumen de los aportes de todos los
participantes, basado en el trabajo de 20 grupos lingüísticos y en la
participación de 15,000 jóvenes conectados online a través de grupos de Facebook. Este documento es una de las fuentes, entre otras, que conformarán el Instrumentum Laboris, que
contribuirá al trabajo del Sínodo de Obispos de 2018. Esperamos que la
Iglesia y otras instituciones puedan aprender de este proceso
Pre-Sinodal y escuchar la voz de los jóvenes.
Una vez aclarado lo anterior, podemos avanzar para explorar con
apertura y fe dónde se encuentra el joven hoy, dónde el joven se ve en
relación con otros, y cómo nosotros como Iglesia podemos acompañarlos de
la mejor forma hacia una comprensión más profunda de ellos mismos y de
su lugar en el mundo.
PARTE I
DESAFÍOS Y OPORTUNIDADES DE LOS JÓVENES
EN EL MUNDO ACTUAL
1. La formación de la personalidad
Los jóvenes buscan el sentido de su vida en comunidades que los
apoyen, los eleven, que sean auténticas y abiertas: comunidades que “les
den alas” (empower). Reconocemos varios lugares que nos ayudan
al desarrollo de nuestra personalidad, principalmente la familia. En
muchas partes del mundo, el rol de los adultos y la reverencia por los
antepasados son factores que contribuyen a la formación de la identidad.
Sin embargo, esto no es universal, ya que el modelo tradicional de
familia está en crisis en algunas partes. Esto hace sufrir a los
jóvenes. Algunos, dejan atrás sus tradiciones familiares esperando ser
más originales de lo que consideran como “estancado en el pasado” y
“pasado de moda”. Por otro lado, en algunas partes del mundo, los
jóvenes buscan su propia identidad permaneciendo enraizados en sus
tradiciones familiares y luchando por permanecer fieles a la forma en
que fueron criados.
La Iglesia necesita, por tanto, apoyar a las familias y su formación.
Esto es particularmente relevante en algunos países donde no hay
libertad de expresión, y se les impide participar en la Iglesia,
teniendo que ser formados en la fe por sus padres en el hogar.
El sentido de pertenencia es un factor significativo a la hora de
formar la propia identidad. Muchos experimentan que la exclusión social
es un factor que contribuye a la pérdida de autoestima y de identidad.
En el Medio Oriente, muchos jóvenes se sienten obligados a convertirse a
otras religiones para ser aceptados por sus pares y el ambiente de una
cultura dominante. Las comunidades de inmigrantes en Europa también
sienten esto agudamente, pues la presión social los empuja a dejar su
propia identidad cultural y asimilar la cultura dominante. Éste es un
área en la cual la Iglesia necesita modelar, proveer espacio y sanación
para nuestras familias; al afrontar estas situaciones, la Iglesia
demuestra que hay lugar para todos.
Vale la pena destacar que la identidad del joven también se forma por
nuestras relaciones externas y pertenencia a grupos específicos,
asociaciones y movimientos activos también fuera de la Iglesia. A veces,
las parroquias ya no son lugares de conexión. Reconocemos el rol de
educadores y amigos, por ejemplo, líderes de grupos juveniles que pueden
llegar a ser para nosotros buenos ejemplos. Necesitamos encontrar
modelos atractivos, coherentes y auténticos. Necesitamos explicaciones
racionales y críticas para los asuntos complejos. Las respuestas simples
no nos satisfacen.
Algunos hoy consideran la religión un asunto privado. A veces,
sentimos que lo sagrado resulta lejano de nuestra vida cotidiana. La
Iglesia suele aparecer como demasiado severa y excesivamente moralista.
En otras ocasiones, en la Iglesia, es difícil superar a la lógica del
“siempre se ha hecho así”. Necesitamos una Iglesia acogedora y
misericordiosa, que aprecie sus raíces y patrimonio y que ame a todos,
incluso a aquellos que no siguen los estándares. Muchos de los que
buscan una vida en paz acaban entregándose a filosofías o experiencias
alternativas.
Otros lugares clave de pertenencia son grupos como las redes
sociales, los amigos y compañeros, como también nuestro ambiente social y
cotidiano. Estos son lugares en los que muchos de nosotros pasamos la
mayor parte de nuestro tiempo. A menudo, nuestras escuelas no nos
enseñan a desarrollar nuestro pensamiento crítico.
Momentos cruciales para el desarrollo de nuestra identidad son:
decidir qué vamos estudiar, elegir nuestra profesión, decidir nuestras
creencias, descubrir nuestra sexualidad, y asumir compromisos decisivos
para nuestras vidas.
También nuestras experiencias con la Iglesia pueden modelar y afectar
la formación de nuestra identidad y personalidad. Los jóvenes están
adentrados (deeply vested in) y preocupados por temas como la
sexualidad, las adicciones, los matrimonios fracasados, las familias
rotas; como también por otros temas de mayor alcance social como el
crimen organizado, el tráfico humano, la violencia, la corrupción, la
explotación, el feminicidio, las diversas formas de persecución y la
degradación del medio ambiente. Éstas implican una preocupación grave
para comunidades vulnerables en todo el mundo. Tenemos miedo porque en
muchos de nuestros países existe una inestabilidad social, política y
económica.
Al afrontar estos retos, necesitamos inclusión, acogida, misericordia
y ternura de la Iglesia como institución y como comunidad de fe.
2. La relación con la diversidad
Los jóvenes están tratando de encontrar el sentido a un mundo muy
complicado y diverso. Tenemos acceso a nuevas posibilidades para superar
las diferencias y divisiones en el mundo, pero esto se está llevando a
cabo en varios niveles, dependiendo de las realidades. Muchos jóvenes
están acostumbrados a ver en la diversidad una riqueza, y a encontrar
oportunidad en un mundo plural. La multiculturalidad tiene el potencial
para facilitar un ambiente que propicie el diálogo y la tolerancia.
Valoramos la diversidad de ideas en nuestro mundo globalizado, el
respeto por el pensamiento ajeno y la libertad de expresión. Aún así,
queremos mantener nuestra identidad cultural y evitar la uniformidad y
la cultura del descarte. No debemos temer nuestra diversidad, sino
celebrar nuestras diferencias y lo que nos hace únicos. A veces, nos
sentimos excluidos por ser cristianos en un ambiente adverso a la
religión. Somos conscientes de que tenemos que encontrarnos con nosotros
mismos y con los otros para generar lazos profundos.
En algunos países, la fe cristiana es minoría, mientras que otra
religión es la dominante. Los países con raíces cristianas tienen
actualmente la tendencia de rechazar gradualmente la Iglesia y la
religión. Otros están tratando de buscar el sentido de la fe en una
sociedad cada vez más secular, donde la libertad de conciencia y la
religión están siendo atacadas. El racismo a diferentes niveles afecta a
los jóvenes en las diversas partes del mundo. Aquí hay una oportunidad
para la Iglesia de proponer otro “camino” para que los jóvenes vivan su
vida, aunque esto se debe realizar algunas veces en un marco social
complicado.
Siguiendo esta línea, a veces es difícil para los jóvenes escuchar
siquiera el mensaje del Evangelio. Esto se acentúa en aquellos lugares
donde las tensiones sociales pueden llegar a ser muy comunes, a pesar de
un aprecio general por la diversidad. Se necesita una particular
atención hacia nuestros hermanos y hermanas cristianos perseguidos en
todo el mundo. Nos acordamos de nuestras raíces cristianas con la sangre
de los mártires y, mientras rezamos para que termine toda persecución,
estamos agradecidos por su testimonio de fe al mundo. Además de eso, aún
no existe un consenso sobre la cuestión de la acogida de migrantes y
refugiados, ni sobre las causas de este fenómeno. Este desacuerdo se da a
pesar del reconocimiento de la llamada universal a cuidar de la
dignidad de cada persona.
En un mundo globalizado e interreligioso, la Iglesia necesita, no
sólo mostrar, sino también trabajar sobre las directrices teológicas ya
existentes, para un diálogo pacífico y constructivo con personas de
otras creencias y tradiciones.
3. Los jóvenes y el futuro
Los jóvenes sueñan con seguridad, estabilidad y plenitud. Muchos
esperan una vida mejor para sus familias. En muchos lugares del mundo,
esto significa buscar seguridad física; para otros, esto se relaciona
más específicamente con encontrar un buen trabajo o un cierto estilo de
vida. Un sueño común en todos los continentes y océanos es el deseo de
encontrar un lugar al cual el joven pueda sentir que pertenece.
Vislumbramos mejores oportunidades en una sociedad que es coherente y
que confía en nosotros. Buscamos ser escuchados y no meros espectadores
en la sociedad sino participantes activos. Buscamos una Iglesia que nos
ayude a encontrar nuestra vocación en todos sus sentidos. Tristemente,
no todos nosotros creemos que la santidad sea algo alcanzable ni un
camino a la felicidad. Necesitamos revitalizar el sentido de comunidad
que nos lleva al sentido de pertenencia.
Algunas situaciones concretas hacen difícil nuestra vida. Muchos
jóvenes han experimentado grandes traumas de diversas formas. Muchos
sufren todavía el peso de enfermedades físicas y mentales. La Iglesia
necesita apoyarnos más y proveer vías que ayuden en nuestra sanación. En
algunas partes del mundo, la única forma de asegurarse un futuro es
recibiendo una educación superior o trabajando excesivamente. A pesar de
que esto es un estándar comúnmente compartido, no es siempre posible,
debido a varias circunstancias en las que los jóvenes se encuentran.
Esta idea es una noción predominante que ha afectado nuestra concepción
del trabajo. No obstante esta realidad, los jóvenes desean afirmar la
dignidad inherente al trabajo. A veces, terminamos abandonando nuestros
sueños. Tenemos demasiado miedo, y algunos de nosotros hemos dejado de
soñar. Esto se ve en muchas presiones socio-económicas que pueden robar
el sentido de esperanza de los jóvenes. En ocasiones, ni siquiera
tenemos las oportunidades para seguir soñando.
Por esta razón, los jóvenes buscan comprometerse y afrontar
situaciones de justicias social de nuestro tiempo. Buscamos la
oportunidad de trabajar para construir un mundo mejor. En este sentido,
la Doctrina Social de la Iglesia es una herramienta particularmente
informativa para los jóvenes católicos, quienes también quieren seguir
esta vocación. Queremos un mundo de paz, que armonice una ecología
integral con una economía global sustentable. Los jóvenes que viven en
regiones inestables y vulnerables, desean y esperan acciones concretas
de parte de sus gobiernos y de la sociedad: poner fin a la guerra y la
corrupción; afrontar el cambio climático, la desigualdad social y la
inseguridad. Lo que es importante destacar es que más allá del contexto,
todos comparten el mismo deseo innato por altos ideales: paz, amor,
confianza, equidad, libertad y justicia.
Los jóvenes sueñan con una vida mejor, pero muchos se ven forzados a
emigrar para encontrar una mejor situación económica y ambiental. Buscan
paz y son especialmente atraídos hacia el “mito occidental”, como lo
presentan los medios. Los jóvenes africanos sueñan con una Iglesia local
autónoma (self-reliant), que no requiera de la ayuda que lleve a
la dependencia, sino una que sea capaz de dar vida a sus comunidades. A
pesar de las muchas guerras y las intermitentes propagaciones de
violencia, los jóvenes mantienen la esperanza. En muchos países
occidentales, sus sueños están centrados en el desarrollo personal y la
auto-realización.
En muchos lugares existe una gran brecha entre los deseos de los jóvenes y su capacidad de tomar decisiones a largo plazo.
4. La relación con la tecnología
Cuando nos referimos a la tecnología hay que entender la dualidad que
conlleva su uso. Mientras que los avances tecnológicos modernos han
mejorado bastante nuestras vidas, hay que ser prudentes en su uso. Como
en todas las cosas, su uso descuidado puede traer consecuencias
negativas. Mientras que para unos, la tecnología ha mejorado sus
relaciones, para otros se ha convertido en una forma de adicción,
sustituyendo la relación humana e incluso a Dios. Más allá de todo eso,
la tecnología es ahora una parte permanente de la vida de los jóvenes y
tiene que ser entendida como tal. Paradójicamente, en algunos países, la
tecnología, y particularmente el internet, es accesible mientras que se
carece de las necesidades y servicios básicos.
El impacto de la social media en la vida de los jóvenes no puede ser subestimada. La social media
es una parte significativa de la identidad y del estilo de vida de los
jóvenes. Los ambientes digitales tienen un gran potencial para unir
personas distantes geográficamente como nunca antes. El intercambio de
información, ideales, valores, e intereses comunes es actualmente más
posible. El acceso a herramientas de aprendizaje online ha abierto oportunidades educativas para jóvenes en zonas remotas y ha traído el mundo del conocimiento al alcance de un click.
La ambigüedad de la tecnología, sin embargo, se hace evidente cuando
lleva a ciertos vicios. Este peligro se manifiesta por medio del
aislamiento, la pereza, la desolación y el aburrimiento. Es evidente que
los jóvenes del mundo están consumiendo obsesivamente productos
virtuales. A pesar de vivir en un mundo hiper-conectado, la comunicación
entre jóvenes permanece limitada a aquellos que son similares entre sí.
Hay una falta de espacios y oportunidades para el encuentro de las
diferencias. La cultura mass media sigue influyendo mucho en la vida e ideales de los jóvenes. La llegada de la social media ha traído nuevos desafíos dado el grado de poder que las compañías de estos nuevos medios ejercen sobre la vida de los jóvenes.
A menudo, los jóvenes tienden a separar su comportamiento online y offline. Es necesario ofrecer a los jóvenes formación sobre cómo vivir su “vida digital”. Las relaciones online
pueden volverse inhumanas. Los espacios digitales nos ciegan a la
vulnerabilidad del otro y obstaculizan la reflexión personal. Problemas
como la pornografía distorsionan la percepción del joven sobre la
sexualidad humana. Cuando la tecnología se usa así, crea una realidad
paralela ilusoria que ignora la dignidad humana.
Otros riesgos incluyen: la pérdida de la identidad causada por una
falsa comprensión de la persona, una construcción virtual de la
personalidad, y la pérdida de una presencia social concreta. Además,
riesgos a largo plazo incluyen: la pérdida de la memoria, de la cultura y
de la creatividad ante el acceso inmediato a la información, y una
pérdida de concentración causado por la fragmentación. También, existe
una cultura y dictadura de las apariencias.
El tema de la tecnología no se limita al internet. En el campo de la
bioética, la tecnología pone nuevos desafíos y riesgos para la vida
humana en todas sus etapas. La llegada de la inteligencia artificial y
de las nuevas tecnologías, como la robótica y la automatización,
conlleva riesgos para las oportunidades de empleo para las clases
trabajadoras. La tecnología puede ser dañina para la dignidad humana si
no es usada con conciencia y cuidado y si la dignidad humana no está al
centro.
Ofrecemos dos propuestas concretas en lo que respecta a la
tecnología. Primero, al involucrar a los jóvenes en un diálogo, la
Iglesia debe profundizar en su comprensión de la tecnología para
asistirnos en el discernimiento sobre su uso. Además, la Iglesia debe
ver la tecnología –particularmente el internet—como un lugar fecundo
para la Nueva Evangelización. Los resultados de estas reflexiones
deberían ser formalizados por medio de un documento oficial de la
Iglesia. La iglesia debería expresarse sobre la crisis ampliamente
extendida de la pornografía, que incluye el abuso de niños online, como también el ciber-bullying y el daño que éstos causa en nuestra humanidad.
5. La búsqueda del sentido de la existencia
Muchos jóvenes, al ser preguntados sobre cuál es el sentido de su
vida, no saben qué responder. No siempre hacen la conexión entre vida y
trascendencia. Muchos jóvenes, habiendo perdido la confianza en las
instituciones, se han desvinculado de la religión institucionalizada y
no se ven a sí mismos como “religiosos”. Sin embargo, los jóvenes están
abiertos a lo espiritual.
Muchos también se lamentan por lo poco que los jóvenes buscan
respuestas al sentido de la vida en la fe y la Iglesia. En muchos
lugares del mundo, los jóvenes vinculan el sentido de sus vidas a su
trabajo y al éxito personal. La dificultad de encontrar estabilidad en
estas áreas produce inseguridad y ansiedad. Muchos tienen que emigrar
para encontrar un buen lugar para trabajar. Otros, dada la inestabilidad
económica, abandonan familia y cultura.
Finalmente, otros notan que mientras los jóvenes se cuestionan sobre
el sentido de la vida, esto no quiere decir que estén preparados para
comprometerse decisivamente con Jesús o con la Iglesia. Actualmente, la
religión ya no es vista como la principal fuente a través de la cual el
joven busca sentido, y a menudo miran hacia otras corrientes e
ideologías modernas. Los escándalos atribuidos a la Iglesia –tanto
reales como percibidos—afectan la confianza de los jóvenes en ella y en
las instituciones tradicionales que representa.
La Iglesia puede jugar un rol vital asegurando que estos jóvenes no
sean marginados, sino que se sientan aceptados. Esto sucede cuando
buscamos promover la dignidad de la mujer, tanto en la Iglesia como en
la sociedad. Hoy en día, existe un problema general en la sociedad en la
cual la mujer aún no tiene un lugar equitativo. Esto también es cierto
en la Iglesia. Existen grandes ejemplos de mujeres que sirven en
comunidades religiosas y como laicas, en puestos de liderazgo. No
obstante, para algunas mujeres jóvenes, estos ejemplos no son siempre
visibles. Una pregunta clave surge de estas reflexiones: ¿Cuáles son los
lugares en los que la mujer puede florecer en la Iglesia y en la
sociedad? La Iglesia puede abordar estos problemas con discusiones
concretas y apertura de mente a las diferentes ideas y experiencias.
Suele haber gran desacuerdo entre los jóvenes, tanto dentro como
fuera de la Iglesia, sobre algunas de sus enseñanzas que son
especialmente controversiales hoy en día. Ejemplos de estas son:
contracepción, aborto, homosexualidad, cohabitación, matrimonio y cómo
el sacerdocio es percibido en diferentes realidades en la Iglesia. Es
importante hacer notar que, independientemente del nivel de compresión
que se tenga sobre lo que la Iglesia enseña, sigue habiendo desacuerdo y
discusión entre los jóvenes acerca de éstos polémicos temas. Como
resultado, muchos jóvenes pueden querer que la Iglesia cambie su
enseñanza o, al menos, que se les explique y forme mejor en estas
cuestiones. Aunque existe un debate interno, los jóvenes católicos,
cuyas convicciones están en conflicto con la enseñanza oficial, siguen
deseando ser parte de la Iglesia. Muchos jóvenes católicos aceptan estas
enseñanzas y encuentran en ellas una fuente de alegría, y desean que la
Iglesia no sólo se aferre a ellas en medio de la impopularidad, sino
que también las proclame y enseñe con mayor profundidad.
En todo el mundo la relación con lo sagrado es complicada. El
cristianismo se suele ver como algo que pertenece al pasado, y su valor o
relevancia para nuestras vidas ya no es comprendido. Mientras tanto, en
ciertas comunidades, se le da prioridad a lo sagrado, ya que la vida
cotidiana se estructura en torno a la religión. En algunos contextos de
Asia, el sentido de la vida puede ser asociado con filosofías
orientales.
En definitiva, muchos de nosotros tenemos un gran deseo de conocer a
Jesús, pero muchas veces nos cuesta darnos cuenta que sólo Él es la
fuente del verdadero descubrimiento personal, ya que es en la relación
con Él que la persona humana llega finalmente a descubrirse a sí misma.
Por ello, hemos encontrado que los jóvenes quieren testigos auténticos,
hombres y mujeres que expresen con pasión su fe y su relación con
Jesús, mientras animan a otros a acercase, conocer y enamorarse de Él.
PARTE II
FE Y VOCACIÓN, DISCERNIMIENTO Y ACOMPAÑAMIENTO
Es a la vez una alegría y una sagrada responsabilidad acompañar a los
jóvenes en su camino de fe y discernimiento. Los jóvenes son más
receptivos a una “literatura de la vida” (literature of life) que
a un discurso teológico abstracto; son conscientes y receptivos y
también están comprometidos en estar activamente involucrados en el
mundo y en la Iglesia. A este fin, es importante comprender cómo los
jóvenes perciben su vocación, y sus desafíos frente al discernimiento.
6. Los jóvenes y Jesús
La relación de los jóvenes con Jesús es tan variada como el número de
jóvenes en este mundo. Existen muchos jóvenes que conocen y tienen una
relación personal con Jesús como su Salvador y el Hijo de Dios. Además,
muchos jóvenes se sienten cercanos a Jesús a través de la relación con
su Madre, María. Otros puede que no tengan una relación de este tipo con
Jesús, pero lo ven como un líder moral y un buen hombre. Muchos jóvenes
perciben a Jesús como una figura histórica de un cierto tiempo y
cultura, que no es relevante para sus vidas. Todavía, otros lo perciben
distante de la experiencia humana, para quienes es una distancia
perpetuada por la Iglesia. Las falsas imágenes de Jesús que algunos
jóvenes tienen les lleva a no sentirse atraídos por Él. Ideas
equivocadas sobre el ideal de vida cristiana lo hacen sentir fuera del
alcance de la persona común, por lo que también las reglas establecidas
por la Iglesia. Por lo tanto, para algunos, el cristianismo es percibido
cono un estándar inalcanzable.
Una forma de superar la confusión que los jóvenes tienen con respecto
a quién es Jesús, implica un volver a las Escrituras para comprenderlo
más profundamente en su vida y en su humanidad. Los jóvenes necesitan
encontrarse con la misión de Cristo, no con lo que pueden percibir como
una expectativa moral imposible. No obstante, se sienten inseguros sobre
cómo hacerlo. Este encuentro necesita ser fomentado en los jóvenes y
abordado por la Iglesia.
7. La fe y la Iglesia
Para muchos jóvenes, la fe se ha convertido en un asunto privado en
vez de comunitario, y las experiencias negativas que algunos jóvenes han
tenido con la Iglesia ha contribuido a eso. Existen muchos jóvenes que
se relacionan con Dios sólo a un nivel personal, quienes son
“espirituales pero no religiosos”, o están enfocados sólo en una
relación con Jesús. Para algunos jóvenes la Iglesia ha desarrollado una
cultura que se enfoca fuertemente en la relación institucional entre sus
miembros, y no con la persona de Cristo. Otros jóvenes ven a los
líderes religiosos desconectados y más centrados en la administración
que en la construcción de la comunidad, y todavía algunos ven
irrelevante a la Iglesia. Puede parecer que la Iglesia olvida que son
las personas quienes la conforman, y no el edificio. Otros jóvenes
experimentan una Iglesia muy cercana a ellos, en lugares como África,
Asia y América Latina, así como en diferentes movimientos globales;
inclusive algunos jóvenes quienes no viven el Evangelio se sienten
conectados a la Iglesia. Este sentido de pertenencia y familia sostiene a
estos jóvenes en su camino. Sin el apoyo y la pertenencia a la
comunidad como punto de referencia, los jóvenes se pueden sentir
asilados de frente a los desafíos. Existen muchos jóvenes que no sienten
la necesidad de formar parte de la comunidad eclesial y quienes
encuentran sentido a su vida fuera de la misma.
Desafortunadamente, existe un fenómeno en algunas áreas del mundo en
las cuales un gran número de jóvenes está dejando la Iglesia. Comprender
el porqué es crucial para ir hacia adelante. Los jóvenes que se
encuentran desconectados de o quienes dejan la Iglesia, lo hacen luego
de haber experimentado indiferencia, de sentirse juzgados y rechazados.
Se puede asistir, participar e irse de la Misa sin experimentar un
sentido de comunidad o familia como Cuerpo de Cristo. Los cristianos
profesan un Dios vivo, pero algunos asisten a Misas, o pertenecen a
comunidades, que parecen muertas. Los jóvenes son atraídos por la
alegría que debería ser el sello distintivo de nuestra fe. Los jóvenes
expresan el deseo de ver una Iglesia que sea testimonio viviente de lo
que enseña, que sea testigo auténtico en el camino hacia la santidad, lo
que incluye el reconocer los errores y el pedir perdón por ellos. Los
jóvenes sueñan con líderes en la Iglesia –sacerdotes, religiosos,
religiosas y laicos—que sean un fuerte ejemplo de esto. El saber que
quienes testimonian la fe (models of faith) son auténticos y
vulnerables, permite que los jóvenes, a su vez, lo puedan ser con
libertad. Con esto, no se quiere destruir la sacralidad ministerial,
sino que los jóvenes puedan verse inspirados por ellos en el camino
hacia la santidad.
En muchas ocasiones, los jóvenes tienen dificultad para encontrar un
espacio en la Iglesia en el que puedan participar y ser protagonistas.
La experiencia de los jóvenes en la Iglesia es interpretada por ellos
mismos, como una en donde se les ve “muy jóvenes” e inexpertos para
liderar o tomar decisiones, ya que se piensa que sólo cometen errores.
Hay una necesidad de confiar en que los jóvenes pueden ser protagonistas
de su proprio camino espiritual. Esto no se refiere sólo a imitar a los
mayores, sino a tomar realmente “las riendas” (ownership) de su misión y responsabilidad en la vida, de la mejor manera.
Los movimientos y las nuevas comunidades en la Iglesia han
desarrollado vías enriquecedoras, no sólo para evangelizar a los jóvenes
sino también para darles protagonismo (empower), para que sean los primeros embajadores de la fe hacia sus pares.
Otra percepción común que muchos jóvenes poseen es la poca claridad
del rol de la mujer en la Iglesia. Es difícil para los jóvenes tener un
sentido de pertenencia y liderazgo dentro de la misma, y esto se da
sobre todo en las jóvenes. Para este fin, sería provechoso para todos
los jóvenes si la Iglesia no solamente aclarara el rol de la mujer, sino
que a su vez ayudara a explorarlo y entenderlo con mayor claridad.
8. El sentido vocacional de la vida
Existe la necesidad de una comprensión sencilla y clara sobre la
vocación, subrayando el sentido de la llamada y la misión, del deseo y
la aspiración, lo cual lo hace un concepto más asequible para los
jóvenes en esta etapa de su vida. La “vocación” ha sido presentada
algunas veces como un concepto abstracto, percibido como fuera del
alcance de la mente de muchos. Los jóvenes comprenden el sentido general
de darle significado a la vida, y del existir por una razón, pero
muchos no saben cómo comprender la vocación como un don y llamada de
Dios.
El término “vocación” se ha convertido en sinónimo de sacerdocio y
vida religiosa en la cultura de la Iglesia. Si bien estas son llamadas
sagradas que deben ser celebradas, es importante para los jóvenes saber
que su vocación es a la vida, y que cada persona tiene la
responsabilidad de discernir a lo que Dios la llama a ser y hacer.
Existe una plenitud en cada vocación que debe ser subrayada, con el fin
de abrir el corazón de los jóvenes a sus posibilidades.
Muchos jóvenes de varias creencias ven la vocación como algo que
abarca la vida, el amor, las aspiraciones, su lugar y contribución en el
mundo, y la manera de dejar una huella. El término vocación no es muy
claro para muchos jóvenes, de ahí que sea necesario una mayor
comprensión de la vocación cristiana (sacerdocio, vida religiosa,
laicado, matrimonio y familia, rol en la sociedad, etc.) y el llamado
universal a la santidad.
9. El discernimiento vocacional
Descubrir la propia vocación es un desafío, especialmente a la luz de
las diversas interpretaciones del término. Independientemente, los
jóvenes desean asumir este desafío. El discernimiento de la propia
vocación puede convertirse en toda una aventura en este peregrinar de la
vida. Dicho esto, muchos jóvenes no saben cómo emprender procesos de
discernimiento; ésta es una gran oportunidad para que la Iglesia les
acompañe.
Muchos factores influyen en la habilidad de los jóvenes para
discernir su vocación, entre los cuales se encuentran: la Iglesia, las
diferencias culturales, las exigencias del trabajo, digital media, las expectativas de la propia familia, la salud y el bienestar mental, el ruido, la presión de los sus compañeros (peer pressure),
los diversos escenarios políticos, la sociedad en general, la
tecnología, etc. Son pocos los jóvenes que aprovechan las oportunidades
que el silencio, la introspección, la oración, la lectura de las
Escrituras, y el mayor conocimiento de uno mismo, pueden ofrecerles.
Tienen necesidad de ser mejor introducidos en dichas oportunidades.
Involucrase en grupos de fe (faith-based groups), en movimientos y en comunidades con intereses afines podrán ser también de ayuda para el discernimiento de los jóvenes.
Reconocemos particularmente los desafíos tan únicos que las mujeres
jóvenes tienen que afrontar para poder discernir su vocación y su lugar
en la Iglesia. Así como el “sí” de María a la llamada de Dios es
fundamental para toda experiencia cristiana, hoy en día, las mujeres
jóvenes necesitan ese espacio para poder decir “sí” a su vocación. Por
ello, animamos a la Iglesia para que puedan profundizar en su
comprensión del papel de la mujer y poderles así darles un mayor
protagonismo (empower), tanto a la mujer laica como a la mujer
consagrada, con el mismo espíritu con el que la Iglesia ama a María, la
madre de Jesús.
10. Los jóvenes y el acompañamiento
Los jóvenes están buscando a hombres y mujeres fieles que les puedan
acompañar en su caminar y que expresen la verdad, dejando al joven la
capacidad de articular la comprensión de su fe y de su vocación. Dichas
personas no tienen que ser ejemplos a imitar, sino testimonios vivos,
que evangelicen con su propia vida. Así sean caras familiares que
encuentran en sus hogares, colegas en su comunidad local, o mártires que
dan testimonio de su fe a través de la entrega de su vida, son muchos
los que puedan cumplir estas expectativas.
Las cualidades de dicho acompañante incluyen: que sea un auténtico
cristiano comprometido con la Iglesia y con el mundo; que busque
constantemente la santidad; que comprenda sin juzgar; que sepa escuchar a
las necesidades de los jóvenes y responde a ellas con empatía; que sea
muy bondadosa, y consciente de sí (self-aware); que reconozca sus límites y que conozca la alegría y el sufrimiento que todo camino espiritual conlleva.
Una característica especialmente importante en uno que acompaña es el
reconocimiento de su propia humanidad. Que sean seres humanos que
cometen errores: personas no perfectas, sino personas que se saben
pecadores perdonados. Algunas veces los acompañantes son puestos en un
pedestal, y por ello cuando caen, el impacto puede ser devastador para
el camino de compromiso en el cual el joven se encontraba en la Iglesia.
Los acompañantes no deben guiar a los jóvenes de tal modo que los
sigan pasivamente, sino más bien que caminen a su lado, dejándoles ser
los protagonistas de su propio camino. Deben de respetar la libertad que
el joven tiene en su proceso de discernimiento y ofrecerles
herramientas que les ayuden a hacerlo bien. Un acompañante debe confiar
sinceramente en la capacidad que tiene cada joven de poder participar en
la vida de la Iglesia. Por ello, un acompañante debe simplemente
plantar la semilla de la fe en los jóvenes, sin querer ver
inmediatamente los frutos del trabajo del Espíritu Santo. Este papel no
debería de ser exclusivo de los sacerdotes y de la vida consagrada, sino
que los laicos deberían poder igualmente ejercerlo. Por último, todos
éstos acompañantes deben estar debidamente formados y buscando siempre
una formación continua.
PARTE III
LA ACCIÓN EDUCATIVA Y PASTORAL DE LA IGLESIA
11. Estilo de Iglesia
Los jóvenes de hoy anhelan una Iglesia que sea auténtica. Queremos
decir, especialmente a la jerarquía de la Iglesia, que debe ser una
comunidad transparente, acogedora, honesta, atractiva, comunicativa,
asequible, alegre e interactiva.
Una Iglesia creíble es aquella que no tiene miedo de mostrase
vulnerable. La Iglesia debe ser sincera en admitir sus errores presentes
y pasados, que sea una Iglesia conformada por personas capaces de
equivocarse y de hacer malinterpretaciones. La Iglesia debe condenar
acciones tales como los abusos sexuales y los males manejos de poder y
dinero. La Iglesia debería continuar a fortalecer su posición de
no-tolerancia hacia los abusos sexuales dentro de sus instituciones; y
su humildad sin duda aumentará su credibilidad frente al mundo juvenil.
Si la Iglesia actúa de esta manera, entonces se diferenciará de otras
instituciones y autoridades de las cuales los jóvenes, en su mayoría, ya
desconfían.
Tanto más, la Iglesia atrae la atención de los jóvenes al estar
enraizada en Jesucristo. Cristo es la Verdad que hace a la Iglesia
diferente de cualquier otro grupo mundial con el que nos podemos
identificar. Por lo tanto, pedimos a la Iglesia de continuar proclamando
la alegría del evangelio bajo la guía del Espíritu Santo.
Deseamos que la Iglesia esparza su mensaje a través de medios
modernos de comunicación y expresión. Los jóvenes tienen muchas
preguntas acerca de la fe, pero desean respuestas que no estén
“diluidas” (wáter-downed) o que hagan uso de formulas
pre-fabricadas. Nosotros, la Iglesia joven, pedimos a nuestros líderes
de hablar en términos prácticos acerca de temas controversiales como la
homosexualidad y cuestiones de género, sobre las cuales ya los jóvenes
discuten libremente sin tabú. Algunos perciben una Iglesia en “contra de
la ciencia” (anti-science) por lo que su diálogo con la comunidad
científica también es importante, ya que la ciencia puede iluminar la
belleza de la creación. En este contexto, la Iglesia también debería
preocuparse por cuestiones ambientales, especialmente la contaminación.
También deseamos ver una Iglesia que es empática y en salida hacia
quienes están en las periferias, los perseguidos y los pobres. Una
Iglesia atractiva es una Iglesia relacional.
12. Jóvenes protagonistas
La Iglesia debe involucrar a los jóvenes en sus procesos de toma de
decisiones y ofrecerles mayores roles de liderazgo. Éstas posiciones
necesitan ser a todos los niveles: parroquias, diócesis, a nivel
nacional e internacional, inclusive una comisión ante el Vaticano.
Sentimos con grande pasión que estamos preparados para ser
protagonistas, que podemos crecer y dejarnos enseñar de lo miembros de
la Iglesia que son mayores que nosotros, por religiosos, religiosas,
hombre y mujeres laicos. Necesitamos programas de liderazgo juvenil para
la formación y continuo desarrollo de jóvenes líderes. Algunas mujeres
jóvenes sienten que hace falta mayores ejemplos de liderazgo femenino
dentro de la Iglesia y desean contribuir sus dones intelectuales y
profesionales a la Iglesia. También creemos que los seminaristas, los
religiosos y las religiosas deberían tener una mayor capacidad para
acompañar a los jóvenes líderes.
Más allá de la toma de decisiones institucional, queremos ser una
presencia alegre, entusiasta y misionera dentro de la Iglesia. También
expresamos nuestro fuerte deseo por una voz prominente y creativa. Esta
creatividad a menudo se encuentra en la música, la liturgia y las artes,
pero, de momento, este es un potencial sin explorar, siendo este
aspecto en la Iglesia dominado por sus miembros mayores.
También existe el deseo de sólidas comunidades en las que los jóvenes
compartan sus dificultades y testimonio entre ellos. En muchos lugares,
esto ya está sucediendo a través de iniciativas de laicos, movimientos y
asociaciones, pero los jóvenes desean ser más apoyados oficial y
financieramente.
La Iglesia joven también ve hacia afuera; los jóvenes tienen una
pasión por la política, la vida civil y las actividades humanitarias.
Quieren actuar como católicos en la esfera pública en pos de la
sociedad. En todos estos aspectos de la vida de la Iglesia los jóvenes
desean ser acompañados y tomados en cuenta como miembros plenamente
responsables de la misma.
13. Lugares a privilegiar
Quisiéramos que la Iglesia saliera a nuestro encuentro en aquellos
lugares donde actualmente su presencia es poca o nula. Sobre todo, el
lugar en el que queremos ser encontrados por la Iglesia es en la calle,
donde todas las personas se encuentran. La Iglesia debería buscar nuevas
y creativas formas de salir al encuentro de las personas ahí donde se
encuentran más cómodas y donde naturalmente socializan: en los bares,
cafeterías, parques, gimnasios, estadios y en todos los centros
culturales y populares. También se deben tener en cuenta aquellos
lugares menos accesibles como lo son el mundo militar, el mundo laboral y
rural. Además de estos ambientes, necesitamos la luz de la fe en
lugares más difíciles como en orfanatos, hospitales, barrios marginados,
regiones destruidas por la guerra, cárceles, centros de rehabilitación y
“zonas rojas”.
Mientras la Iglesia ya nos encuentra a muchos de nosotros en las
escuelas y universidades en todo el mundo, quisiéramos ver una presencia
más fuerte y efectiva en estos lugares. Los recursos no se desperdician
cuando se invierten en estas áreas, ya que en ellas es donde el joven
emplea el mayor tiempo y donde además comparte con personas de variados
contextos socioeconómicos. Muchos de nosotros ya somos fieles miembros
de nuestras comunidades parroquiales o miembros de varias instituciones,
asociaciones u organizaciones dentro de la Iglesia. Es imperativo que
aquellos que ya están involucrados sean apoyados por la comunidad
eclesial de tal modo que se vean fortalecidos e inspirados a evangelizar
el mundo externo.
Además de los muchos lugares físicos en los que puede ser encontrado
el joven, el mundo digital debe ser considerado como tal por la Iglesia.
Queremos ver una Iglesia a la que se pueda acceder a través del social media y
de otros espacios digitales, para ofrecer información sobre la Iglesia y
su enseñanza de manera más fácil y efectiva. Esto contribuirá a la
formación del joven. En síntesis, la Iglesia debe salir a nuestro
encuentro ahí donde estamos –intelectual, emocional, espiritual, social y
físicamente.
14. Iniciativas a reforzar
Los jóvenes anhelamos experiencias a través de las cuales podamos
profundizar nuestra relación con Jesús en el mundo real. Las iniciativas
exitosas son aquellas que nos ofrecen una experiencia de Dios. Por lo
tanto, respondemos a iniciativas que nos ofrecen una comprensión de los
sacramentos, la oración y la liturgia, con el fin de poder compartir y
defender nuestra fe en un mundo secular. Los sacramentos son de gran
valor para nosotros, que tenemos el deseo de desarrollar un sentido más
profundo de lo que significan en nuestras vidas. Esto es así, en la
preparación al matrimonio, en el sacramento de la Reconciliación, la
preparación para el bautismo de los niños, entre otros. Dado la falta de
un conocimiento claro y atractivo en la presentación de lo que los
sacramentos realmente nos ofrecen, algunos de nosotros atravesamos un
proceso de desvalorizarlos.
Algunas iniciativas que consideramos fecundas son: eventos como la
Jornada Mundial de la Juventud; cursos y programas que ofrecen
respuestas y formación, especialmente para aquellos que se inician en la
fe; experiencias misioneras (outreach ministries), catecismos
juveniles; retiros durante los fines de semana y ejercicios
espirituales; eventos carismáticos, coros y grupos de alabanza,
peregrinaciones; ligas de deporte católicas; grupos juveniles
parroquiales y diocesanos; grupos para estudiar la Biblia; grupos
universitarios católicos; diferentes “apps” sobre la fe; y la inmensa
variedad de movimientos y asociaciones dentro de la Iglesia.
Nosotros respondemos a eventos bien organizados a grande escala, pero
también consideramos que no todos los eventos tienen que ser de esta
magnitud. Pequeños grupos locales donde podemos expresar nuestras
preguntas y compartir en fraterna comunión, también son indispensables
para mantener nuestra fe. Estos eventos más pequeños pueden ayudar a
hacer de puente entre los eventos eclesiales a grande escala y aquellos
más parroquiales. El encontrarnos de esta manera es especialmente
importante para aquellos jóvenes que viven en países donde los
cristianos son menos aceptados.
Los aspectos sociales y espirituales de las iniciativas de la Iglesia
pueden ser complementarios entre sí. También existe un gran deseo de
salir al encuentro y evangelizar a las personas que sufren de
enfermedades y adicciones, mientras también nos ponemos en diálogo con
distintos contextos religiosos, culturales y socioeconómicos. La Iglesia
debería fortalecer iniciativas que combatan el tráfico humano y la
migración forzosa, así como el narcotráfico, que es especialmente
importante en América Latina.
15. Los instrumentos a utilizar
La Iglesia debe adoptar un lenguaje que asuma las costumbres y las
culturas de los jóvenes, de modo tal que todos tengan la oportunidad de
escuchar el mensaje del Evangelio. Sin embargo, a nosotros nos
entusiasman las diferentes expresiones de la Iglesia. Algunos de
nosotros experimentamos una atracción por “el fuego” de los movimientos
contemporáneos carismáticos, que ponen en el centro al Espíritu Santo;
otros nos dejamos guiar por el silencio, la meditación y las liturgias
tradicionales y respetuosas del sentido de lo sagrado. Todas estas cosas
son buenas en la medida en que nos ayudan a rezar de distintas maneras.
Fuera de la Iglesia, muchos jóvenes viven una gozosa espiritualidad,
pero la Iglesia podría también incluirlos con los instrumentos
adecuados.
· Multimedia – El internet ofrece a la Iglesia una oportunidad evangélica sin precedentes, especialmente con los social media y los videos online.
Nacidos en la cultura digital, nosotros, como jóvenes podemos ser guías
en este camino. El mundo digital es un gran espacio para encontrar y
conectarse con gente de otras religiones y también con no creyentes. La
serie de los videos que el Papa Francisco ofrece regularmente son un
buen ejemplo del uso de las potencialidades evangélicas del internet.
· Experiencias anuales periódicas – Los años de
servicio dentro de los movimientos y las obras de caridad dan a los
jóvenes una experiencia de misión y un espacio para el discernimiento.
Esto también ofrece a la Iglesia la oportunidad de encontrar personas no
creyentes y de otras confesiones religiosas de todo el mundo.
· Las Artes y la Belleza – la belleza es reconocida
universalmente y la Iglesia tiene una historia de compromiso con las
artes y de evangelización a través de ellas, como por ejemplo la música,
las artes visuales, la arquitectura, los diversos proyectos, etc.
Especialmente los jóvenes en este campo encuentran resonancia y lo
disfrutan, siendo creativos y expresivos.
· Adoración, meditación y contemplación – También
apreciamos el contraste que el silencio ofrece a través de la Adoración
Eucarística, desde siempre ofrecida por la Iglesia, y a través de la
oración contemplativa. Ello ofrece un espacio lejos del constante ruido
de la comunicación moderna y es ahí donde podemos encontrar a Jesús. Es
en el silencio donde podemos escuchar la voz de Dios y discernir su
voluntad para con nosotros. También muchos, fuera de la Iglesia aprecian
la meditación, y esta rica cultura de la Iglesia puede ser un puente
para aquellos que están en el mundo pero que tienen un sentido de lo
espiritual. Esto puede parecer algo contracorriente, pero efectivo.
· Testimonio – Las historias personales en la Iglesia
son caminos efectivos de evangelización en cuanto son experiencias
personales y verdaderas que no pueden ser debatidas. Los testigos
cristianos modernos, así como la persecución de los cristianos en Medio
Oriente, constituyen testimonios particularmente fuertes de la plenitud
de la vida en la Iglesia. Las vidas de los santos siguen siendo hoy
relevantes para nosotros como caminos de santidad y plenitud.
· El proceso sinodal – Hemos estado muy emocionados al
ser tomados en cuenta por la jerarquía de la Iglesia y sentimos que este
diálogo entre la “joven” y la “vieja” Iglesia es un proceso vital y
fecundo de escucha. ¡Sería una pena si este diálogo no tuviera la
posibilidad de continuar y crecer! Esta cultura de la apertura es
extremamente saludable para nosotros.
Al comienzo de este encuentro pre-sinodal y en el espíritu del
diálogo, el Papa Francisco citó en su conversación con nosotros este
versículo de la Biblia: “Después de esto, yo derramaré mi espíritu
sobre todos los hombres: sus hijos y sus hijas profetizarán, sus
ancianos tendrán sueños proféticos y sus jóvenes verán visiones” Joel 3,1.