Kara, TOGO (Agencia Fides, 27/03/2018) - Cada tres años la Iglesia convoca una gran
reunión internacional para familias de todo el mundo. El de 2018 se
celebrará en Dublín, Irlanda, del 21 al 26 de agosto. El objetivo
fundamental será “celebrar el Evangelio de la familia”. Donald Zagore,
teólogo de la Sociedad de Misiones Africanas, habla para Fides
ofreciendo el punto de vista africano, a raíz del anuncio de la
participación de Francisco en el Encuentro Mundial de Dublín: “Partimos
de un hecho: el Sínodo sobre la Familia coronado con la exhortación
apostólica Amoris Laetitia. Debemos reconocer el esfuerzo para dar a la
familia el papel y la dignidad que merece. La familia es la base de la
sociedad humana. Sin la familia, la sociedad no existe”. “En el contexto
social europeo, -continúa-, donde cada vez se habla más de las
cuestiones de género, con la abolición de la identidad y del sexo, con
temas como la adopción por parte de familias homosexuales y con el
intento de
redefinir el concepto de familia, hay que alzar una voz profética para
no autodestruir nuestra sociedad acabando con lo que constituye su
esencia: la familia”.
“En este sentido, -señala el padre Zagore-, África tiene mucho que
enseñar a los europeos. En primer lugar, para África, la santidad de la
familia es incuestionable e inviolable. La familia no es una moda que se
pueda hacer y deshacer por un simple cambio social. La familia es un
regalo sagrado cuyos valores se transmiten con el mayor cuidado posible
de generación en generación. Para África, la familia está constituida
por la unión entre un hombre y una mujer abiertos a la procreación. El
hijo es un regalo esencial de Dios para la familia. Él es el símbolo de
la vida. Es el futuro de la familia. Un niño para familias africanas es
como lo que es un seguro de vida para las familias europeas. Por eso la
abundancia de niños sigue siendo una bendición para una familia, siempre
que sea con responsabilidad”.
“Además, -explica el teólogo-, si se deben mejorar las condiciones de
las mujeres, el papel y el valor de ambos sexos (hombres y mujeres) son
cruciales. Ser hombre o ser mujer no es una vergüenza, sino un orgullo.
La identidad es sagrada. Las mujeres y los hombres están investidos de
derechos y deberes basados en su identidad como hombres o mujeres. Uno
nace con una identidad y el propósito de la vida es alcanzar la madurez
de la propia identidad. La educación integral del hombre y la mujer está
orientada en esta dirección”.
El padre Zagore concluye: “En esta perfecta simbiosis de identidad
(hombre-mujer) radica el dinamismo fundamental de la familia. Destruir
identidades significa destruir a la familia. Destruir a la familia
significa destruir la sociedad”.