Astana, KAZAKSTÁN (Agencia Fides, 20/03/2018) – “Se puede intentar enunciar una regla general,
que puede aplicarse a muchos períodos históricos y en muchas situaciones
lingüísticas: cuanto más dúctiles e inteligentes son los creadores de
un nuevo alfabeto, más capaces son de expresar todos los sonidos del
antiguo alfabeto e incluso de mejorar la capacidad expresiva”: así lo
explica a la Agencia Fides Alberto Caplani, profesor de Lingüística y
Exégesis del Nuevo Testamento de la Universidad Católica de Milán,
explicando por qué el cambio de alfabeto previsto en Kazajstán está
resultando ser bastante problemático. “No obstante, no creo -señala el
académico- que la adopción de un nuevo alfabeto implicará problemas de
traducción, y mucho menos de la Biblia. Lo importante es que se haga
respetando al máximo la variedad de los fonemas del idioma”. Para las
comunidades cristianas en Kazajstán, se planteará la cuestión de
traducir el Evangelio, los textos sagrados y los
textos litúrgicos y pastorales.
En mayo de 2017, el presidente Nursultan Nazarbayev firmó un decreto que
establece la transición gradual del alfabeto kazajo del cirílico al
latín, para el 2025. Esta decisión fue tomada por el deseo de acelerar
el proceso de modernización del país y con el fin de aumentar el interés
de los inversores extranjeros y turistas.
El kazajo es una lengua hecha de sonidos difíciles de representar a
través de letras simples: por esta razón, el equipo de lingüistas que
trabajan en ello habían propuesto una serie de medidas, basadas en el
uso de marcadores y dígrafos lingüísticos. Estas hipótesis no gusto
demasiado al presidente kazajo, que emitió un nuevo decreto en octubre
de 2017, imponiendo un uso arbitrario y redundante de los apóstrofes:
una decisión que ha sido muy criticada, porque el uso de apóstrofes
genera dificultades en la comunicación digital, por ejemplo en las
búsquedas en Google o en la creación de hashtags. Por lo tanto, con un
último decreto con fecha del 19 de febrero de 2018, se estableció el uso
de un nuevo alfabeto que consta de 32 letras, acompañadas de acentos y
dígrafos.
El profesor Caplani explica: “pasajes de un alfabeto a otro conocemos
más de uno: ha habido muchos entre el siglo XIX y el siglo XX, y muchos
otros en el mundo antiguo. Basta pensar en el egipcio escrito en
caracteres coptos, el árabe escrito en caracteres arameos o el persa
escrito en caracteres griegos. Uno de los casos modernos más conocidos
es el turco, que hasta principios del siglo XX se transcribía en el
alfabeto árabe con la adición de algunos signos diacríticos, y luego
adoptó el alfabeto latino, con alguna adaptación para expresar sus
fonemas particulares”.
“Un caso peculiar -agrega Caplani- es el de la reforma del alfabeto
polaco, que tiene origen latino: gracias a la creación de algún signo
particular y sobre todo a través de la combinación de diferentes signos,
fue posible crear un alfabeto capaz de expresar la mayoría de los
sonidos de ese idioma”.
Cambiar el alfabeto, no es nuevo en el Estado de Asia Central: el
kazajo, que es un idioma turco, era transcrito en caracteres árabes
desde el siglo XI hasta 1927, cuando el régimen soviético introdujo el
alfabeto latino. Desde 1940 en adelante, para dar continuidad a la
política y la identidad soviética, se pasó al alfabeto cirílico, que
incluye 42 letras.