miércoles, 21 de marzo de 2018

Transición del alfabeto cirílico al latín, también para los textos sagrados

Astana, KAZAKSTÁN (Agencia Fides, 20/03/2018) – “Se puede intentar enunciar una regla general, que puede aplicarse a muchos períodos históricos y en muchas situaciones lingüísticas: cuanto más dúctiles e inteligentes son los creadores de un nuevo alfabeto, más capaces son de expresar todos los sonidos del antiguo alfabeto e incluso de mejorar la capacidad expresiva”: así lo explica a la Agencia Fides Alberto Caplani, profesor de Lingüística y Exégesis del Nuevo Testamento de la Universidad Católica de Milán, explicando por qué el cambio de alfabeto previsto en Kazajstán está resultando ser bastante problemático. “No obstante, no creo -señala el académico- que la adopción de un nuevo alfabeto implicará problemas de traducción, y mucho menos de la Biblia. Lo importante es que se haga respetando al máximo la variedad de los fonemas del idioma”. Para las comunidades cristianas en Kazajstán, se planteará la cuestión de traducir el Evangelio, los textos sagrados y los textos litúrgicos y pastorales.

En mayo de 2017, el presidente Nursultan Nazarbayev firmó un decreto que establece la transición gradual del alfabeto kazajo del cirílico al latín, para el 2025. Esta decisión fue tomada por el deseo de acelerar el proceso de modernización del país y con el fin de aumentar el interés de los inversores extranjeros y turistas.

El kazajo es una lengua hecha de sonidos difíciles de representar a través de letras simples: por esta razón, el equipo de lingüistas que trabajan en ello habían propuesto una serie de medidas, basadas en el uso de marcadores y dígrafos lingüísticos. Estas hipótesis no gusto demasiado al presidente kazajo, que emitió un nuevo decreto en octubre de 2017, imponiendo un uso arbitrario y redundante de los apóstrofes: una decisión que ha sido muy criticada, porque el uso de apóstrofes genera dificultades en la comunicación digital, por ejemplo en las búsquedas en Google o en la creación de hashtags. Por lo tanto, con un último decreto con fecha del 19 de febrero de 2018, se estableció el uso de un nuevo alfabeto que consta de 32 letras, acompañadas de acentos y dígrafos.

El profesor Caplani explica: “pasajes de un alfabeto a otro conocemos más de uno: ha habido muchos entre el siglo XIX y el siglo XX, y muchos otros en el mundo antiguo. Basta pensar en el egipcio escrito en caracteres coptos, el árabe escrito en caracteres arameos o el persa escrito en caracteres griegos. Uno de los casos modernos más conocidos es el turco, que hasta principios del siglo XX se transcribía en el alfabeto árabe con la adición de algunos signos diacríticos, y luego adoptó el alfabeto latino, con alguna adaptación para expresar sus fonemas particulares”.

“Un caso peculiar -agrega Caplani- es el de la reforma del alfabeto polaco, que tiene origen latino: gracias a la creación de algún signo particular y sobre todo a través de la combinación de diferentes signos, fue posible crear un alfabeto capaz de expresar la mayoría de los sonidos de ese idioma”.
Cambiar el alfabeto, no es nuevo en el Estado de Asia Central: el kazajo, que es un idioma turco, era transcrito en caracteres árabes desde el siglo XI hasta 1927, cuando el régimen soviético introdujo el alfabeto latino. Desde 1940 en adelante, para dar continuidad a la política y la identidad soviética, se pasó al alfabeto cirílico, que incluye 42 letras.