Niamey, NÍGER (Agencia Fides, 22/10/2018) – “La misión es una cruz de arena. Es esta la
cruz que el padre Pierluigi Maccalli ha estado cavando desde el pasado
17 de septiembre, durante el día y especialmente por la noche. El sol,
cansado del viaje y del calor, parte para descansar y deja a la luna la
tarea de cruzar la noche. Cava con las manos y sobre todo con la mente
que quisiera estar lejos, libre, para cruzar los caminos y los senderos
en espera de buenas noticias. En cambio ya es de noche, en esta estación
a las 19 ya está oscuro y mañana continúa la semana en la espera que
algo o alguien cambie. No recuerda bien, tal vez, las fechas y el paso
del tiempo. Vivió la vigilia misionera con los custodios de su
cautiverio, sin palabras y sin otros testigos. Él solo, una vigilia
junto a la cruz que, mientras tanto, se hace más profunda a medida que
pasa el viento. Y luego, sin saberlo, la Jornada Misionera”. Con estas
palabras el padre Mauro Armanino habló con Fides sobre el
significado que ha tenido para los misioneros y para la feligresía la
Jornada Mundial de las Misiones, celebrada el 21 de octubre.
El padre Armanino escribió a Fide: “Hoy, de repente, la memoria y la
certeza. Todo esto se ha hecho y vivido sólo un puñado de arena. Sólo
ahora, el 17 de septiembre, ha comenzado la única y primera misión de
Pierluigi. Cavar cada día en la arena, una cruz que se hace profunda y
que se parece cada vez más a un surco. Ahí es donde se puede sembrar lo
que no ha surgido en ninguna parte antes. Ahora allí hay un pequeña
planta que brota. Cada día caen gotas de agua sobre la planta y ella
crece. Ahora tiene más de un mes y sólo él y unos pocos más pueden
verla. Entre una cosa y la otra, él la cuida y le habla en voz baja,
como una hermana. Han pasado la Jornada Misionera juntos en silencio. A
partir de mañana el misionero seguirá cavando la cruz de arena y a
proteger el tiempo acariciando, suavemente, la pequeña planta”.