Kara, TOGO (Agencia Fides, 24/03/2020) – “En este tiempo de crisis vinculada al
coronavirus, la familia se convierte hoy en el lugar sagrado por
excelencia, donde recibir y vivir el misterio de Dios. Cristo se encarnó
en una familia, convirtiendo a la Sagrada Familia en la primera iglesia
doméstica". Así lo afirma en una nota enviada a Fides, el teólogo
marfileño, el padre Donald Zagore, de la Sociedad para las Misiones
Africanas, destacando la prueba que supone el Covid-19, para el
cristianismo en el continente africano.
“El modelo pastoral africano de hoy - explica el misionero - sigue
vinculado a las comunidades eclesiales de base, surgidas de la
imposibilidad de los cristianos en América Latina para reunirse
normalmente, en estructuras tradicionales para el culto divino
(parroquias, catedrales, basílicas) debido a la persecución de los
cristianos por los poderes políticos. El cristianismo tradicional, con
sus estructuras, se había convertido en una especie de cristianismo sin
iglesias".
Hablando de la situación de hoy el p. Zagore enfatiza que: "Con el
confinamiento de las personas en sus hogares, un retorno al modelo
eclesiológico de la familia como 'iglesia doméstica' es más que
necesario. Si ya en Europa con la crisis de la fe, las iglesias,
catedrales y basílicas estaban vacías, hoy están completamente cerradas.
Este modelo eclesiológico desarrollado por los Padres de la Iglesia,
como Juan Crisóstomo, y adoptado con fuerza por el Concilio Vaticano II
y, en particular, por el Papa San Juan Pablo II y el Papa Francisco,
encuentra sus raíces en el misterio de la Encarnación".
“La tragedia de Covid-19 debe acercarnos los unos a los otros. La
humanidad ganará esta lucha solo involucrándose en una fuerte dinámica
de solidaridad entre la investigación científica, el apoyo material y
espiritual", continúa Zagore. “Las medidas de aislamiento establecidas
por los gobiernos, que incluyen, entre otras, el cierre de fronteras,
deben seguir siendo medidas médicas estrictamente preventivas, subraya
el misionero, y no deben convertirse en caminos que favorezcan la
exclusión, el estigma. La pandemia de Covid-19 no debe convertirse en un
territorio en el que vivir juntos implique el sacrificio de identidad,
fracturas sociales, un nacionalismo cada vez más exclusivo. Hoy, debemos
permanecer enfocados en la esencia del problema, que consiste
esencialmente en trabajar y orar por una solución que pueda salvar a
nuestra humanidad de esta tragedia. En nombre de nuestra fe, el mal no
puede tener la última palabra en la vida de las personas. Dios es más
fuerte".
Al concluir su reflexión, el teólogo reitera: “El modelo eclesiológico
de la familia como iglesia doméstica sigue siendo fundamental para un
cristianismo sin iglesias. Una familia construida sobre roca, en Cristo,
es un regalo precioso para la iglesia universal y para toda la
humanidad. Todo debe ser reconstruido según el principio mismo de la
familia".