Bukavu, REPÚBLICA DEMOCRÁTICA DEL CONGO (Agencia Fides, 26/03/2020) - “La propagación del coronavirus no es
dramática, pero no podemos subestimarla. Debemos tomar todas las
precauciones posibles para evitar el contagio y ayudar a la población a
no contagiarse". Así describe la situación el p. Alberto Rovelli, un
padre blanco, misionero en Bukavu, la capital de Kivu del Sur, ante la
epidemia en la República Democrática del Congo. "En este momento –
continúa -, los infectados parecen ser pocos. Las autoridades hablan de
cien casos en Kinshasa. Aquí en Bukavu no debería haber más de cuarenta
personas afectadas por el virus y ninguna víctima mortal. Sin embargo,
es difícil decir cuántos casos hay en el resto del país, que es muy
vasto y no posee una red de salud capilar".
El presidente de la República Democrática del Congo, Félix Tshisekedi,
decretó "el estado de emergencia" durante un mensaje televisivo este
martes 24 de marzo, anunciando el aislamiento de la capital Kinshasa
(ciudad con aproximadamente 18 millones de habitantes). Durante el
mensaje televisivo, anunció la prohibición para todos de viajar a las
provincias desde la capital y viceversa, con el objetivo de "aislar a
Kinshasa, que resulta ser un foco de la pandemia".
En Bukavu, los Padres Blancos dirigen un centro de formación en
filosofía con numerosos estudiantes. Como medida de precaución, han
suspendido las clases, pero han invitado a los estudiantes a no
abandonar las instalaciones. "Nuestra casa, explica el padre Alberto,
está un poco aislada de la ciudad y por esta razón quizás esté algo más
protegida del contagio. Los chicos sin duda arriesgarían más si
volvieran con sus familias. Para mantenerlos ocupados, hemos organizado
cursos de inglés y los involucramos en trabajos manuales. Les hemos
pedido que no visiten a amigos y familiares y que no recibieran visitas
aquí en la comunidad".
Los misioneros también han reducido sus salidas al mínimo. Salen de la
comunidad solo para ir a comprar comida. La actividad pastoral también
se ha ralentizado.
El padre Alberto continúa: «Hemos seguido las indicaciones de nuestros
obispos. La misa dominical y los funerales se han suspendido.
Los matrimonios programados todavía se celebran, pero no se aceptan más
de diez personas. Los que no están programados se posponen a una fecha
por fijar".
El padre Alberto y sus hermanos de comunidad temen la propagación del
virus, pero aún más la posible falta de alimentos: “El miedo ya está
causando graves daños. Los precios de los alimentos han aumentado
significativamente. Todavía llegan unos pocos camiones de harina desde
Ruanda, pero ¿cuándo terminarán los suministros, como obtendrán comida
las familias? He recibido la llamada de una madre que me dijo que ya no
tiene nada para comer y que no tiene dinero para comprar comida para sus
hijos. El riesgo es que el virus traiga consigo una hambruna que podría
resultar aún más letal que el virus en sí”.