Caracarai, BRASIL (Agencia Fides, 20/04/2020) – Las actividades pastorales en el estado
brasileño de Roraima, incluida la celebración de la misa, están
suspendidas desde el 22 de marzo para evitar la propagación del virus.
Las autoridades civiles ordenaron medidas preventivas desde mediados de
marzo, comenzando por el aislamiento social. Sin embargo, algunas
actividades comerciales han vuelto a abrir, aunque con medidas de
precaución, y el clima en la calle no es precisamente de aislamiento
total: así lo refiere a la Agencia Fides, el padre Luigi Turato, un
sacerdote misionero fidei donum en Brasil.
“Si aquí también llegase un nivel de contagios con números más altos, la
única salida será la que usaron nuestros antepasados: confiar en la
Divina Providencia, porque el sistema de salud público no tiene las
condiciones para hacer frente a una emergencia de este tipo", escribe el
misionero en una nota enviada a Fides.
Actualmente, según los últimos datos de la Universidad Johns Hopkins,
hay 30.891 casos confirmados de coronavirus con 1.952 muertes en todo el
país sudamericano.
“Las comunidades a lo largo del río - agrega Don Turato - han cerrado el
acceso a las visitas, las comunidades indígenas intentan aislarse, pero
la situación es muy complicada". Algunos indígenas viven en condiciones
precarias en la ciudad y se mueven constantemente hacia el interior. La
frontera con los países vecinos está abierta solo para el comercio y
algunos servicios. Lo que es más preocupante son los campos de
refugiados, donde residen los refugiados venezolanos, en Boa Vista, la
capital de Roraima, y en la misma frontera".
Don Luigi continúa: “Los misioneros en Caracaraí, Boa Vista y Resende
estamos bien. La Iglesia siguió de forma inmediata las instrucciones del
gobierno local cancelando las reuniones y, por ello, nos estamos
preparando para brindar apoyo espiritual de forma telemática. Celebramos
la misa en Facebook en vivo para mantener unido el espíritu de la
comunidad local. También unas pocas llamadas telefónicas acortan las
distancias. Me resulta más difícil celebrar misa sin la presencia de la
gente de la comunidad: me parece que tengo que hacer otro tipo de
esfuerzo para no convertirme en un ‘mecánico’. Además, estamos
preocupados por los muchos trabajadores informales de la zona, creo que
son la mayoría y no sabemos cómo están sobreviviendo, incluso si el
gobierno ha prometido ayuda económica durante unos meses".