Adaba, ETIOPÍA (Agencia Fides, 22/04/2020) – "Nuestras misiones son numéricamente pequeñas,
pero seguimos inmediatamente las indicaciones que nos han dado las
instituciones públicas y religiosas con respecto al Covid-19", explica a
la Agencia Fides el padre Nicola de Guio, misionero fidei donum, en
Adaba, Prefectura Apostólica de Robe. “Desde hace algunas semanas,
celebramos solo en la misión Adaba, donde somos residentes, pero ya no
podemos ir a las otras dos misiones de Dodola y Kokossa, que están a 25 y
95 km de distancia. Los niños de la casa familiar adyacente al complejo
participan en la liturgia diaria, son poco más de una docena. Tratemos
de estar lo más cerca posible a esta pequeña realidad de misión que
comenzamos a acompañar más de cerca. Tratamos de hacernos sentir
presentes a través de algunos contactos telefónicos y así continuamos
nuestro compromiso misionero”, comenta el padre Nicola.
“Sentimos una gran preocupación por toda la población que no tiene forma
de protegerse y que se encuentra en condiciones muy precarias. En
particular, en la Prefectura Apostólica, con el cierre, desde mediados
de marzo, de las escuelas que forman parte de la misión y que se
financian con el dinero que proviene de la red, no han llegado los
ingresos de los 180 empleados que en este período podrían encontrarse
sin salario. Un pequeño fondo escolar garantizará los salarios por uno o
dos meses. En este momento, todos los misioneros somos conscientes de
que somos una pequeña y humilde señal del amor de Cristo en esta
tierra".
“Día a día - escribe don Nicola -, se percibe la intensificación de la
preocupación y la seriedad de la situación que pesa sobre la escasez y
la precariedad del sistema de salud. La gente común, no solo los más
pobres, no consigue implementar ciertas medidas preventivas: el ejército
y la policía intentan garantizar el cumplimiento de las normas que no
se aceptan instintivamente".
El primer caso de contagio en Etiopía fue señalado el 13 de marzo, y
tanto el gobierno etíope como la Iglesia Católica están tratando de
tomar medidas de prevención adecuadas, pero contextualizándolas al
territorio. El encierro en casa es imposible para una población que vive
con muy poco, duerme en chozas o cabañas y tiene una tradición que a
menudo es solo oral o gestual. Las muertes por inanición serían muchas
más que las del virus. La situación, se ve agravada además por la
reciente invasión de saltamontes que devastó 200 mil hectáreas de tierra
cultivada.