Antes
de la oración mariana el Pontífice habló del evangelio de hoy que narra el
primer milagro de Jesús, la transformación del agua en vino durante una
boda en Caná. ''Los milagros, pues, -dijo- son signos extraordinarios
que acompañan la predicación de la Buena Noticia y tienen el objetivo de
suscitar o reforzar la fe en Jesús. En el milagro de Caná, vemos un
acto de benevolencia de parte de Jesús hacia los esposos, un signo de la
bendición de Dios sobre el matrimonio. El amor entre hombre y mujer es
un buen camino para vivir el Evangelio, es decir para encaminarse con
alegría por la senda de la santidad''.
''Pero
el milagro de Caná no se refiere solo a los esposos -añadió- Toda
persona está llamada a encontrar al Señor en su vida. La fe cristiana es
un don que recibimos con el Bautismo y que nos permite encontrar a
Dios. La fe atraviesa tiempos de alegría y de dolor, de luz y de
oscuridad, como en cada auténtica experiencia de amor. El relato de las
bodas de Caná nos invita a redescubrir que Jesús no se presenta ante
nosotros como un juez dispuesto a condenar nuestras culpas, ni como un
comandante que nos impone seguir ciegamente sus órdenes. Jesús se
manifiesta como Salvador de la humanidad... como Aquel que responde a
las expectativas y a las promesas de alegría que pueblan el corazón de
cada uno de nosotros''.
''¿Conozco
de verdad al Señor así? -dijo - ¿Lo siento cerca de mí, de
mi vida? ...Se trata de darnos cuenta de que Jesús nos busca y nos
invita a hacerle espacio en lo más profundo de nuestro corazón. Y en
este camino de fe con Él no se nos deja solos: hemos recibido el don de
la Sangre de Cristo. Las grandes ánforas de piedra que Jesús hace llenar
de agua para volverla vino son signo del pasaje de la antigua a la
nueva alianza: en lugar del agua usada para la purificación ritual,
hemos recibido la Sangre de Jesús, derramada de modo sacramental en la
Eucaristía y de modo cruento en la Pasión y en la Cruz. Los Sacramentos,
que brotan del Misterio pascual, infunden en nosotros la fuerza
sobrenatural y nos hacen saborear la misericordia infinita de Dios''.
''La
Virgen María, modelo de meditación de las palabras y de los gestos del
Señor -concluyó FRANCISCO- nos ayude a redescubrir con fe la belleza y la riqueza
de la Eucaristía y de los otros Sacramentos, que manifiestan el amor
fiel de Dios por nosotros. Así podremos enamorarnos cada vez más del
Señor Jesús, nuestro Esposo, y salir a su encuentro con las lámparas
encendidas de nuestra fe alegre, convirtiéndonos en testigos suyos en el
mundo''.