El Santo Padre manifiesta su condolencia a la entera comunidad
diocesana de la que el Cardenal “se sentía parte viva”, a las religiosas
de las Poverelle de Ca' Maitino in Sotto il Monte, donde residía “que
lo atendían con tanto amor”, a los parientes, amigos y a todos cuantos
estimaban al difunto purpurado.
“Pienso con afecto en este querido hermano -escribe FRANCISCO- que en su existencia larga y fecunda ha testimoniado con alegría el evangelio y servido dócilmente a la Iglesia, primero en la diócesis de Venecia, después con amable afecto al lado de San Juan XXIII, de cuya memoria fue celoso custodio y válido intérprete. En su ministerio episcopal, especialmente en Chieti-Vasto y en Loreto fue siempre un pastor completamente entregado al bien de los sacerdotes y de todos los fieles, en el signo de una sólida fidelidad a la brújula del Concilio Vaticano II. Elevo mi oración al Señor para que, por intercesión de la bienaventurada Virgen María y de san Marcos evangelista, acoja a este servidor fiel en la alegría y la paz eternas e imparto de todo corazón la bendición apostólica a cuantos lloran su desaparición”.
“Pienso con afecto en este querido hermano -escribe FRANCISCO- que en su existencia larga y fecunda ha testimoniado con alegría el evangelio y servido dócilmente a la Iglesia, primero en la diócesis de Venecia, después con amable afecto al lado de San Juan XXIII, de cuya memoria fue celoso custodio y válido intérprete. En su ministerio episcopal, especialmente en Chieti-Vasto y en Loreto fue siempre un pastor completamente entregado al bien de los sacerdotes y de todos los fieles, en el signo de una sólida fidelidad a la brújula del Concilio Vaticano II. Elevo mi oración al Señor para que, por intercesión de la bienaventurada Virgen María y de san Marcos evangelista, acoja a este servidor fiel en la alegría y la paz eternas e imparto de todo corazón la bendición apostólica a cuantos lloran su desaparición”.