Alepo, SIRIA (Agencia Fides, 11/07/2016) - “Estamos de nuevo bajo las bombas desde hace
días. No sabemos lo que está por venir. Esta noche tampoco hemos podido
dormir, y esta mañana un proyectil de artillería había caído en la calle
de nuestra catedral, provocando un muerto y tres heridos. Por esta
razón hemos decidido no abrir las oficinas de Caritas, que habían sido
cerradas por unos días durante la fiesta musulmana del final del
Ramadán”. El obispo Antoine Audo SJ, como cabeza de la diócesis caldea
de Alepo, explica a Fides con voz tranquila el horror cotidiano que
continúa perturbando la ciudad mártir desgastada por cinco años de
guerra.
La nueva ola de atentados y ataques con mortero contra barrios de Alepo
también debe ser considerada, según el obispo caldeo, como una reacción a
las operaciones con las que el ejército ha tomado el control de la
“carretera del Castillo” cortando las conexiones entre las áreas ocupada
por los milicianos rebeldes - incluyendo las vinculadas con las siglas
yihadistas - y Turquía. “Lanzan una lluvia de balas para demostrar que
no están contentos, que son peligrosos y que siguen siendo fuertes”,
señala Mons. Audo. Además del miedo y el recuento de nuevas víctimas, el
obispo caldeo también realiza un seguimiento de los signos tenaces de
la vida de fe, en presencia de factores que él define como “una paradoja
misteriosa y maravillosa”: por una parte - dice el Obispo - “todos
estamos desconsolados por lo que sucede, peor por la otra, hay muchos
que en este estado se reúnen para celebrar los sacramentos, rezar,
compartir un espíritu de esperanza y misericordia.
Me han llamado hace poco para pedirme que participase en un retiro
espiritual organizado en las montañas por los miembros de los Focolares.
Había doscientas personas, con diez sacerdotes. Me han hablado como una
experiencia de conversión espiritual. Y el próximo jueves nos
reuniremos en Tartus con 175 operadores y voluntarios de Cáritas de toda
Siria, para unos días de formación y reuniones. Es una misteriosa y
maravillosa paradoja: por un lado está la desolación de la guerra, y por
otra está el consuelo de Dios”.