CIUDAD DEL VATICANO, 6 de julio de 2016 (VIS).- “Vuestra presencia es muy importante para mí y es también importante
que estéis en vuestra casa”, ha dicho el Papa FRANCISCO saludando esta
mañana en el Aula Pablo VI a los participantes en la Peregrinación de
los Pobres de la Arquidiócesis francesa de Lyon a quien acompañaba su Arzobispo el Cardenal Philippe Barbarin. “Sea cual sea vuestra
condición, vuestra historia, el peso que llevais - prosiguió - es Jesús
el que nos reúne en torno a él. Si hay algo que Jesús tiene es
precisamente la capacidad de acoger… a cada uno tal y como es. En Él
somos hermanos, y me gustaría que sintierais cuanto sois bienvenidos…
Con los responsables que os acompañan dais un hermoso testimonio de
fraternidad evangélica en este caminar juntos en la peregrinación. De
hecho, habéis venido acompañandoos unos a otros. Algunos ayudandoos
generosamente, ofreciendo recursos y tiempo para que vinieseis, y
vosotros, dándoles, dandonos y dándome al mismo Jesús”.
“Jesús quiso compartir vuestra condición, por amor, se hizo uno de
vosotros: despreciado por los hombres, olvidado, uno que no cuenta
nada. Cuando sintáis todo esto - dijo emocionado el Pontífice - no os
olvidéis de que también Jesús lo sintió. Es la prueba de que sois
inapreciables ante sus ojos, y de que está cerca de vosotros. Vosotros
estáis en el corazón de la Iglesia… porque Jesús, en su vida, dio
siempre prioridad a los que eran como vosotros, a los que vivían
situaciones parecidas. Y la Iglesia, que ama y prefiere a quien Jesús
amaba y prefería, no puede estar tranquila hasta que no haya llegado a
todos aquellos que experimentan el rechazo, la exclusión, y que le no
importan a nadie. En el corazón de la Iglesia, hacéis posible que nos
encontremos con Jesús, porque nos habláis de él, no tanto con
palabras, sino con vuestra misma vida. Y dais testimonio de la
importancia de los pequeños gestos, al alcance de todos, que
contribuyen a construir la paz, recordándonos que somos hermanos y que
Dios es el Padre de todos nosotros”.
El Papa dijo a los peregrinos que intentaba imaginar lo que pensaría
la gente que vió a María, a José y a Jesús por los caminos, en su huída a
Egipto. “Eran pobres, atribulados por la persecución; pero allí estaba
Dios”. Después dio de nuevo las gracias a cuantos acompañaban a los
pobres en su peregrinación, fieles a la instrución del sacerdote francés
Joseph Wresinski - (1917-1988), fundador del Movimiento Internacional
ATD - Cuarto Mundo y luchador incansable contra el analfabetismo - que
partía de la vida en común y no de teorías abstractas, porque “las
teorías abstractas – señaló FRANCISCO – nos llevan a las ideologías y
las ideologías nos llevan a negar que Dios se hizo carne, uno de
nosotros. Porque la vida compartida con los pobres es la que nos
transforma y nos convierte. ¡Recordadlo! Vosotros no solamente salís a
su encuentro -al encuentro de quien se avergüenza y se esconde – no
solo camináis con ellos, esforzándoos por entender sus sufrimientos, por
entrar en su estado de ánimo, sino que también os esforzáis por entrar
en su desesperación. Además, construís a su alrededor una comunidad,
devolviéndoles de esta manera una existencia, una identidad. Y el Año
de la Misericordia es la ocasión para redescubrir y vivir esta
dimensión de la solidaridad, de la fraternidad, de la ayuda y el apoyo
mutuo”.
“Os pido, sobre todo que conservéis el valor y que, en medio de
vuestras angustias, mantengáis la alegría de la esperanza. Que no se
apague esa llama que vive en vosotros porque creemos en un Dios que
repara todas las injusticias, que consuela todas las penas y sabe
recompensar a los que mantienen la confianza en El. En espera de ese
día de paz y de luz vuestra contribución es esencial para la Iglesia y
para el mundo: sois testigos de Cristo, sois intercesores ante Dios que
otorga de una manera muy especial lo que le pedís”.
Al final de su discurso, FRANCISCO añadió que los peregrinos le
habían pedido que recordase a la Iglesia de Francia que Jesús sufre a la
puerta de nuestras iglesias si los pobres no están allí y citó la frase
del diácono romano San Lorenzo “Los tesoros de la Iglesia son los
pobres”. Por último, pidió a los pobres de Lyon más que un favor, una
misión.
“Una misión –dijo- que solamente vosotros, en vuestra pobreza, sois
capaces de cumplir. Me explico: Jesús, a veces, era muy severo y
reprendía con firmeza a algunas personas que no acogían el mensaje del
Padre. Y así, al igual que pronunció aquella hermosa palabra
"bienaventurados", dirigiéndose a los pobres, a los hambrientos, a
los que lloran, a los que son odiados y perseguidos, pronunció otra
que, dicha por El, da miedo: “¡Ay de vosotros!”, dirigiéndose a los
ricos, a los sabios, a los que ríen ahora, a los que les gusta ser
adulados, a los hipócritas. Yo os confío la misión de rezar por ellos,
para que el Señor cambie sus corazones. También os pido que recéis
por los culpables de vuestra pobreza para que se conviertan. Rezad por
tantos ricos que … dan grandes banquetes, sin darse cuenta de que hay
tantos Lázaros a su puerta , deseosos de alimentarse de las sobras de
sus mesas. Rezad también por los sacerdotes, los levitas, que -como
los que vieron a aquel hombre golpeado y medio muerto – pasan de
largo, mirando hacia otro lado, porque no tienen compasión. Sonreid a
todas estas personas y también a aquellas otras que están vinculadas
negativamente con vuestra pobreza y con tantos sufrimientos vuestros,
sonreidles de todo corazón, deseadles el bien y pedid a Jesús que se
conviertan y os aseguro que si lo hacéis, habrá una gran alegría en la
Iglesia, en vuestro corazón, e incluso en la amada Francia”.
El Santo Padre terminó encomendando a los peregrinos a la protección
de la Madre de Jesús y de San José y rezando con ellos el Padre
Nuestro.