“Dios no es un ser distante y anónimo –explicó el Papa– Él es nuestro refugio, la fuente de nuestra serenidad y de nuestra paz. Es la roca de nuestra salvación, a la que podemos aferrarnos con la certeza de no caer… Para nosotros Dios es nuestro gran amigo, el aliado, el Padre, pero no siempre nos damos cuenta… Y preferimos apoyarnos en los bienes inmediatos, que podemos tocar…bienes tangibles, olvidando y a veces negando, el bien supremo, es decir, el amor paternal de Dios. ¡Sentirlo Padre, en esta época de orfandad es tan importante! … Nos alejamos del amor de Dios cuando buscamos obsesivamente los bienes terrenales y las riquezas del mundo, manifestando así un amor exagerado a estas cosas”.
Además, Jesús nos dice que esta búsqueda afanosa es ilusoria y motivo de infelicidad y da a sus discípulos una regla de vida fundamental: "Buscad primero el Reino de Dios" . “Se trata de llevar a cabo el proyecto que anunció Jesús en el Sermón de la Montaña, confiando en Dios que no defrauda… trabajando como fieles administradores de los bienes que nos ha dado, incluso de los bienes terrenales, pero sin "exagerar" como si todo, incluso nuestra salvación –subrayó el Pontífice– dependiera solamente de nosotros. Esta actitud evangélica requiere una elección clara, que el pasaje de hoy indica con precisión: "No se puede servir a Dios y al dinero" O el Señor… o los ídolos fascinantes pero ilusorios. Esta elección que estamos llamados a hacer, repercute en tantas acciones nuestras… Es una elección clara que hay que renovar constantemente, porque nos empuja la tentación de reducir todo al dinero, al placer y al poder”.
“ Si honrar a estos ídolos conduce a resultados tangibles aunque fugaces –observó el Santo Padre– elegir a Dios y a su Reino no siempre muestra inmediatamente sus frutos. Es una decisión que se toma con esperanza y deja a Dios la plena realización. La esperanza cristiana está encaminada al cumplimiento futuro de la promesa de Dios y no se detiene ante ninguna dificultad, porque está fundada en la fidelidad de Dios, que nunca falla. Él es fiel, es un Padre fiel, es un amigo fiel, es un aliado fiel”.
“Que la Virgen María –concluyó– nos ayude a confiar en el amor y la bondad del Padre celestial, a vivir en Él y con Él. Este es el requisito previo para superar los tormentos y las adversidades de la vida, e incluso las persecuciones, como lo demuestra el testimonio de tantos hermanas y hermanos nuestros”.
Después de rezar el Ángelus el Papa saludó a los presentes en la Plaza, entre otros a los fieles polacos de Varsovia y de otras localidades en peregrinación mariana y dio la bienvenida a los españoles llegados de Ciudad Real y de Formentera.
Entre los italianos mencionó a los procedentes de Cuneo, Zelarino, Mattarello y Malcesine, Fino Mornasco y Monteolimpino; a los de Cavenago d’Adda, Almenno San Salvatore y Serravalle Scrivia que dentro de poco recibirán el sacramento de la Confirmación y a los fieles de Ferrara, Latina, Sora, Roseto degli Abruzzi, Creazzo y Rivalta sul Mincio.
“Saludo –dijo a continuación– al grupo venido con motivo de la Jornada de las Enfermedades Raras. Gracias, gracias a vosotros por todo lo que hacéis y espero que los pacientes y sus familias estén sostenidos adecuadamente en su camino, que no es fácil, tanto en el ámbito médico como en el legislativo”.
“Os deseo a todos un buen domingo. Por favor no os olvidéis de rezar por mí. ¡Buen almuerzo y hasta pronto!”, terminó.