Fianarantsoa, MADAGASCAR (Agencia Fides, 20/04/2018) - Plantar árboles y apoyar el cuidado de la
Creación para dar un futuro a Madagascar. Este es el objetivo del
proyecto de reforestación y formación en economía sostenible
implementado en Ikalamavony y Solila por la diócesis de Fianarantsoa,
organizado por “Fe y Alegría”, -una organización nacida en los años
cincuenta para promover la educación según la tradición ignaciana-,
junto con “Magis”, la ONG de los jesuitas italianos.
Madagascar es una isla con un vasto patrimonio forestal. Se separó del
continente africano hace 140 millones de años y de la India hace 80
millones de años, por lo que las especies que habitan en ella han
evolucionado en paralelo con las del continente y se han diferenciado de
ellas de forma gradual. La tasa de endemismo resultante de este
aislamiento es cercana al 85% lo que hace que la mayoría de las especies
de animales y plantas sean únicas en el mundo. La mayoría de las
especies que viven en ambientes forestales están amenazadas. Cada año,
las áreas forestales se reducen en veinte mil hectáreas. Algunos
científicos estiman que tres cuartas partes del bosque que una vez ocupó
la isla ahora ha desaparecido.
Algunas prácticas agrícolas tradicionales son también responsables de
esta deforestación. Para cultivar los malgaches practican el “tavy”, una
técnica agrícola para la que talan y queman árboles para ganar espacio
para la siembra. Sin embargo, la tierra obtenida de esta forma solo se
puede cultivar por un tiempo limitado y los agricultores se ven
obligados a trasladarse a otro lugar para encontrar otras tierras que
cultivar a través de la deforestación. A estas costumbres se suma el
tráfico de maderas valiosas, favorecido por la corrupción y la
progresiva desertificación vinculada al cambio climático.
Para hacer frente a estos fenómenos, en el espíritu de la encíclica
Laudato Si', la diócesis de Fianarantsoa ha puesto en marcha un proyecto
de reforestación en Ikalamavony y Solila, en una zona donde los bosques
se reducen cada vez más. La iniciativa combina acción sobre el terreno y
formación en las aulas. Se prevé que los estudiantes de tres escuelas
piloto siembren unos 700 árboles de mangos, naranjas y eucaliptos.
Plantas que pueden ofrecer fruta y madera y que, a su vez, pueden ser
consumidas localmente o vendidas, dando lugar así a un círculo económico
virtuoso. Al mismo tiempo, los 370 estudiantes recibirán formación en
temas ecológicos en línea con las enseñanzas de la Encíclica Laudato
Si'.
“En enero y febrero, -explica el padre Emile Ranaivoarisoa, un jesuita
que trabaja en la región -, las intensas lluvias nos han obligado a
frenar el proyecto. Ahora lo hemos retomado. La reforestación comenzó a
fines de 2017 y durará tres años en los que esperamos tener éxito en la
difusión de una conciencia ecológica entre los niños. Queremos
transmitir algo más que un mero ambientalismo, queremos que los niños
comprendan que el cuidado de Creación puede representar un crecimiento
económico y humano. Porque la protección del medio ambiente es una forma
de respeto, no solo de la naturaleza, sino también de Dios y del hombre
que vive en ella”.