Yangon, MYANMAR (Agencia Fides, 24/04/2018) - Desde hace más de 40 años, las hermanas del
Buen Pastor continúan con su desafío contra la desnutrición, la
mortalidad infantil y los problemas de analfabetismo en la aldea de
Magyikwin, en el norte de Yangon, Myanmar. “La localidad era conocida
por el alto consumo de alcohol y las peleas que estallaban asiduamente.
Las tasas de malnutrición y analfabetismo, así como la mortalidad
infantil, eran muy graves”, comenta a la Agencia Fides la hermana Maria
Goretti Lwin.
Las hermanas, en aquel entonces, construyeron una pequeña iglesia,
establecieron una escuela para niños, ofreciéndoles una comida y
alentando a sus padres a inscribirles. Hoy hay más de 160 niños que
asisten a las clases de la mañana y de la tarde para integrar la
educación recibida en la escuela administrada por el gobierno. “No hay
electricidad en el pueblo, pero las hermanas usan energía solar y un
viejo generador de luz. Una educación mejor significa acceso a la
universidad y la posibilidad de oportunidades de trabajo decente”,
señala la religiosa.
Junto con una joven maestra en prácticas trabajan en una clase de
adolescentes de familias católicas, bautistas y budistas. Están
particularmente orgullosas de las habilidades de canto de los niños y
están preparando un concurso de canciones para la próxima Navidad en
Yangon.
Las hermanas también han iniciado programas de microcrédito, prestando
dinero para comprar animales de granja y venderlos al mercado local. También han comenzado a pedir a los padres una contribución económica
para la educación de sus hijos, dando solo lo que puedan pagar, para
alentar una especie de auto-financiación y alejar la mentalidad de pedir
limosna.
Entre otras iniciativas llevadas a cabo, las hermanas han comenzado a
acoger a un grupo de niñas (y un niño) de familias de alto riesgo, donde
los niños son particularmente vulnerables a la violencia, el abuso o la
trata de personas.
Bajo la atenta mirada de la fundadora de la Congregación del Buen
Pastor, Rose Virginie Pellettier, las hermanas, contentas con el
progreso que han logrado en la aldea en las últimas décadas, continúan
el trabajo iniciado hace casi dos siglos: brindar apoyo a mujeres y
niñas vulnerables además de llevar dignidad y esperanza a comunidades
enteras.