Ouagadougou, BURKINA FASO (Agencia Fides, 18/04/2018) – La radicalización generalizada en varias
áreas del país; el desafío de los matrimonios entre cristianos y
musulmanes; la instrumentalización de la religión; el extremismo
violento y las discrepancias entre las autoridades civiles y las
judiciales. Estos han sido algunos de los temas tratados por la segunda
Asamblea General de la Comisión Episcopal para el diálogo
islamo-cristiano que se celebró del 10 al 12 de abril en el Centro
Nacional cardenal Paul Zoungrana de Ouagadougou, la capital de Burkina
Faso.
Durante el encuentro, los delegados de las diócesis del país reiteraron
su compromiso y entusiasmo por el diálogo islámico-cristiano,
especialmente en la vida cotidiana, pero tampoco ignoraron las
dificultades para hacer frente a los focos de resistencia, al
escepticismo y al rechazo que puede generar este diálogo en ambas
partes.
Una complicación añadida es la expansión del extremismo violento. A
finales de marzo el descubrimiento de un grupo llamado “Seguridad
islámica”, -una especie de milicia religiosa-, en Pouytenga, una ciudad
140 al este de Ouagadougou, provocó una fuerte controversia que quedó
patente en Internet y en las redes sociales. Después de llevar a cabo
una investigación en Pouytenga, la Fédération des associations
islamiques du Burkina (FAIB),aseguró a la población que este grupo está
al servicio de un movimiento sunita local no armado encargado de
proteger a los fieles en las mezquitas y durante las ceremonias
religiosas. Sin embargo, el 28 de marzo, el gobierno decidió disolver el
grupo.
Las tensiones existentes no deben desalentar a los cristianos y a los
musulmanes a continuar en el camino del diálogo. Como dice el padre
Arcadius Sawadogo, -Secretario General de la Comisión Episcopal para el
Diálogo Cristiano-Islámico-, “nos hemos enfrentado a estas cuestiones
para ver cómo encontrar caminos, porque el otro es un hermano al que
amar”. Un propósito también subrayado por el Imán Boureima Drabo durante
su discurso, muy apreciado por los delegados a la Asamblea. “Estamos
llamados a vivir juntos”, dijo, “y debemos aprender a hacerlo”. “Es una
obligación, de lo contrario será muy difícil ser feliz en esta tierra.
Es aquí donde se preparan el Paraíso y la vida eterna. Si en este mundo
no estamos en este lado del espíritu, será muy difícil obtener lo que
Dios nos ha prometido para después de la muerte”, concluyó.