Bujumbura, BURUNDI (Agencia Fides, 30/04/2018) - Es una clínica móvil que viaja por Burundi,
pueblo por pueblo, día tras día, para ocuparse de 1.3000 pacientes
ofreciéndoles asistencia médica, asistencia espiritual y formación. La
clínica móvil es el buque insignia del Servicio Yezu Mwiza (Sym) en
Bujumbura (Burundi), un servicio Jesuita dedicado a pacientes con SIDA.
Nacido como parte de un proyecto del Servicio Jesuita a Refugiados
(JRS), en 2018 el servicio cumplió 10 años en los que se ha ido
transformando de una pequeña realidad en toda una institución para
contener la propagación del virus. La labor de esta clínica ha pasado a
formar parte del sistema de salud del país y se ha hecho fundamental.
En Burundi el SIDA sigue siendo una emergencia. Según UnAids (agencia de
la ONU que se ocupa de la infección por el VIH), en 2016 (últimos datos
disponibles) hubo 2.200 nuevas infecciones y 2.900 muertes relacionadas
con el virus. En 2016, 84.000 personas sufrían SIDA. De ellas, el 61%
tuvo acceso a la terapia antirretroviral. Se trata de una epidemia de la
que se habla poco, pero que tiene un fuerte impacto en las débiles
estructuras de salud del pequeño país de África central.
“El Sym, -explican sus responsables a Fides-, nació en 2008 como un
servicio del Servicio Jesuita a Refugiados, -la obra jesuita que se
ocupa de los refugiados-, y en los años siguientes se convirtió en parte
de Ajan, la red integral de los jesuitas contra el SIDA. Nuestras
actividades van desde la prevención hasta la atención de las personas
que viven con el VIH, apoyándolas desde un punto de vista económico,
social, espiritual y médico. Trabajamos con más de 1.300 personas que
viven con el virus y también nos ocupamos de cuatro mil huérfanos y
otras personas vulnerables”. En la actualidad, el centro opera en las
provincias rurales de Bujumbura, Muramvya y otras ocho ciudades, pero
sus responsables esperan llegar pronto a todo el país.
El servicio Yezu Mwiza se ha hecho famoso en toda África oriental y
central por la clínica móvil que incluye a un equipo que todos los días
va a las aldeas de la provincia de Bujumbura para atender a 1.300
personas que viven con el VIH y a 2.585 huérfanos y otros niños
vulnerables. El equipo de la clínica está formado por un médico, una
enfermera, un psicólogo, un mediador cultural, un nutricionista, un
sacerdote o una religiosa. Ofrecen tratamientos y consultas médicas,
visitas a casa y reúne a personas con VIH en sesiones de información
sobre una amplia gama de temas: desde la gestión de microempresas hasta
las características de los tratamientos, la nutrición o el apoyo
psicológico.
El constante trabajo de la clínica móvil ha permitido al casi el 100% de
los pacientes acceder a la terapia antirretroviral (originalmente era
64). Incluso el número de bebés sanos que nacen de mujeres infectadas es
de aproximadamente el 100%. “Una de las actividades de las que estamos
más satisfechos es el programa de prevención de la transmisión del virus
de madre a hijo con el que acompañamos a más de 200 mujeres y parejas
para que sus hijos nazcan sin VIH”, cuentan los responsables. El número
de personas también con infecciones oportunistas potencialmente letales
también ha disminuido y ha crecido el número de personas que desean
someterse a las pruebas del VIH.
La clínica móvil sigue el enfoque de Sym, que prioriza a las personas
más vulnerables y alienta a las personas con VIH a forjar su propio
destino mediante la creación de microactividades que generan ingresos.
Desde 2010, la clínica se apoya en otra clínica hermana en su sede
central que ofrece tratamiento, hospital de día, asistencia y servicios
de laboratorio. “Trabajar con personas que viven con VIH y SIDA, los
niños afectados, huérfanos y vulnerables me han dado la oportunidad de
reflexionar sobre mi vida y mi fe”, explica Elphège Quenum Sj, directora
de Ajan. Y añade: “Como subraya el Papa Francisco, estamos llamados a
encontrar a Cristo en los pobres, para dar voz a sus causas, pero
también para ser sus amigos, para escucharlos, para comprenderlos y para
abrazar la misteriosa sabiduría que Dios desea vivir con nosotros a
través de ellos. También es para nosotros una obra de justicia, una
justicia para el bien de los más pobres en las comunidades locales”.