Cagayan De Oro City, FILIPINAS (agencia Fides, 28/08/2019) - El asesinato de una voluntaria
jesuita "es un acto horrible, que condenamos y pedimos justicia a la vez
que rezamos por ella y por su familia". Son las palabras del padre
jesuita Jason Dy, capellán del movimiento de Voluntariado Jesuita en
Filipinas (Jesuit Volunteer Philippines, JVP).
El 23 de agosto pasado, Genifer Buckley, una joven filipina de 24 años
originaria de Zamboanga del Sur, fue apuñalada varias veces por un
atacante en la casa donde residía con otra joven voluntaria que resultó
herida pero logró escapar. Anne Kathleen Gatdula de 30 años permanece
ingresada en un hospital local. Las dos voluntarias trabajaban en la
Escuela Secundaria Comunitaria de Pangantucan, Bukidnon, en un proyecto
del movimiento JVP. Según fuentes policiales, el agresor fue detenido.
Es Arnold Naquilla de 36 años y residente en Pangantucan. Según las
investigaciones iniciales, el hombre atacó a las dos jóvenes con la
intención de robar, pero aún no está claro por qué tenía intenciones de
matarlas. "Necesitamos justicia. Nuestras oraciones se dirigen a los
miembros de la familia de Buckley y a la pronta recuperación de
Gatdula", indica el padre Dy.
Una residente local, Agnes Medina, explica a Fides: "Estamos agradecidos
a Buckley y Gatdula por servir a la gente de Bukidnon. Expresamos
nuestras condolencias a la familia y amigos de Buckley. Los voluntarios
JVP han ayudado a las comunidades pobres de Mindanao durante muchos
años. Les damos las gracias por su testimonio de amor y servicio".
Buckly obtuvo una licenciatura en Educación de la Universidad de
Zamboanga en 2015 y enseñó en la Junior High School de la universidad
durante cuatro años antes de inscribirse en el voluntariado del JVP este
año.
El padre jesuita Karel San Juan, presidente de la Universidad de
Zamboanga, elogió a Buckly por su servicio a la comunidad como profesora
y voluntaria: "La extrañaremos mucho. La recordamos con afecto por su
precioso servicio a la gente. Era un alma valiente, deseosa de emprender
el camino del servicio a Dios y al país".
El JVP está comprometido a llevar esperanza a las personas marginadas.
Durante 39 años, los voluntarios jesuitas han trabajado con escuelas,
parroquias u organizaciones no gubernamentales (ONG) para enseñar y
formar a líderes comunitarios, ayudar a las cooperativas, poner en
marcha proyectos de subsistencia, ayudar a los discapacitados y a las
víctimas de la violencia, participar en la formación de los jóvenes,
apoyar las cuestiones medioambientales, defender la dignidad de los
pueblos indígenas y luchar por los derechos de los oprimidos.
El JVP está compuesto por jóvenes "deseosos de emprender el camino del
servicio amoroso a Dios y al país". Un miembro del JVP debe ser soltero,
menor de 35 años, graduado o estudiante universitario y dispuesto a
servir, compartir conocimientos y habilidades en una comunidad durante
al menos 10 meses.