Niamey, NÍGER (Agencia Fides, 12/08/2019) - El 17 de agosto se cumplirán once meses de la
tarde del 17 de septiembre de 2018, cuando la vida del padre Gigi
Maccalli, de la Sociedad para las Misiones Africanas, secuestrado en
Bomoanga, cambió. "Ciertamente no fue el primer
secuestro del que oímos hablar, pero fue el primero que nos tocó tan de
cerca. Parecía imposible. Ese día la noticia de su secuestro se repitió
en todas los noticieros, que seguimos siempre con la esperanza de algún
detalle más", dicen a la Agencia Fides dos amigos del misionero.
"Así comenzaron estos once meses de espera, silencio, esperanza y
oración. Una oración que involucró a todos aquellos que en todos estos
años, y por diferentes razones, han entrado en contacto con el padre
Gigi, compartiendo con él el entusiasmo por la misión, involucrándose en
proyectos a favor de la gente (agua, salud, escuela, y mucho más),
creando vínculos", explican.
"Lo que sostiene nuestra esperanza y nuestra confianza es este hilo rojo
de la oración que, cada día, personalmente y una vez a la semana en
comunidad, nos une e intercede incesantemente por la liberación de
nuestro querido amigo. Estamos seguros de que también reza por nosotros. Conociéndolo, ciertamente el hecho de no poder darnos noticias de él
pesará sobre él y confiará en ese `teléfono inalámbrico' que es la
oración", añaden los amigos.
"Lo conocimos poco antes de que fuera ordenado, durante una visita a
Walter, su hermano seminarista en Génova. Ya estaba enamorado de África.
Un amor por la misión reiterado, se puede decir, en cada carta, en cada
discurso. Tres años después, en vísperas de su juramento perpetuo, nos
escribió desde Bondoukou: ‘Mi juramento perpetuo en la comunidad de la
AME es un compromiso de fidelidad y consagración a la misión y a estas
iglesias de África, al servicio de los pobres. He venido a servir y este
sigue siendo el horizonte de mi vocación sacerdotal’".
"Tal vez nunca pensó, siempre tan lleno de iniciativas, llegar a ser,
como lo es hoy, un misionero ‘contemplativo', en esta particular
clausura suya. Porque así es como vemos la misión del p. Gigi hoy: una
misión de oración, una misión que continúa, aunque sea de otra manera y
que, sin que él y nosotros lo sepamos, dará sus frutos".