Mosul, IRAK (Agencia Fides, 07/08/2019) - Exactamente cinco años después del éxodo masivo
que vació los pueblos de la llanura de Nínive en solo una noche, la
región histórica de las comunidades cristianas de Iraq cotinua siendo el
centro de tensiones y disputas entre el ejército nacional y las
milicias étnicas nacidas durante la batalla contra el Estado Islámico.
En los últimos días, la Llanura de Nínive se ha convertido en el
escenario de un tira y afloja entre el ejército iraquí y los milicianos
de Hashd al-Shaabi, las fuerzas paramilitares chiítas, consideradas
afines a Irán, que reivindican su papel en la lucha contra el Estado
Islámico y en la liberación de Mosul del régimen yihadista. Las
tensiones alcanzaron su punto álgido después de que el ejército iraquí
tratara de recuperar el control de la zona, todavía en gran medida
controlada por la milicia.
El lunes 5 de agosto, miembros de este grupo junto con sus partidarios
implementaron una estrategia de resistencia contra los suministros del
gobierno de Bagdad, bloqueando con quema de neumáticos (en la foto) las
carreteras principales que conectan Mosul con otros regiones como Erbil,
capital de la región autónoma del Kurdistán iraquí. Los manifestantes
también arrojaron piedras y objetos contundentes a los soldados
iraquíes, impidiéndoles avanzar.
La situación sigue siendo tensa y circulan rumores contradictorios. Por
un lado, los portavoces de las Fuerzas de Movilización Popular hablan de
un acuerdo alcanzado con las autoridades gubernamentales y el ejército
para una gestión conjunta del control militar de la zona, para
garantizar la estabilidad y también para seguir buscando antiguos
simpatizantes y ex miembros del Estado Islámico en la región. Por otro
lado, el primer ministro iraquí, Adel Abdul Mahdi, ha confirmado la
desmantelación de los grupos armados en la Llanura del Nínive
controlados por Hashd al-Shaabi.
Los enfrentamientos entre el ejército y los partidarios de las milicias
que operan en la zona confirman que la llanura de Nínive sigue
representando un área inestable, sobre todo desde el punto de vista de
la seguridad.
Este factor también complica el esperado regreso a la zona de las
decenas de miles de cristianos que, en la noche del 6 al 7 de agosto de
2014, se vieron obligados a abandonar sus casas por el avance de los
terroristas del ISIS. El 1 de julio pasado, el primer ministro iraquí,
Adel Abdul Mahdi, emitió un decreto pidiendo a las milicias
paramilitares independientes que cerraran sus oficinas en los centros
urbanos y tomaran una decisión clara entre continuar como grupos armados
o convertirse en fuerzas políticas. La disposición del gobierno emitida
el 1° de julio tenía como objetivo limitar la creciente influencia de
las milicias chiítas en grandes áreas del país, y hasta ahora no parece
haber alcanzado claramente este objetivo. Al mismo tiempo, los sectores
populares que apoyan a las milicias chiítas que operan en Irak vinculan
las medidas restrictivas del primer ministro Mahdi con las presiones al
gobierno iraquí que proceden de Estados Unidos y de las potencias
regionales
como Arabia Saudita, preocupados por ver un aumento influencia iraní en
Iraq.