Port au Prince, HAITÍ (Agencia Fides, 13/01/2020) – "Puerto Príncipe está totalmente
devastado, donde se escuchan gritos debajo de los escombros", dijo el
nuncio apostólico a Fides, arzobispo Bernardito Auza, hace 10 años,
informando al mundo del terremoto que había devastado la isla y
provocado casi 300 mil muertos. Era el 13 de enero de 2010.
Hoy, después de 10 años, Fides ha recogido el testimonio de uno de los
sobrevivientes del terremoto, el padre P. Renold Antoine, CSsR, quien
junto con los misioneros redentoristas vivió momento tras momento las
terribles consecuencias de esta tragedia natural y todavía está en
Haití. "Para muchos de nosotros, el padre Renold le dice a Fides, la
historia de Haití está dividida antes y después del terremoto. Una fecha
inolvidable para todo el pueblo haitiano, ya que, en solo 35 segundos,
gran parte del país ha experimentado la furia de la naturaleza por un
terremoto que dejó más de 300,000 muertos y miles de heridos. Como
redentoristas, sufrimos de primera mano las consecuencias de la
tragedia, cuando las dos casas principales que teníamos en Puerto
Príncipe (el monasterio de San Gerardo y la casa de San Clemente). Al
mismo tiempo, la iglesia parroquial de San Gerardo y la escuela
parroquial con cientos de niños y maestros muertos colapsaron. Los
cohermanos, por la
gracia de Dios, estaban vivos, solo algunos heridos. Pero la imagen en
las calles eran terribles: cuerpos apilados, heridos y escombros por
todas partes. La Catedral de Puerto Príncipe, el palacio nacional, el
Parlamento y muchas parroquias y centros educativos no han resistido al
fuerte terremoto".
"El terremoto en Haití el 12 de enero de 2010 nos ha dejado muchas
lecciones, sobre todo de que todos estamos en riesgo, y los sueños de
bienestar de miles de familias pueden desaparecer en un minuto",
continúa el misionero. Pero la verdadera tragedia que conmociona a
nuestro país, de manera extrema, es que nuestra sociedad enfrenta
diariamente dramáticos escenarios de riesgo concentrados en algunos
sectores de la población que han sufrido exclusión histórica, pobreza
extrema, violencia, inseguridad alimentaria, corrupción, injusticia
social. Este es el verdadero desastre en Haití: esa lección debería ser
la contribución indeleble al dolor de tanta gente. A pesar de la
naturaleza inclemente muchas veces con nosotros, y la corrupción
generalizada que sacude al país, Haití también es un país que en su
dolor todavía logra sonreír, lo que siempre ha enseñado resistencia, la
capacidad de recuperarse y seguir adelante. Oramos para que Nuestra
Madre del
Perpetuo Socorro, patrona de Haití, siempre nos ayude, para que algo así
nunca vuelva a suceder ", concluye el Padre Renold.