CIUDAD DEL VATICANO, 1° de mayo de 2016.- “Enseñar y recordar: esto es lo que el Espíritu hace en nuestros
corazones”, dijo esta mañana el Papa FRANCISCO a los fieles reunidos en
la Plaza de San Pedro para rezar el Regina Caeli. El Santo Padre, antes
de la oración mariana, comentó el evangelio de hoy que nos lleva de
nuevo al Cenáculo cuando Cristo, antes de hacer frente a la pasión y a
la cruz, promete a los apóstoles el don del Espíritu Santo, que tendrá
la tarea de enseñar y recordar sus palabras a la comunidad de
discípulos.
“Cuando está por confiar a los apóstoles -que significa enviados- la
misión de llevar el anuncio del evangelio a todo el mundo -explicó-
Jesús promete que no estarán solos: estará con ellos el Espíritu Santo,
el Paráclito, que irá a su lado, aún más, estará en ellos para
defenderles y sostenerles”.
El segundo aspecto de la misión del Espíritu Santo consiste en ayudar
a los apóstoles a recordar las palabras de Jesús. “El Espíritu tiene la
tarea de despertar la memoria, de recordar las palabras de Jesús
-reiteró el Pontífice- El divino Maestro ya ha comunicado todo lo que
quería confiar a los apóstoles: con El, Verbo encarnado, la revelación
es completa. El Espíritu Santo recordará las enseñanzas de Jesús en las
diversas circunstancias de la vida, para que se puedan llevar a la
práctica. Esto es lo que sucede todavía en la Iglesia, guiada por la luz
y por la fuerza del Espíritu Santo, para que pueda llevar a todos el
don de la salvación, es decir, el amor y la misericordia de Dios”.
“¡No estamos solos: Jesús está cerca de nosotros, en medio de
nosotros, dentro de nosotros! -exclamó FRANCISCO- Su nueva presencia en
la historia tiene lugar a través del don del Espíritu Santo, por medio
del cual es posible instaurar una relación viva con El, el Crucificado
Resucitado. El Espíritu infundido en nosotros con los sacramentos del
Bautismo y de la Confirmación, actúa en nuestra vida...No estamos solos y
el signo de la presencia del Espíritu Santo es también la paz que Jesús
da a sus discípulos: “Mi paz os dejo”, que es diferente de la que los
hombres desean o quieren lograr. La paz de Jesús brota de la victoria
sobre el pecado, sobre el egoísmo que nos impide amarnos como hermanos.
Es un don de Dios y un signo de su presencia”.