CIUDAD DEL VATICANO, 4 de julio de 2016 (VIS).- En el Ángelus dominical el Santo Padre habló de la necesidad de
invocar a Dios, señor de la mies, para que envíe obreros a su siega,
como se lee en el evangelio de San Lucas. “Los obreros de los que habla
Jesús – destacó- son los misioneros del Reino de Dios que él mismo
llamaba y mandaba “de dos en dos delante de él en cada ciudad y lugar
adonde iba a ir. Su tarea es anunciar un mensaje de salvación dirigido a
todos”.
Pero no solamente son misioneros los que van lejos; lo somos “también
nosotros, misioneros cristianos, que decimos una palabra buena de
salvación. Ese es el don que nos da Jesús con el Espíritu Santo. Este
anuncio es decir: “El Reino de Dios está cerca de vosotros porque Jesús
nos ha acercado a Dios. Dios se ha hecho uno de nosotros; en Jesús reina
entre nosotros y su amor misericordioso derrota al pecado y a la
miseria humana” explicó FRANCISCO a los fieles reunidos en la Plaza de
San Pedro.
Y la buena noticia que los “obreros” deben llevar a todos es un
mensaje de esperanza y consuelo, de paz y de caridad al igual que Jesús
que cuando mandaba a los discípulos a las aldeas les decía: “Antes
decid: Paz a esta casa… curad a los enfermos que haya”. “Todo esto
significa que el Reino de Dios se construye día a día y da ya, en esta
tierra, sus frutos de conversión, de purificación, de amor y de consuelo
entre los hombres”.
Refiriéndose al espíritu con que los discípulos deben desempeñar esta
misión, el Santo Padre recordó que ya el evangelio advierte de que
deben ser conscientes de la realidad difícil y a veces hostil que les
espera. “Jesús no ahorra palabras en este sentido cuando dice: “Os envío
como corderos en medio de lobos –subrayó- La hostilidad está siempre
en el inicio de las persecuciones contra los cristianos porque Jesús
sabe que la misión está obstaculizada por la obra del maligno. Por eso,
el obrero del evangelio se esforzará en ser libre de condicionamientos
humanos de cualquier tipo, sin llevar bolsa, ni alforja, ni sandalias,
como recomendaba Jesús, para confiar solamente en la potencia de la Cruz
de Cristo. Esto significa abandonar cualquier motivo de vanidad
personal, de carrerismo o sed de poder y hacerse humildemente
instrumentos de la salvación obrada por el sacrificio de Jesús”.
“La del cristiano en el mundo es una misión…destinada a todos
–reiteró el Pontífice- es una misión de servicio,ninguno excluido;
requiere tanta generosidad y sobre todo tener la mirada y el corazón
dirigidos a las alturas para invocar la ayuda del Señor. Hay mucha
necesidad de cristianos que testimonien con alegría el evangelio en la
vida de cada día. Los discípulos enviados por Jesús regresaron llenos de
alegría. Cuando hacemos así nuestro corazón se llena de alegría. Y esto
hace que piense –observó- en cuanto se alegra la Iglesia cuando sus
hijos reciben la Buena Noticia gracias a la entrega de tantos hombres y
mujeres que día tras día anuncian el Evangelio: sacerdotes – esos buenos
párrocos que todos conocemos- religiosas, consagradas, misioneras,
misioneros… Y me pregunto ¿cuántos de vosotros jóvenes que ahora estáis
aquí en la Plaza sienten la llamada del Señor para seguirlo? No tengáis
miedo. Sed valientes y llevad a los demás esta antorcha del celo
apostólico que nos pasaron estos discípulos ejemplares”.
FRANCISCO terminó su breve meditación pidiendo la intercesión de la
Virgen María para que no faltasen en la Iglesia “corazones generosos que
trabajen para llevar a todos el amor y la ternura del Padre celeste”.
Después de rezar el Ángelus, el Papa expresó su cercanía a los
familiares de las víctimas y de los heridos de los atentados en Dacca y
Bagdad. “Recemos juntos por ellos, –dijo- por los difuntos y pidamos al
Señor que convierta el corazón de los violentos, cegados por el odio”.
También saludó a diversos grupos de fieles, entre ellos los de la
diócesis italiana de Bérgamo, los de Bragança en Portugal, y sus
paisanos de “La Rioja, del Chilecito”. Asimismo recordó a los que habían
venido a pie a lo largo de la antigua vía Salaria, a los miembros del
Turismo Ecuestre, llegados incluso desde Cracovia y a los que lo habían
hecho en bicicleta y moto desde la provincia de Nápoles.
Por último recordó, en el contexto del Año de la Misericordia, que el
próximo miércoles se celebra la memoria de Santa María Goretti, “la
muchacha mártir que antes de morir perdonó a su asesino” y añadió. “Esta
chica tan valiente se merece un aplauso de toda la Plaza”.