CIUDAD DEL VATICANO (http://press.vatican.va - 29 de septiembre de 2016).- Renunciar a los intereses parciales para lograr la paz que es el bien
más grande. Es la exhortación que ha dirigido el Papa FRANCISCO a cuantos tienen
responsabilidades políticas durante su encuentro esta mañana en la
Sala Clementina con los miembros de los organismos caritativos católicos
que operan en el contexto de la crisis humanitaria en Siria, Irak y los
países limítrofes. Más de un centenar de personas, acompañados por el
Enviado Especial del Secretario de las Naciones Unidas para Siria,
Staffan de Mistura, y de Monseñor Giampiero Dal Toso, Secretario del
Pontificio Consejo Cor Unum a quienes el Pontífice ha dado las gracias por
su eficaz sostén a cuanto hace la Iglesia para aliviar el sufrimiento de
millones de víctimas, destacando al mismo tiempo la importancia de la
cooperación entre los diversos sujetos que operan en ese ámbito.
No obstante, a un año de distancia del último encuentro con esos
organismos, “tenemos que constatar, con gran tristeza –señaló el Santo
Padre– que a pesar de los muchos esfuerzos realizados en diversos
ámbitos, la lógica de las armas y de la opresión, los oscuros intereses y
la violencia siguen devastando estos países y que, hasta ahora, no
hemos sido capaces de poner fin a los sufrimientos extenuantes ni a la
continua violación de los derechos humanos. Las dramáticas consecuencias
de la crisis son visibles mucho más allá de las fronteras de la región.
Una manifestación es el grave fenómeno de la migración”.
“La violencia engendra violencia y tenemos la impresión de estar
envueltos en una espiral de arrogancia e inercia de la que no parece
haber ninguna fuga – prosiguió – Este mal que atenaza a las conciencias
nos debe interpelar. ¿Por qué el hombre, aún a costa de un daño
incalculable a las personas, los bienes y el medio ambiente, sigue
sirviéndose del abuso, de la venganza, de la violencia? Pensemos en el
reciente ataque a un convoy humanitario de la ONU ... Es la experiencia
de ese “mysterium iniquitatis”, del mal que está presente en el
hombre y en la historia y necesita ser redimido. Destruir por
destruir…Por eso, en este Año, en que fijamos más intensamente nuestra
mirada en Cristo, la Misericordia encarnada, que ha vencido el pecado y
la muerte, me acuerdo de estas palabras de San Juan Pablo: El límite
impuesto al mal, del cual el hombre es el artífice y la víctima, es en
última instancia la Misericordia Divina". Es el único límite. Sí, la
respuesta al drama del mal radica en el misterio de Cristo. Cuando la
Iglesia mira a los tantos rostros sufrientes, en Siria, en Irak y en
los países vecinos y lejanos donde millones de prófugos se ven obligados
a buscar refugio y protección, ve el rostro de su Señor durante la
Pasión”.
“El trabajo de los que, como vosotros que representáis a los muchos
operadores sobre el campo, se han comprometido a ayudar a estas personas
y a salvaguardar su dignidad es, sin duda, un reflejo de la
misericordia de Dios y, como tal, un signo de que el mal tiene un límite
y no tiene la última palabra. Es un signo de gran esperanza que quiero
agradecer, junto a vosotros, a los miles de personas anónimas – ¡pero
no para Dios! – que, especialmente en este año jubilar, rezan e
interceden en silencio por las víctimas de los conflictos, especialmente
por los niños y los más débiles, sosteniendo así vuestro trabajo. ¡En
Alepo – exclamó – los niños tienen que beber agua contaminada!”.
“Más allá de la necesaria ayuda humanitaria, lo que nuestros
hermanos y hermanas en Siria e Irak desean antes que nada es la paz
– reiteró – No me canso, por lo tanto, de pedir a la comunidad
internacional que redoble sus esfuerzos para lograr la paz en Oriente
Medio, ni de pedir que no vuelvan la mirada hacia otra parte. Poner fin
al conflicto también está en las manos del ser humano: cada uno de
nosotros puede y debe hacerse constructor de paz, porque cada situación
de violencia e injusticia es una herida en el cuerpo de toda la familia
humana. Mi solicitud se hace oración diaria a Dios para que inspire
las mentes y los corazones de los que tienen responsabilidades
políticas, para que sepan renunciar a los intereses parciales para
alcanzar el bien más grande: la paz”.
FRANCISCO agradeció y alentó después a las organizaciones
internacionales, en particular a las Naciones Unidas, por “su trabajo
de sostén y mediación entre los diferentes gobiernos, para que se
concuerde el fin del conflicto y se ponga finalmente, en primer lugar
el bienestar de las poblaciones inermes. Es un camino que hay que
recorrer juntos con paciencia y perseverancia, pero también con carácter
de urgencia, y la Iglesia no dejará de seguir aportando su
contribución”.
Por último, habló de las comunidades cristianas de Oriente Medio
“que sufren las consecuencias de la violencia y miran con temor al
futuro”. “En medio de tanta oscuridad – subrayó – estas iglesias llevan
en alto la lámpara de la fe, de la esperanza y de la caridad. Ayudando
con valor y sin discriminación a los que sufren y trabajan por la paz y
la convivencia, los cristianos de Oriente Medio son, hoy en día, un
signo concreto de la misericordia de Dios. A ellos va la admiración, el
agradecimiento y el apoyo de la Iglesia universal. Confío a estas
comunidades y a los que trabajan al servicio de las víctimas de esta
crisis a la intercesión de Santa Teresa de Calcuta, modelo de caridad y
misericordia”.
“Que el Señor os bendiga y la Virgen os guarde – finalizó – Y gracias, muchas gracias por lo que hacéis!.