Bangui, REPÚBLICA CENTROAFRICANA (Agencia Fides, 08/03/2018) - Mujeres y niñas refugiadas desde mayo de 2017
en el seminario de Bangassou se prostituyen con los Cascos Azules de la
ONU para conseguir comida. Es la denuncia que hace monseñor Juan José
Aguirre Muñoz, obispo de Bangassou, ciudad en el sureste de la República
Centroafricana, en la frontera con la República Democrática del Congo.
En el seminario, que se encuentra a 100 metros de la catedral, han sido
acogidos unos 2.000 musulmanes que escaparon de los antibalaka, que se
definen a sí mismos como milicias cristianas, pero
que cometen actos de violencia indescriptible, incluyendo
decapitaciones y descuartizamientos. “Destrozan los corazones o los
órganos de las víctimas porque dicen que de esta manera les roban el
alma”, explica monseñor Aguirre.
La ONU ha creado alrededor del seminario un perímetro de seguridad para
proteger a las personas desplazadas que solo disponen de agua. La comida
escasea debido a las barreras de los antibalaka. Las mujeres se ven
obligadas a prostituirse con los Cascos Azules para obtener comida para
ellas y sus familias. “Están desesperadas, mueren de hambre y a menudo
insisten en venderse para comer”, dice el obispo. Entre ellas hay
algunas adolescentes que se han quedado embarazadas.
El Secretario General de la ONU, Antonio Guterres, visitó hace unas
semanas Bangassou. “Le dije que hay mujeres violadas, que algunas son
menores de edad, y que esto era un crimen contra la humanidad”, asegura
monseñor Aguirre. “Se abrió una investigación pero nada ha cambiado. Y
no es la primera una vez que los soldados de la ONU se comportan de esta
manera. En 2015 un grupo de soldados de paz congoleños fue expulsado
por ofrecer cajas de lentejas a cambio de sexo. Y el atropello no
terminó aquí. Las cajas vacías fueron compradas por un libanés por 1.000
francos, de esta manera las mujeres ganaban lo suficiente para comprar
comida”.
La misión de la ONU en la República Centroafricana (MINUSCA) afirma
haber llevado a cabo una investigación de las denuncias presentadas por
el obispo de Bangassou, y ha concluido “que no hay ninguna evidencia
tangible que pueda respaldar estas acusaciones”. Sin embargo, la MINUSCA
permanece en contacto con las partes locales para garantizar que se
informe sobre eventuales, nuevos o anteriores, posibles abusos
sexuales”, señala en un comunicado. Monseñor Aguirre, que ha pasado un
período de descanso en su España natal, regresa ahora a su diócesis. “La
Iglesia católica es la última que apaga la la luz. No podemos irnos”,
dice el obispo que vive bajo gran estrés. “No duermo bien, tengo mucho
estrés. Cada vez que rezaba, escuchaba explosiones de bombas y ráfagas
de ametralladoras. Viví momentos de fragilidad psicológica y por eso me
tuve que tomar este descanso”.