Roraima, BRASIL (Agencia Fides, 22/08/2018) – Crece la emergencia humanitaria en la frontera
de Venezuela con el estado brasileño de Roraima así como la
intolerancia, la xenofobia y la violencia. “El sábado 18 de agosto, en
respuesta al robo y asalto contra un comerciante local, la población de
Pacaraima atacó con palos y piedras a un grupo de refugiados y prendió
fuego a dos campamentos, aunque estas personas no estaban implicadas en
ningún robo”, explica en un comunicado enviado a la Agencia Fides el
Comité para las Migraciones de Roraima (Comirr), una red de
instituciones de la sociedad civil dedicadas al servicio y la protección
de los migrantes. Forman parte de este organismo la Pastoral social, el
Servicio Jesuita a Refugiados, las monjas Escalabrinianas y otras ONG
laicas. El documento, que lleva la firma de 45 organizaciones sociales,
académicas, estudiantiles y de derechos humanos, expresa su repulsa a la
violencia y afirma: “La respuesta débil del gobierno federal para
articular un programa de inclusión ha terminado fomentando esta crisis
social en las primeras ciudades de acogida”. El Comirr acusa a las
autoridades de “sembrar la discriminación e invocar medidas populistas e
inconstitucionales” como el cierre de fronteras.
“Episodios lamentables como el ocurrido encuentran inspiración en los
discursos y en las medidas xenófobas de las autoridades públicas”,
señala la declaración. “La práctica de la violencia contra los
extranjeros en situación de vulnerabilidad, además de ser un crimen,
provoca su regreso forzado al país del que han huido por violaciones
graves y generalizadas de los derechos humanos”, continúa el texto. “La
falta de un trabajo orientado a la recepción, protección e integración
de los migrantes genera barbarie y nos avergüenza a nivel mundial”,
lamentan. El documento recuerda que la propia Roraima estaba compuesta
en gran parte por personas de otros países. “Decimos basta al odio y sí a
la acogida”, concluye insistiendo en la responsabilidad común de no
incitar a la violencia.
También monseñor José Luis Azuaje, arzobispo de Maracaibo y presidente
de la Conferencia Episcopal de Venezuela y de Cáritas de América Latina y
el Caribe, recuerda que “este mundo está hecho para todos. Las
fronteras son líneas imaginarias trazadas para poner orden, pero no para
impedir la realización de los seres humanos. El inmigrante es un ser
humano que tiene dignidad en sí mismo, independientemente de su raza,
credo o ideología”. “¿De qué tenemos miedo? Abrir horizontes es más
gratificante que cerrarse y vivir como siempre lo hemos hecho”, explica
el obispo que da las gracias a la Iglesia brasileña por la acogida
generosa a sus compatriotas. Y subraya: “Los venezolanos siempre nos
hemos distinguido porque siempre acogimos a personas de otros lugares.
Si dejamos el país fue por la inseguridad económica, personal y legal
que hacen imposible la vida. Es una cuestión de vida o muerte para
millones de personas”. Según estimaciones de la ONU, 2,3
millones de venezolanos han abandonado su país.