Durán, ECUADOR (Agencia Fides, 16/04/2020) - “Desde la tarde del sábado 14 de marzo, las
iglesias de Guayaquil están cerradas. Desde la tarde hasta el amanecer
del día siguiente hay toque de queda, absolutamente nadie puede salir a
la calle. Por la mañana solo las actividades comerciales para las
necesidades básicas están abiertas". Así describe este escenario de
guerra a la Agencia Fides el p. Saverio Turato, un sacerdote fidei donum
en Durán, a las puertas de Guayaquil. "Si hasta hace unas semanas el
mundo entero miraba hacia un lado del mundo (China, Italia, Europa...),
ahora el enemigo invisible nos hace volver la cabeza hacia América, del
sur y del norte. Y así, ‘estamos todos en la misma barca’, citando al
Papa Francisco", continúa el misionero. "Durante esta emergencia, nadie
abre las puertas a quienes tienen los síntomas del Covid-19 por la
incapacidad de cumplir el protocolo de los contagiados. La estructura
sanitaria está colapsando", advierte.
"Probablemente - explica el misionero - hemos llegado a este punto
porque hemos subestimado los primeros signos que se remontan a la última
semana de febrero. Algunas alarmas intermitentes llegaban de las
noticias, pero se miraba con mayor preocupación al extranjero sin tomar
las medidas de seguridad adecuadas en casa propia. Después del silencio
de un par de semanas, se ha provocado un brote tremendo en la ciudad de
Guayaquil y solo en las últimas horas el presidente de la República,
Lenín Boltaire Moreno Garcés, ha declarado que la realidad es muy
diferente de los datos transmitidos por la Comisión del Operaciones de
emergencia (COE). En el país, se ha superado los 7.500 contagios y se
han confirmado más de 350 muertes por coronavirus, y seguramente las
cifras son ciertamente mayores, según el propio Moreno. En la provincia
costera de Guayas, se han registrado más del 70% de los positivos de
todo el país, con 4.000 casos solo en la capital, Guayaquil".
Don Turato señala: “En todos los cementerios de la zona hay cadáveres
esperando la sepultura; las calles se han convertido en incineradores de
cuerpos sin vida desde que los servicios funerarios se han colapsado
por las numerosas solicitudes o por el saqueo contra los más pobres, que
no tienen las posibilidades económicas de pagar o sobornar a los
funcionarios a cargo. Además, el sistema de salud está completamente
privatizado: si tienes dinero o un buen seguro, tienes acceso a clínicas
privadas, peor de lo contrario estás condenado a esperar los turnos
interminables del 'seguro social' (seguro común para todos aquellos que
tienen un contrato de trabajo) o peor, los hospitales públicos".
Don Saverio concluye pensando en el futuro. “Cuando solo queden las
cenizas de esta enfermedad inesperada y no deseada, tendremos que
preparar la tierra para una nueva temporada. Todos. Ayudémonos unos a
otros, pero sobre todo ayudemos a quienes no podrán recuperarse por sí
solos”.