Weru, KENIA (Agencia Fides, 16/04/2020) – “La conciencia de que la enfermedad era grave y
pandémica ha llegado gradualmente", escribe don Vittorio Grigoletto, un
sacerdote fidei donum en una misión en Weru, en la región de Nyahururu,
establecida en la meseta de Nyandarwa y el sur de Laikipia (norte de
Nairobi). "De hecho, al principio se sentía casi incredulidad y sospecha
ya que solo habían surgido tres contagios, entre ellos un sacerdote
católico asintomático que regresó de Roma por estudios universitarios,
pero que no había seguido la orden de cuarentena. Hasta la fecha, a
pesar de ser el 15º país más afectado por el virus de los 51 del
continente, se ha registrado la novena muerte de Covid-19 en el país,
mientras que el número total de casos confirmados ha aumentado a 208 y 9
recuperados".
“En realidad - explica Don Vittorio -, entre las personas que viven de
la agricultura y que siguen las noticias por radio o con alguna
televisión de forma rara, con muy pocos que leen los periódicos
nacionales, no se sabe mucho: se está al corriente de la enfermedad que
llegó de China y que ha afectado particularmente a Italia. Pero sin
intuir el peligro. Sin embargo, se ha obedecido a las autoridades
civiles y religiosas inmediato, absteniéndose de asistir a iglesias,
mezquitas y a las reuniones de las innumerables sectas religiosas. La
gente común también ha acogido la estricta orden de toque de queda desde
las siete de la tarde hasta el amanecer".
"En África, un lugar de sequía, hambre, plagas de langostas como en este
momento también en Kenia, - señala el sacerdote -, cientos de miles de
personas mueren cada año debido a la malaria, la diabetes, el ébola y
hay una tasa de mortalidad infantil increíble: aquí el Coronavirus debe
ponerse en fila antes de crear mucha alarma. La capacidad de África para
soportar el dolor, las privaciones y la muerte no es comparable a la de
la gente blanca en general".
El sacerdote señala: "El presidente Uhuru Kenyatta ha ordenado el cierre
de la metrópoli de Nairobi y las áreas periféricas de alrededor. Pero,
¿cómo será posible cerrar los diversos barrios marginales llenos de
personas que viven al día como jornaleros y en medio de una miseria
indescriptible? Si la infección seguirá su curso como en países europeos
o como en Estados Unidos, ciertamente nos enfrentaremos a un desastre
humanitario que abrumará todo".
Se ven señales preocupantes: "la economía del país está casi colapsando.
Los hospitales no tienen medios médicos ni personal capacitado y
competente para hacer frente a un evento tan inesperado y perturbador.
Las fuerzas de seguridad pueden hacer muy poco. Prueba de esto es que
las diversas bandas criminales se están aprovechando del toque de queda y
de los pocos controles. La corrupción en sí es desenfrenada, con los
millones de mascarillas donadas por China y otras naciones, que parecen
haber desaparecido, se han evaporado y en el mercado negro cuestan la
mitad del salario de un trabajador promedio".
“Aquí en el condado de Nyandarua todavía no hay casos confirmados. En
nuestro Hospital Católico North Kinangop están en alerta y ya han
establecido unidades de cuidados intensivos y lugares para el
aislamiento. Pero me parece que hasta la fecha no tienen la posibilidad
de hacer tampones o distribuir mascarillas protectoras. Hasta ahora no
he visto a nadie circular con la mascarilla y tampoco yo la tengo,
porque no se pueden encontrar", comenta don Grigoletto.
Los cuatro sacerdotes italianos de la diócesis de Nyahururu están bien.
"Estoy en Weru, entre tierras altas, frías y lluviosas, con caminos de
pesadilla en este período de lluvias ininterrumpidas desde el pasado
octubre. Tenemos confianza en el futuro que pertenece solo a nuestro
Señor, Cristo Resucitado", concluye.