CIUDAD DEL VATICANO, 4 de mayo de 2016 (VIS).- La imagen del Buen Pastor que carga en sus hombros la oveja
descarriada ha representado siempre la solicitud de Jesús hacia los
pecadores y la misericordia de Dios que no se resigna a perder ninguno. A
esta parábola y a su significado profundo dedicó el Papa FRANCISCO la catequesis
de la Audiencia General de los miércoles a la que asistieron en la Plaza
de San Pedro más de 20,000 personas.
El Santo Padre explicó que Jesús narra la parábola para dar a entender que
su proximidad a los pecadores no debe escandalizar sino, al contrario,
desembocar en una seria reflexión sobre cómo vivimos nuestra fe. Son
tres los sujetos del relato: el pastor, la oveja perdida y el resto del
rebaño, pero el único que actúa, el único protagonista del que depende
todo es el pastor y la pregunta que plantea Jesús a quienes le escuchan
suena como una paradoja: "¿Quién de vosotros, teniendo cien ovejas, si
pierde una, sería capaz de dejar a las noventa y nueve en el desierto
para ir a buscarla?”.
Según la tradición bíblica, el desierto es un lugar de muerte, donde
es difícil encontrar comida y agua, no hay refugio y se está a merced de
los animales salvajes y de los ladrones. No parece sensato y, sin
embargo, allá va el Buen Pastor. “Jesús quiere enseñarnos así que no se
puede perder ninguna oveja... que el Señor no puede resignarse al hecho
de que una sola persona pueda perderse -dijo el Papa- La acción de Dios
es la del que sale en busca de sus hijos perdidos para festejarlo
después con todos... Se trata de un deseo irrefrenable: ni siquiera las
otras noventa y nueve ovejas pueden sujetar al pastor y tenerlo
encerrado en el redil. Este podría decir : “Hago un balance: tengo
noventa y nueve; he perdido una, no es una gran pérdida. En cambio, va a
buscarla, porque cada una es muy importante para él y aquella es la más
necesitada, la más abandonada, la más descartada; y va a
buscarla..Todos estamos advertidos: la misericordia hacia los pecadores
es el estilo con el que Dios actúa y Él es absolutamente fiel a esa
misericordia: nada ni nadie podrá disuadirle de su voluntad
salvífica...Dios no descarta a nadie: ama a todos, busca a todos, uno
por uno”.
“El rebaño del Señor está siempre en camino: no posee al Señor, no
puede hacerse la ilusión de aprisionarlo en nuestros planes y en
nuestras estrategias -subrayó el Pontífice- El pastor se encontrará allí
donde esté la oveja descarriada. Por tanto, hay que buscar al Señor
donde Él quiere encontrarse con nosotros, no donde nosotros pretendemos
encontrarlo. No hay ninguna otra manera de juntar al rebaño que no sea
la de seguir la voluntad del Pastor”.
“Debemos pensar a menudo en esta parábola, porque en la comunidad
cristiana siempre hay alguien que falta y que se ha ido dejando el sitio
vacío. A veces, este hecho es desalentador y nos lleva a pensar que se
trata de una pérdida inevitable, de una enfermedad sin remedio.
¡Entonces es cuando corremos el peligro de encerrarnos dentro de un
redil donde no olerá a oveja, sino a cerrado! - exclamó el Santo Padre-
¿Y los cristianos? Nunca tenemos que encerrarnos, porque oleríamos a
cerrado... Hay que salir y no encerrarse en uno mismo, en las pequeñas
comunidades, en las parroquias, creyéndose “justos”. Es lo que ocurre
cuando falta el impulso misionero que nos lleva a encontrar a los demás.
En la visión de Jesús no hay ovejas definitivamente perdidas, sino
ovejas que hay que encontrar... Tenemos que comprender muy bien
que para Dios nadie está perdido definitivamente. ¡Jamás!. Dios busca
hasta el último momento... Pensad en el buen ladrón... La perspectiva, por
lo tanto, es dinámica, abierta, estimulante y creativa. Nos empuja a
salir en busca de un camino de hermandad. No hay distancia que aleje al
Pastor y ningún rebaño puede renunciar a un hermano. Encontrar a quien
se ha perdido es la alegría del pastor y de Dios, pero también la
alegría de todo el rebaño.
“Todos nosotros -concluyó- somos ovejas encontradas y recogidas por
la misericordia de Señor, llamadas a reunir con El todo el rebaño”.